L. M. S.
La chispa que encendió la hoguera provino de unas expresiones del concejal Aldo Bachetti (Nuevo Espacio), coincidentes con revelaciones previas difundidas por una emisora radial y que enardecieron al solanismo. Se referían a supuestas tareas que en el entorno del intendente se habrían ejecutado para orientar al electorado a pronunciarse por el “No” en la consulta del último domingo.
El marco en el cual surgió esta especie, alimentada por carteles colocados en la madrugada del lunes y robustecida por elucubraciones de ciertos medios periodísticos que sitúan en el centro de la escena eventuales especulaciones hacia los comicios de 2007, terminó por hacer estallar la durísima réplica del diputado provincial y flamante diputado nacional electo, Raúl Solanas.
Usando artillería de alto calibre, el legislador salió a preguntar “por qué muchos jóvenes que participaron de las filas del Movimiento Nacional Justicialista están muertos y desaparecidos”, mientras que él (Bachetti) “que era jefe de Montoneros, está con vida”. Y tras cartón disparó: “Alguna vez tendrá que rendir cuentas”.
Tales manifestaciones por sí mismas provocan estupor, pero mucho más confunden por tratarse de un diputado acostumbrado a la ponderación, la prudencia y el equilibrio, en medio de una gestión de casi seis años en la que ha demostrado interés y preocupación por cuestiones muy importantes. De su laboriosidad da fe la importante cantidad de iniciativas que han culminado en leyes, resoluciones, declaraciones y pedidos de informes.
Pero además -y fundamentalmente-, su constante compromiso en defensa de los derechos humanos y su alineamiento junto a los que claman por verdad y justicia frente a las calamidades que produjo el Terrorismo de Estado. De hecho han sido numerosas las ocasiones en que se lo ha visto participando de actos y movilizaciones y en los que la presencia de la dirigencia política era muy escasa.
Pero como colofón de su enrolamiento en estas causas, Raúl Solanas fue el inspirador de una ley que creó el Registro Único de la Verdad, un reaseguro para reconstruir la verdad histórica y abrir cauce al imperio de la ley y la justicia. Consecuente con ello colaboró para que se pueda avanzar en la búsqueda de desaparecidos, para saldar la gran deuda que tenemos para con las víctimas de la más feroz represión de que se tenga recuerdo.
Cuando el actual diputado era muy jovencito, ya andaba Aldo Bachetti militando fuertemente las ideas de Juan Perón y Evita, identificado con su doctrina y enfrentado con los enemigos del país. Su actuación en horas muy difíciles en las que el riesgo era un presupuesto asumido y la vida propia quedaba sujeta a la buena de Dios, debió encarar una temprana lucha contra los propios estamentos internos partidarios apegados a la extrema derecha y una burocracia sindical que condicionaba a las propias instituciones de la República.
Bachetti, junto a muchos militantes de una gran capacidad de movilización e inserción en los sectores más postergados, entabló esa lucha y conoció lo que era la persecución dentro de su propio gobierno. Mientras se oficializaba una Juventud Peronista alineada a las ideas dominantes en las altas cúpulas, que no vaciló en perseguir empleados públicos porque resistían una ley que despediría a 4.000 agentes, la cuestionadora JP Regional II soportaba el acoso de la policía. Baste con leer el libro Rebeldes y Ejecutores, de Daniel Enz, para conocer lo que fue aquella época. En esa democracia, se produjo la desaparición de Pichón Sánchez, un humilde y auténtico militante secuestrado por la policía y hallado muerto en la zona de Las Piedras con señales de haber sido sometido a terribles tormentos.
Bachetti fue un peligroso conocedor de esa historia y esto, añadido a su inclaudicable postura, hizo que prontamente se lo detuviera por una orden emanada de su propio gobierno peronista, antes del advenimiento del proceso militar. Su mujer, Alicia Perica Dasso, que hoy cumple funciones en el área de Derechos Humanos de la Municipalidad, junto a Julio Solanas y desanda miles de kilómetros para recuperar cadáveres, no demoró en seguir a su esposo y cuántos militantes más hasta la reclusión.
Seis largos años en una celda y todo lo que se agrega como escarnio, con múltiples vejaciones y sufrimientos, sellaron la vida de ambos. Si otros tuvieron diferente destino o lograron sortear a los tristes grupos de tareas que trabajaban con zonas liberadas en aceitados Falcon verdes, es otra historia. Pero resulta inaceptable y sólo atribuible a ignorancia supina o explosiones temperamentales de circunstancia, manchar con sospechas infamantes la historia del actual edil paranaense. Hombre que declinó sitiales acomodaticios y seguros, para refugiarse en una difícil actividad productiva primaria, librada a los vaivenes de la naturaleza y el mercado.
Exigirle a Bachetti que rinda cuentas por lo que ocurrió con el resto de la militancia mientras él sufría encierro, que responda por quienes debieron abandonar el país para salvar sus vidas a costa del desarraigo deprimente o por los que lograron mantenerse ocultos afrontando peligros latentes y condicionantes casi insoportables, resulta una actitud indescifrable.
Porque siguiendo el mismo orden argumental del diputado Solanas, no debería extrañar que en cualquier momento decida pedir explicaciones, por ejemplo, al vicegobernador Pedro Guillermo Guastavino, quién continúa vivo mientras dos hermanos suyos están desaparecidos (y que compartiera días de lucha nada menos que con el matrimonio Kirchner); a Alejandro Richardet, figura principal en la conducción de la JP Regional, junto a su copoblano y actual gobernador de Santa Fe, Jorge Obeid, o también a Carlos Molina, Blanca Osuna, Alfredo Ghiglione, Cristela Godoy, María del Rosario Badano y tantos otros que asumieron posturas militantes auténticas, cuando muchos optaban por la comodidad del establishment o la prebenda de algún despacho. Jorge Busti, Hernán Orduna, los hermanos Martínez Garbino (Jaime y Emilio), Daniel Irigoyen, también sufrieron cárcel y no creemos que les resulte ignominioso haber sobrevivido.
Porque a tenor de las graves imputaciones formuladas, Bachetti, su esposa, todos los demás mencionados y muchísimos otros, ya deberían comenzar por lamentarse y hasta sentir vergüenza por no estar muertos.
No es posible imaginar que haya sido este el sentido y la intención de tan desafortunadas palabras. Un instante de calentura no puede torcer la historia.
