Luis María Serroels
Apenas horas después de que Jorge Busti anunciara, en una suerte de fatiga moral, su decisión de dar marcha atrás en su proyecto de reformar la Constitución de Entre Ríos, agobiado por revelaciones que aluden a supuestas maniobras para comprar adhesiones que permitan lograr quórum en la Cámara de Diputados, desde allí se conoció un nuevo dictamen de autoría del justicialista Emilio Castrillón, aún no oficializado al momento de redactar esta columna.
Según anticipos, se trata de un intento más destinado a no permitir que semejante ambición se vea frustrada (una sola mano más que se levante en el recinto bastaría para habilitar la convocatoria a elegir constituyentes), sino que, por lo que se conoció, estaríamos ante una fuerte alternativa que, en lo sustantivo, allanaría el camino para una actualización tantas veces reclamada del máximo contrato social de los entrerrianos.
¿Qué tiene de novedoso el nuevo intento? En principio un núcleo al que se le podría otorgar carácter de concesión a condicionantes de la oposición, pero que en el fondo constituye una clara jugada para dejarla sin argumentos a la hora de su rechazo a la reforma.
Sobresalen tres elementos de gran importancia: 1.- Habilitar la reelección de gobernador y vice, aunque con una cláusula transitoria que deje fuera de esa posibilidad a los gobernantes que, en ejercicio, formulen la convocatoria y promulguen el nuevo estatuto (es deseable que no retroceda a último momento); 2.- Realizar los comicios para elegir convencionales (45 titulares e igual cantidad de suplentes), en una fecha separada de otras elecciones, ya sean de carácter nacional, provincial o municipal; 3.- Aplicar para este caso el sistema denominado proporcional puro, es decir que la distribución de bancas respetará porcentajes acordes con los sufragios obtenidos por cada fuerza política.
Aquí seguramente se generará un fuerte debate, porque el artículo 221 de la C. P., referido a la forma de elección de convencionales, se remite al artículo 51 donde se establece la integración de la Cámara de Diputados. Allí queda fijado que quien gane el comicio se alzará con la mayoría absoluta de la representación, es decir, la mitad más uno (15 de las 28 bancas), quedando el resto repartido en forma proporcional entre los demás participantes.
Esa relación de fuerzas en la conformación legislativa pretende asegurar la gobernabilidad al partido que ejerza el poder durante su gestión de cuatro años. Pero como una especie de forma impura autoriza a que un partido que obtenga una magra primera minoría, se quede con el control absoluto de la Cámara, salvo en casos donde se exija mayoría especial.
No es lo mismo frente a una reforma constitucional, porque es fácil advertir que una Convención no se integra para una gestión de cuatro años de gobierno. La materia en la que tiene que debatir, consensuar y resolver es muy diferente. Por eso la idea de Castrillón apunta a que puedan tener su grado de representación la mayor cantidad de corrientes políticas y evitar que un grupo de constituyentes con una cifra de adhesiones de escasa significación, por el solo hecho de superar a las demás agrupaciones se constituya en mentor principal en la discusión y hasta en las decisiones finales. Para sentar la mayoría absoluta en las bancas constituyentes se deberá obtener también una mayoría absoluta en las urnas.
Así de sencillo.
No se sabe si la posibilidad de reelección será por única vez o en forma indefinida (lo ideal sería que el gobernador pueda ocupar ese cargo únicamente por dos períodos, ya sea consecutivos o alternados, como rige en los Estados Unidos y luego de ello retirarse a su casa sin poder aspirar nunca más a esa función).
Sobre el punto primero que citamos más arriba, respecto de la cláusula transitoria que vedaría la reelección de Jorge Busti y Pedro Guastavino, es importante recordar que el gobernador nunca se mostró claro y contundente. Al asumir su actual gestión declaró su renuncia a ser reelecto si ello era un obstáculo. Más adelante, ante cámaras de TV y el propio escribano mayor de Gobierno, ratificó su decisión, aunque en el fondo quedó flotando la idea de que en realidad se retiraba la cláusula del proyecto, con lo cual se vedaba esta posibilidad para todos.
Quizás no se ha sabido interpretar que una gran porción de la ciudadanía apoya el derecho a la reelección, pero no ve con buenos ojos que ésta beneficie al mismo gobernante que la propicia. Es como hacerse un traje a medida...
Dicho todo esto, corresponde pasar a la otra vereda, donde habitan los que no quieren la reforma. Las concesiones incluidas en el nuevo dictamen del presidente del bloque justicialista tienen un componente ciertamente hábil, porque colocará a sus adversarios contra las cuerdas obligándolos a ensayar una nueva estrategia convincente para poder seguir sosteniendo su rechazo.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
