Federico Malvasio
Carlos Ramón Balla tiene una condena a prisión perpetua por el homicidio del escribano Rubén Calero, pero cumple su pena bajo arresto domiciliario por cuestiones de salud. Sin embargo, se mueve como un vecino más en Barrio Gazzano de Paraná, donde reina la impunidad. “Balla sale a caminar todos los días, algunas veces se lo ha visto jugando al fútbol e incluso, por lo menos hasta el año pasado, iba a los torneos que se hacían en María Grande”, se indicó. En su casa tiene una emisora de FM de baja potencia (Radio Argentina, 94.5), desde donde emite un programa matinal diario y tiene como colaboradores a dos de sus hijos: uno es policía, el otro apareció en algunas crónicas policiales como presunto autor de delitos perpetrados en la zona.
El teléfono suena dos veces; atiende un joven.
-Buenas tardes, ¿se encuentra el dueño de Radio Argentina?
-Sí, un momentito. Papá, papá, teléfono… -se escucha un tango de fondo.
El hombre toma el teléfono y pregunta: “¿Quién habla?”.
-¿Y ahí…?
-Carlos Balla.
Se niega a conceder una entrevista a ANALISIS, pero inmediatamente aclara que no se las da a ningún medio. “Me lo recomendó la Justicia”, se ataja, y deja entrever que sólo quiere hablar de la radio, en la que trabaja junto a dos de sus hijos, Carlos y Silvio. No obstante, no pocos oyentes del Barrio Gazzano escuchan casi diariamente las duras críticas de Balla a representantes de la Justicia entrerriana desde los micrófonos de su emisora.
Balla se entusiasma al hablar de su pequeño medio, en el 94.5 del dial en frecuencia modulada. “Anda bien, estamos trabajando parejito”, dice. Hace una pausa, vuelve a reiterar que no hablará con la prensa, pero continúa. Se queja porque el gobierno autorizó el funcionamiento de dos emisoras “para rodearlo: La Especial, en el 94.7, y Radio Cualquier Cosa, en el 94.3”.
-¿No será Radio Cualquiera?
-Sí… ésa.
Su entrada económica se sustenta con lo que saca de la radio y la colaboración de algunos amigos, cuenta con tono amigable. “La emisora está trabajando alrededor de 1.000 pesos, pero a mí me quedan unos 600, entre impuestos y servicios”, calcula.
El buen humor con el que se expresa por teléfono permite avanzar un poco más.
-¿Cómo anda de salud?
-Y, medio jodido. Soy dependiente de insulina. Me inyecto cuatro veces por día.
En las salidas que puede hacer, según dice, aprovecha para caminar por el Parque Gazzano. No más que eso. Caminar.
El régimen de arresto domiciliario que debe seguir el condenado sólo prevé salidas a controles médicos y para actividades físicas, según explican los jueces de Ejecución de Penas.
-¿Cuántas veces puede salir por día?
-No, mirá pibe, te dije que no te iba a dar una entrevista. Se enfurece, saluda y cuelga.
El barrio es tranquilo, las calles angostas y los autos circulan a paso de hombre. Un sábado, en horas de la mañana, todo es calma. Las mujeres baldean la vereda. Desde el interior de las casas suena la cumbia; la música tropical es hegemonía en el Barrio Gazzano, aunque algunos desafían con folclore. Dicen que a la noche no cambia mucho, “pero siempre es mejor quedarse adentro”.
El personaje es Carlos Ramón Balla, condenado a prisión perpetua por el homicidio del escribano Rubén Daniel Calero. El ex policía, que padece un estado de diabetes avanzado, consiguió el beneficio del arresto domiciliario por su estado de salud. La situación es complicada y crónica, según dice el juez Correccional Daniel Malatesta, que está a cargo del condenado, luego de ser recusado el juez de Ejecución de Penas, Miguel Ángel Retamoso, tras haberlo defendido en la etapa de instrucción de la causa.
Sin embargo, testimonios recogidos en una recorrida por Gazzano ponen en duda el verdadero estado de salud del hombre de radio, que sale al aire todas las mañanas de 9 a 12.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
