Casos emblemáticos de contaminación en la provincia dan cuenta de la lentitud del Estado para reaccionar. Las respuestas -cuando las hay- vienen luego de una denuncia o amenaza de movilización de los perjudicados. Las actuaciones del gobierno se han dado con el hecho ya consumado. Todo parece indicar que la agenda de la Secretaría de Medio Ambiente la rigen los diarios. Un caso, del que aún se desconoce la procedencia, terminó con tres jóvenes muertos. Un informe de la Auditoría General de la Nación contrasta con la plataforma turística termal de la que la provincia hace gala. Los complejos sobre la costa del Paraná es tema, hoy, del Banco Mundial.

Federico Malvasio

Dar la cara no suele ser más que eso: dar la cara. Desde el conflicto bilateral con Uruguay a raíz de la instalación de las plantas de celulosa en las riveras del río Uruguay, la protección del medio ambiente y la desdicha hacia el país vecino por sus maléficos proyectos de industrialización suenan con la misma cotidianeidad que los reproches a los servicios públicos en los 90. Todos nos reíamos con el sketch de Antonio Gasalla. Así como durante el menemato soplaron vientos de modernización, esta década parece estar atravesada por lo que ocurre, entre otras cosas, con el medio ambiente. Una recopilación de sucesos mediáticos respecto al daño ambiental da por sobre evaluadas dos cuestiones: se reacciona cuando el hecho está consumado y la preocupación del Estado en estos temas no es más que un golpe de efecto. Ambas hipótesis lamentables, por cierto.

Bacterias o sustancias y existencia de residuos de pesticidas y fungicidas y/u otros materiales tóxicos han sido acumulados y con el tiempo no son menos que amenazantes para la salud de los entrerrianos. Un caso conocido recientemente, y registrado en esta nota, no es uno más. Dejó víctimas fatales.

Con suerte, se llega tarde

No hay un mapa de la provincia que focalice puntos sensibles donde el medio ambiente requiera de un constaste control. Mucho menos un registro o área que inspeccione empresas, sea cual fuere el rubro. El ciudadano común es quien tiene el deber de controlar y exigir un ambiente sano. Ese pareciera ser el concepto si uno se remite a los hechos. La grasería y jabonería instalada sobre la ruta 11, a la altura del kilómetro 21 en Aldea Brasilera, es un caso concreto en el que el Estado da la cara cuando el hecho ya está consumado.

El Arroyo Salto, que pasa por delante de la localidad, fue hasta hace unos meses el depositario de todos los desperdicios de la fábrica que lleva la firma de Mocarbel SRL. El olor a huevo podrido y la contaminación del arroyo terminó con lo que “era un paraíso para toda la gente del lugar que se bañaba en el Salto”, dice Gloria Alva, vecina de la Aldea, que vive a un kilómetro y medio de la planta. Pero el olor no es todo. En diálogo con ANALISIS, la lugareña contó que incluso hay ex empleados que están sufriendo consecuencias a raíz de sustancias que pululan en el aire.

Algunos operarios empezaron a perder el pelo y le salieron manchas en la piel. La pregunta sobre la acción de funcionarios competentes irrita al vecindario. “Si nosotros no los amenazamos con cortar la ruta, acá nadie hace nada, de hecho lo que se hizo fue muy poco, casi nada”, dicen. El comentario es el de la mayoría de los habitantes. El olor nauseabundo en el lugar llegó a ser tan intolerable que si alguien salía a los patios era suficiente para descomponerse. Fue ahí que la pequeña comunidad de 1.500 habitantes decidió tomar cartas en el asunto por cuenta propia.

Presentaron una nota en la Secretaría de Medio Ambiente de la provincia, que preside Gabriel Moguilner. El funcionario respondió en su momento que el reclamo era justo y que la empresa debía instalar los filtros correspondientes para evitar que las grasas llegaran al arroyo. Las aguas ya estaban tapadas de desechos.

Finalmente, y es lo único que se ha hecho desde la provincia, se consiguió que la empresa instale dos piletones de decantación para que gran parte de los desechos queden ahí y no se vuelquen al arroyo. Gloria, si bien acepta que “algo se hizo”, atestiguó que “el olor sigue siendo insoportable”. Sin embargo, el problema de la fábrica no termina con la decantación de los desechos. Al fondo de la planta, la acumulación de restos de animales muertos (que se utilizan como materia prima) constituyó un basurero. Los reclamos volvieron a la Subsecretaría de Medio Ambiente los primeros días de septiembre. En la repartición prometieron que en no más de 15 días la firma enterraría todos los residuos. Pero hasta el momento no ha habido novedades al respecto. El plazo vence por estos días y “la lluvia y el mal tiempo seguro que serán la excusa”, dice Gloria. “Siempre tienen algo para decir”, acota.

En diálogo con este medio, el subsecretario de Medio Ambiente no acepta que falten políticas de prevención y se cobija en remarcar “la falta de personal, recursos humanos y técnicos para controlar todas las empresas que están radicadas en la provincia”.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)