Daniel Tirso Fiorotto
(especial para ANALISIS)
Nada se compara con Gualeguaychú. No es la Argentina, no es Entre Ríos, no es un gremio, ni un partido, no. Los argentinos se acostumbraron a un mandón, y en el mejor de los casos un jefe, por cada territorio, por cada sector. Pero en Gualeguaychú, ¿quién manda? La experiencia de democracia directa que asombra al mundo y desconcierta a los gobernantes, se convirtió en un enemigo implacable de Botnia, y cualquiera sea el resultado de la “guerra” desatada sentará precedentes en el planeta.
La voz potente y la reflexión siempre prudente y categórica de Juan Veronesi, esa puede ser quizá una imagen representativa de Gualeguaychú. Pero es muy fácil que una propuesta de este docente jubilado, y apicultor, pierda 90 a 10 en la misma asamblea que al rato lo ovacione.
Jorge Fritzler, otro de los asambleístas más presentes y duros, puede ganar hoy por abrumadora mayoría y perder mañana por unanimidad. Y lo mismo Alfredo De Ángelis, especialista en la concreción de las medidas de fuerza, capitalizando su vida agrarista, y aparte muy escuchado en la Asamblea Ciudadana Ambiental, pero sin garantías de que esa trayectoria vaya a pesar mucho ante una resolución concreta.
¿Quién manda? Una masa indefinida de comerciantes, docentes, empleados, periodistas, dirigentes políticos de segunda línea; amas de casa, jubilados, artesanos, profesionales, autónomos, ese es el pueblo que participa, que una vez convencido de los riesgos de contaminación ha decidido convertirse en contestatario.
¿Gente de centro?
Esa masa es la que manda: un médico, un ingeniero agrónomo, un profesor, una maestra. No tanto el gran industrial, no tanto el obrero. Tal vez más clase media, tal vez más centro que izquierda o derecha; tal vez mucha pasión y no tanto proyecto acabado.
¿Qué es la Asamblea? ¿El grito airado de un joven con la vena hinchada que exige más acción, o la serenidad de una mujer que ceba mate y calla pero está, siempre está? ¿Dónde reside la fuerza de los asambleístas? (Y por otra parte, ¿en qué derivará en el futuro tanta energía, tanta experiencia acumulada, tanto acostumbrarse a levantar la mano y resolver en el acto sin representantes?)
Tal vez sea Emilio Martínez Garbino, entre los políticos tradicionales, el más representativo de la Asamblea, porque fue durante su gestión como intendente que se puso al frente de las advertencias y denuncias desoídas por la provincia y la Nación; y porque siguió participando y no se alineó, como el actual intendente Daniel Irigoyen, con el poder nacional, y menos con el provincial.
Pero esa preeminencia lejos está de darle privilegios. Martínez Garbino no toma el micrófono en la Asamblea, no es él quien decide cuándo cortar la ruta, cuándo levantar el corte, y si conviene o no declarar “no grata” la presencia del Presidente Néstor Kirchner en la ciudad.
Jamás este periodista vio un poder tan repartido en ninguna institución. Puede ser Roberto Cagnoli el que levante los ánimos, pueden ser Martín Alazard, Ana Costa, Daniel Pérez Molemberg, Gustavo Rivollier, Gilda Veronesi, Juan Carlos Quinteros, José Pouler, Omar Lonardi; y así Nelly Pivas, Emilio Vitale, Alejandra Crimella, Juan Ferrari…
Uno podría nombrar a 50 más, y en verdad no encontraría entre ellas o ellos uno sólo a quien pudiera llamar “el jefe” de la Asamblea, sin correr el riesgo de que ese pretendido “jefe” caiga derrotado con estrépito a la siguiente votación. Ello no va en desmedro del reconocimiento que la gente tenga, porque al día siguiente el derrotado puede ser ovacionado.
Y así Andrés Rivas, y Andresito, y el Flaco, y Wilfredo Larrivey, y Osvaldo Moussou, y tantos nombres, decenas, de mujeres y hombres que el periodista de afuera escucha y a veces no identifica bien. Numerosas chicas de apenas 20 años o ni siquiera, y muchachos conocidos por sus sobrenombres. A uno le dicen Patota, o algo así. En algunos casos forman grupos de tres, de siete, en otros asisten solos, o con sus familias. Hay jóvenes de una oratoria que asombra.
Algunos vecinos van siempre y nunca toman el micrófono. Otros como Juan Veronesi y Jorge Fritzler han adoptado, naturalmente, una suerte de conducción pero más conducción técnica, organizativa, que jefatura.
¿Quién mató al Comendador? Fuenteovejuna. ¿Y quién es Fuenteoveuna? Todos a una.
Hay que decir que ninguno de los asambleístas más activos de la Asamblea era antes un dirigente muy conocido. Y hay que decir también que la mayoría de ellos no son expertos.
Con aciertos y con errores, eso es la Asamblea, una democracia horizontal, más efecto que causa de nada por ahora. Aunque su persistencia en los reclamos está llevando a los gobiernos a atender una serie de asuntos que antes descuidaban, y desde allí podría decirse que la Asamblea contesta por un lado, y siembra por otro.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
