D. E.
El oficialismo entrerriano se encontró con una de las peores derrotas electorales ante el Acuerdo Cívico y Social liderado por el radical Atilio Benedetti, pero de la mano del voto bronca y el apoyo del campo. El gobernador Sergio Urribarri vio esfumarse sus pretensiones de reelección y Jorge Busti tendrá que repensar su estrategia electoral con miras a 2011. El mandatario volvió a anunciar cambios en su estructura de gobierno, pero las decisiones no aparecen. El ministro Diego Valiero tendría los días contados y Graciela Traverso dejaría la Secretaría de Salud. Mientras tanto, la pelea con Busti se profundiza. El avance de la gripe A, la falta de fondos y los nuevos conflictos en puerta generan preocupación.
Eran las 23 del domingo cuando el gobernador observó las últimas planillas con sus colaboradores y tomó conciencia de que, realmente, perdían las elecciones en Entre Ríos. Sergio Urribarri sintió por primera vez en su cargo de mandatario que se le derrumbaba parte de la estrategia que había soñado y que nada iba a ser igual. La misma desazón había sentido en días anteriores, cuando diagramó todo un plan de festejos para celebrar el posible ascenso de Patronato a la Primera B Nacional y Boca Unidos de Corrientes tronchó esas posibilidades. “Si Patronato asciende, me quedo con las elecciones”, razonó una y otra vez, tratando de aplicar esa lógica deportiva de ex jugador de fútbol.
Ni Urribarri, ni sus ministros, ni sus colaboradores, ni los encuestólogos, ni sus asesores de imagen midieron que había un voto bronca en los pueblos del interior, en la campiña entrerriana. “Ganamos tranquilos, por más de 10 puntos”, le habían indicado una y otra vez.
Con el correr de los días, quedó claro que cuando el dirigente agrario Alfredo de Ángeli pronunció la poca feliz frase, instando a los dueños de estancias de Entre Ríos a que lleven a sus peones a votar y les indiquen por quién debían hacerlo, estaba en realidad anticipando una realidad, que se iba a ver en las urnas el domingo. “Nadie les dijo a los peones por quiénes había que votar; fueron a votar solos en contra de los Kirchner, por la bronca contenida que tenían ante tanta soberbia”, indicó a ANALISIS una fuente de la Delegación Entre Ríos de la Federación Agraria Argentina.
“Me voy a mi casa”, dijo Urribarri a esa hora de la noche del escrutinio y partió raudamente con destino a la zona del seminario, donde se encuentra su amplia residencia. En esas casi 55 cuadras de recorrido pensó una y otra vez qué había sucedido. Por qué no se habían reconocido las obras públicas realizadas en Gualeguaychú –los cálculos indican que se invirtieron cerca de 250 millones de pesos desde 2004–, en Tala o en el acceso a Crespo, donde hasta el sábado previo a las elecciones se seguía asfaltando. Por qué no se había reconocido la tarea de las administraciones justicialistas después del segundo gobierno de Sergio Montiel. Le faltó pensar otro aspecto: cuánto le costó al PJ entrerriano las divisiones entre los propios dirigentes de Gualeguaychú, Nogoyá, La Paz, Diamante, Colón o Gualeguay. Y allí empezó a apuntar algunos nombres de intendentes y referentes que no hicieron todo lo que se hubiese deseado, en apoyo a los candidatos del oficialismo. Quizás allí estaba la otra parte argumental de la derrota.
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