Nada mejor que otro peronista

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Dos sindicalistas, Massarotti y Allende, coincidieron en llamar a la unidad partidaria

Antonio Tardelli

Lo de Allende estuvo directamente vinculado a la marcha del gobierno provincial. Tras una reunión que los diputados peronistas mantuvieron el martes con el gobernador Sergio Urribarri, el legislador se mostró feliz por la realización de ese tipo de encuentros, poniendo incluso entre paréntesis las conocidas diferencias. El discurso de Allende, que naturalmente debe ser leído a la luz del distanciamiento de Urribarri y su antecesor Jorge Busti, fue terminante: “Somos todos del mismo partido. Este es un gobierno peronista y éste es un bloque peronista”, sintetizó. Más o menos sincero, Allende le pone límites a la disidencia y hace foco en la importancia de la gestión. Dicho de otro modo: el gobierno de Urribarri es el gobierno de todos los peronistas. El problema de esta clase de pronunciamientos es que podrán ser desempolvados, rescatados del archivo, en el momento en que vuelvan a la superficie las tomas de distancia de corte oportunista.

Lo de Massarotti, desplazado tiempo atrás de la conducción de la Asociación Trabajadores del Estado (ATE), tiene un sentido más extendido en el tiempo. No es una exhortación coyuntural a cerrar filas detrás de un gobierno. Es una arenga que trasciende la gestión y se interna en el futuro electoral: “Si vuelven personajes como Montiel no nos van a preguntar si somos bustistas o urribarristas”. Dejó en claro que sus dichos eran “un ferviente llamado a la unidad” lanzado desde su condición de peronista no identificado con grupo interno alguno. Tras saludar todos los actos realizados con motivo del Día de la Lealtad, el gremialista agregó: “Tenemos la obligación de no descalificar a ningún compañero”. Es un mandato terminante, sonoro, en tiempos en que las diferencias hacia el interior del colectivo peronista florecen por doquier.

Las expresiones de Massarotti son relevantes pues, puesto a jugar en el PJ, establecen una divisoria en él novedosa. Por un lado, lo peronista; por el otro, lo no peronista. El ex secretario general de ATE deja al descubierto su convicción de que lo urribarrista y lo bustista es una contradicción secundaria. Es cierto que se trata de apreciaciones lanzadas en un ámbito cerrado pero expresan una típica lógica de partido. Su actuación sindical le permitió a Massarotti cierta amplitud ahora relegada. No sólo arenga apelando al fantasma de Montiel, lo que significa escoger el rostro más antipático y menos vigente de las alternativas no peronistas, sino que también convoca a una unidad sin exclusiones explícitas. No hay límite alguno en la convergencia que propone. La identidad peronista lo supera todo. El justicialismo de Entre Ríos, cuyo funcionamiento necesariamente encumbró a dirigentes luego condenados por hechos de corrupción, es asumido como un todo indiferenciado que no se discute. Es sintomático que su correspondiente en el lado de la burocracia sindical, Allende, se haya expresado en similar sentido pocos días más tarde.

La amplitud del llamado está en línea con los movimientos de los principales dirigentes del distrito. Busti acaba de reunirse con el otrora cuestionado Augusto Alasino, fiel exponente de los noventa en su concepción ideológica y en su desapego por los escrúpulos republicanos. El peronismo, ligeramente asustado, revaloriza su amarilla mansión. En ese sentido, las repetidas apelaciones a la unidad acarrean un contrasentido. En un tiempo de relativa efervescencia, con el kirchnerismo enfrentando al menos parcialmente a sectores del poder agropecuario y mediático, la estructura del justicialismo clausura las discusiones mediante tramposos llamados a la homogeneidad. ¿Hay proyecto en Urribarri? ¿Es diferente de su mentor? ¿Qué representa Busti? ¿Cuál ha sido su rol histórico? ¿Cuáles sus alianzas? Las exhortaciones a la unidad obturan las posibilidades que ofrece el debate democrático.

Es verdad que 2011 queda lejos. Es pronto para suponer que los recitados políticos de hoy permanecerán inalterables. De todos modos, aún cuando ahora al peronismo le asalte la necesidad de preservar su armonía, es prudente recordar que el amontonamiento forzado fue en su momento señalado por sus propios referentes como una de las causas del revés electoral de junio. “No creyeron en nuestra unidad”, se cansaron de repetir al evaluar los efectos del discurso preelectoral, un poco oficialista, un poco opositor, un poco ruralista, un poco distribucionista. Hace cien días, casi nada, se comprobó que la unidad no lo es todo y a veces es hasta contraproducente.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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