D. E.
El hombre se cuida de cada palabra que dice. Cuando habla no baja la mirada, ni titubea, ni se pone nervioso. Ni siquiera mira de reojo a su abogado (Guillermo Vartorelli, quien reemplazara a Marcos Rodríguez Allende) que sigue atento cada detalle. De hecho, el reportaje con ANÁLISIS fue en el estudio jurídico del letrado, en calle Laprida. Daniel Celis, de no más de 34 años, llegó al estudio poco antes del horario pactado. “Decidí hablar porque tengo cierto temor después de la publicación y para desmentir las acusaciones; yo no soy narcotraficante ni jefe de ninguna banda, por más que la Policía me venga persiguiendo desde hace años”, indicó a poco de iniciar el diálogo, que quedó totalmente registrado en una cinta. Celis estaba molesto por la nota de hace dos semanas y optó por no hacer mayores comentarios cuando se le explicó que no era una ocurrencia de este periódico, sino que cada dato que se escribió es consecuencia de informes, grabaciones, expedientes y diálogos con funcionarios judiciales e investigadores de diferentes fuerzas de seguridad.
--Lo que vos considerás entonces es que padecés una especie de “hostigamiento policial” relacionado con el narcotráfico.
-Es así. Creo que la persecución comienza en una causa que yo tuve en el año 2002, más o menos ocho años atrás en la provincia de Misiones, por una encomienda que recibe (Carlos) Albertini, que era amigo mío. Nosotros consumíamos juntos. Él me pide que lo acompañe a buscar una encomienda -esto está todo aclarado ya, pero lo expreso para que se pueda entender-, yo lo acompaño y el resultado de esto es que traía droga y quedo comprometido. A través de esa causa, la Policía de Entre Ríos como la Policía Federal se avocaron a hacerme seguimientos constantemente, y nunca me pudieron encontrar nada porque realmente no vendo droga. Consumo droga y concurro a lugares donde venden droga como cualquier otro consumidor, como tantos consumidores que hay en la ciudad de Paraná, y también frecuento lugares adonde van adictos porque son lugares que por obligación uno tiene que frecuentar, porque al ser adicto se está limitado a ingresar a ciertos espacios, como no es el ambiente de uno. Uno como adicto lo siente así: ‘Vamos allá que van todos’. Frecuento los lugares, eso no lo voy a negar, pero que vendí droga alguna vez a alguien, eso es totalmente mentira; y que poseo una fortuna incalculable como dicen, también es totalmente mentira.
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-¿Y por qué crees que la Policía te tiene apuntado?
--Considero que la Policía quiere un chivo expiatorio y esta vez me tocó a mí.
--Pero en estos ocho años que transitaron entre 2002 y el 2010 pasaron muchas cosas en materia de narcotráfico en Paraná, en Entre Ríos. Hubo gente que cayó presa; otros que mataron.
--Y sí… Seguramente tendré que seguir con el hostigamiento policial. Ahora voy a juicio como un narcotraficante, pero en mi casa lo único que secuestraron fue, no sé, una insignificancia. Encima el día del allanamiento yo estaba drogado y le dije a la Policía: ‘Yo estoy drogado y acá tienen lo que estoy tomando’. Y les pedía que me facilitaran y me dijeron que no porque tenían que llevarle la muestra el juez y no les alcanzaba ni para muestra. Me había separado hacía poco de mi mujer, habíamos tenido un desencuentro; los chicos no estaban, se habían ido justamente con la madre esa semana. Cayó el allanamiento y me enganchó en mi casa consumiendo. Encima me gastaba la Policía por el estado en que estaba, estaba re duro. De esa vez hasta el día de hoy he tratado, en lo posible, de no drogarme más porque tengo a cargo esos chicos, por mi familia, por mi negocio, por la imagen que uno tiene que dar cuando está al frente de un negocio. Voy a juicio ahora como un narcotraficante pero no me preocupa porque no lo soy. No tengo miedo de caer preso. No tengo porqué tenerlo tampoco.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana, en un reportaje a fondo con casi 50 preguntas y desarrollado en cuatro páginas)
