D. E.
Cuando en semanas recientes cayó preso Hugo Ceola, en Patronato se suspiró con cierto alivio. Casi de la misma manera que cuando lo detuvieron a su jefe Gustavo Petaco Barrientos, por el doble homicidio noviembre de 2012, en que fueron asesinados a balazos los jóvenes Matías Giménez y Maximiliano Godoy. Los dos eran los jefes visibles de la denominada barra fuerte del elenco de calle Grella -Ceola, siempre subordinado a las exigencias de Barrientos-, acostumbrados a apretar dirigentes, tirotear la propia sede del club o dañar el automóvil de algún integrante de la comisión directiva. Más de una vez, el entonces presidente de Patronato, José Alberto Gómez, se tuvo que bancar un apriete hasta en su propio domicilio si era necesario, para lograr las 500 o 600 entradas prometidas para cada partido dominical, además de las sin cargo para los muchachos de la hinchada, tal como sucede con alrededor de 300 personas, por lo cual funciona un sistema de reventa del que saca rédito la Barra fuerte. El boom del negocio de la reventa fue en el partido contra River, porque exigieron mil entradas gratis, algunas de las cuales vendieron hasta en 3.000 pesos cada una.
Siempre con un mismo objetivo: conseguir, en cada partido, más reivindicaciones para los 20 suboficiales de tropa y, a la vez, los que tienen que ir a la cancha a alentar al equipo. Manejo del estacionamiento, de la venta de bebidas y choripanes y reventa de entradas. O sea, un combo, monitoreado al dedillo desde la cárcel de Gualeguay, por el propio Petaco Barrientos, previo a instalarse a mirar por tv cada partido, en su celda vip, rodeado de celulares y un mayor número de chips telefónicos que van rotando semana a semana. La circulación de celulares en las cárceles es una constante. Algunos pasan, otros no. Uno puede sacar sus conclusiones sobre por qué algunos no pueden ser interceptados. Según los registros oficiales, en el 2016, en la Unidad Penal 1 de Paraná, se secuestraron 235 celulares a los presos; en lo que va del año, se lograron 74. Y ninguno es “de nadie”. Porque no hay quien se haga responsable. Nunca existen sanciones.
Barrientos tiene condena hasta el 20 de diciembre de 2023, pero en octubre de este año estará habilitado para empezar con las salidas sociofamiliares y laborales, para conseguir, en el 2019 la libertad condicional. Siempre y cuando cumpla con las exigencias que determina el Juzgado de Ejecución Penal.
A ninguno de los jefes narcos les ha resultado fácil transformarse en angelitos o cambiar de vida. La mayoría de ellos salió y reincidió, traicionados por la ambición, el poder o porque los tentáculos del negocio del narcotráfico nunca les permite el retiro efectivo de una estructura. Entonces les conviene estar más adentro que afuera de esos esquemas mafiosos.
(Más información en la edición gráfica número 1055 de la revista ANALISIS del jueves 30 de marzo de 2017)
