Claudia Martínez
(Especial para ANÁLISIS)
“¿A mí?”, se pregunta, y pauta encontrarse con ANÁLISIS en el lugar donde la banda habitualmente ensaya: el viejo local de calle Carbó frente a la Plaza Saénz Peña.
Juan Arceguet nació en Gualeguay, el 2 de abril de 1950. Su infancia no fue feliz o al menos no con papá y mamá, como la del todo el mundo, sino con una mujer o familia sustituta que lo ayudó a ser quien es hoy.
A los 12 años la vida le jugó una mala pasada y lo dejó sólo frente al mundo. Es comisario Inspector y director de la Banda de Música de la Policía de Entre Ríos, que en cada presentación convoca gran cantidad de público y tiene sus seguidores.
Es el encargado de hacer todo en su casa, desde pintar hasta trabajos de herrería y también de carpintería. Pero él quería hacer música.
“Me siento honrado por esto. No creo que sea interesante mi vida. Nací en Gualeguay. Me trajeron de chiquito a Victoria y a los 12 años quedé sin padre y sin madre. Unos vecinos que me conocían se hicieron cargo de mí. En Victoria había dos internados: un reformatorio para los chicos que se portaban mal y una escuela de música con internado. Me internaron ahí. Por supuesto que toda la vida estaré agradecido a las señoras que se hicieron cargo de mí”, comienza contando su vida, reclinado en el sillón de la antesala de la sala de ensayo.
“Gracias a eso salía los fines de semana. A los 5 años de estar internado me presenté a un concurso para rendir en la Marina. En ese entonces se rendía en Punta Mogotes y no me gustó el modo de vida de ese lugar”, dice cuando cuenta los primeros pasos antes de ser músico en una banda.
Su sueño era rendir en la Fuerza Aérea. “Rendí en la Fuerza Aérea y a los 18 años de estar ahí se abrió un concurso para poder ingresar a la Banda de Música de la Policía”, recuerda. Agradeciendo lo que la Fuerza Aéra hizo por él, se marchó para comenzar una nueva carrera en la Policía de la provincia.
“Yo quería hacer música. Y en las fuerzas armadas… El que no es músico en esos lugares hace de todo, está bien, pero lo que menos se hace es lo que uno realmente quiere, como en mi caso hacer música. Por eso cuando llamaron a la policía vine y rendí; y cuando me llamaron para firmar que estaba nombrado, salí de la Jefatura, fui a la Base y firmé la baja de la Fuerza Aérea”, detalla.
Su casa es su lugar. “Hago muchas cosas en mi casa. Ahí no entra un albañil a menos que sean cosas u obras grandes. Hago de todo, me doy maña para todo; la mitad de la casa la levanté yo. Tenía un taller de carpintería para ayudar al sueldo”, completa.
Dice que era “vago” y que el secundario lo terminó en la Escuela Alem, recién a los 33 años.
—¿A quién admira y por quién pagaría una entrada para ver tocar en vivo?
—A Charles Neidich, uno de los mejores clarinetistas del mundo (nacido en Nueva York). Y me enamoré del saxo cuando escuchaba a Fausto Papetti (un músico italiano de fama internacional que inició su carrera artística a finales de 1955). Yo quería tocar como él.
