Para la libertad, educación

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Cómo funciona el proyecto educativo en las cárceles entrerrianas

Por Ayelen Waigandt

wafis1313@hotmail.com

 

En un contexto donde la población carcelaria crece diariamente y las condiciones de alojamiento no siempre son las mejores, las cárceles entrerrianas ofrecen un interesante proyecto educativo que es mirado con interés desde los sistemas penitenciarios de otras provincias argentinas.

 

Adelina Quartino comenzó a trabajar hace 17 años como referente educativo de la Unidad Penal N°6 de mujeres, cumplió la misma función en el Penal N°1 y desde 2011 es coordinadora del Departamento Educación de la Dirección General del Servicio Penitenciario de Entre Ríos.

Se trata del área de referencia que trabaja en forma conjunta con las áreas educativas existentes en todas las Unidades Penales de la provincia. Su función es la de gestionar, acompañar, orientar y supervisar todo lo que sucede en las cárceles en relación a la educación.

En la mayoría de los casos, el rol de referente educativo es ocupado por mujeres egresadas de Ciencias de la Educación o profesionales de otros campos similares, como la psicología o la psicopedagogía.

 

Cuando una persona ingresa a una Unidad Penal entrerriana debe cumplir una serie de pasos: se le toman los datos personales, se le hace una ficha médica y debe pasar por el área educativa. Allí se realiza una entrevista enfocada a la trayectoria educativa del detenido y se lo orienta según la propuesta de cada Unidad Penal, ofreciéndole los espacios educativos que podrá transitar estando privado de su libertad.

 

Todas las unidades carcelarias de Entre Ríos tienen escuela primaria y secundaria. “Antes había escuelas secundarias semi presenciales pero a partir de un trabajo de muchos años con el Consejo General de Educación, a través de la Dirección de Educación de Jóvenes y Adultos, este año nos propusimos garantizar el derecho a la educación obligatoria y presencial tanto primaria como secundaria”, explica Quartino a ANALISIS

 

También con el CGE se ofrece una propuesta de formación profesional y de capacitación laboral en todas las unidades de la provincia: hay cursos de herrería, panificación, cocina económica, tejedor manual, construcción, sanitarista, gasista, electricista. En Paraná hay una política de incorporación de internos para realizar cursos extra muros, es decir que concurren a los centros comunitarios para poder capacitarse.

 

Además, hay una propuesta de formación universitaria en las Unidades Penales N°1 de Paraná, N°6 de Mujeres también en la capital provincial y N°4 de Concepción del Uruguay.

 

“Especialmente con la Universidad Autónoma de Entre Ríos (UADER) tenemos un trabajo muy fuerte, sostenido, sistemático, de hace muchos años, con la Facultad de Humanidades, Arte y Ciencias Sociales y la Facultad de Ciencia y Tecnología. También existe un trabajo muy estrecho, de hace muchísimos años, con el área de Comunicación Comunitaria de la Facultad de Ciencias de la Educación, a través de Extensión Universitaria, que propone desarrollar talleres de radio, teatro, cine, comunicación. Y a partir de este viernes se comenzarán a desplegar las acciones y propuestas que se vienen desarrollando en Paraná, en el resto de los penales del interior, puntualmente con un ciclo de teatro itinerante en la cárcel de Gualeguaychú”, detalla la profesional.

 

Cabe destacar que en el último año se están estableciendo lazos con la educación privada. Puntualmente con la Universidad Católica “Teresa de Ávila”, dentro de una cátedra de la Licenciatura en Psicología, las cárceles de Paraná son centros de práctica, con lo cual todo el año hay un grupo de estudiantes que realizan sus prácticas supervisadas en las unidades penales. También se trabaja con la Universidad Adventista del Plata y con la Universidad Católica de Santa Fe.   

 

Gran interés y activa participación

 

El proyecto se plantea sobre la base de considerar que la educación es un derecho y que el único derecho del que está privado un detenido es el deambular. Bajo ese paradigma se piensa la propuesta educativa para los internos de las cárceles entrerrianas.

 

El proceso educativo se viene dando siempre en crecimiento, aún con sus mesetas y obstáculos, y ello se debe a una participación activa de las personas detenidas. “Sin esa pata no tiene sentido nuestro trabajo y creo que son ellos quienes lo sostienen”, analiza Quartino.

 

En tal sentido, destaca que es un trabajo que se realiza en red. “No es solamente el Servicio Penitenciario quien lleva adelante las acciones educativas sino que además hay otras instituciones del Estado y de la comunidad que también colaboran y participan convencidos de que la educación es un derecho. Pero también siempre hay predisposición de los internos que se acercan a las distintas opciones, se levantan para estudiar, asisten a la escuela”, afirma.

 

No hay un número exacto de participación, siempre es variable y permeable, pero Quartino asegura que “poco más de la mitad de la población penal, que es de algo más de 2.500 internos en toda la provincia, participa en uno o más espacios educativos”.

 

Entre Ríos tiene una población penal caracterizada por ser en su mayoría hombres, pobres y con una historia educativa marcada por el fracaso y la expulsión escolar, y si bien no hay tanto analfabetismo –es decir que saben leer y escribir- la mayoría no pudo terminar el proceso educativo. “Encontramos mucha gente que no tiene ni la primaria ni la secundaria terminada y en muchas de estas situaciones la cárcel es una oportunidad para terminar esos procesos”, destaca la profesional.

 

“El proyecto educativo es voluntario y tiene que ver con la posibilidad o necesidad de poder pensarse estando encerrado, y con el interés de cada interno, pero sucede que hay cursos de concurrencia masiva donde hay que poner cupos porque se trabaja con mucho material y herramientas y se debe garantizar que todos los concurrentes puedan aprender y trabajar de manera óptima”, plantea.

 

En cuanto a la población carcelaria femenina, una de las características del último tiempo es su crecimiento sostenido. “Hay muchísimas chicas jóvenes y muchas de ellas no son de Entre Ríos, producto de la ley de narcomenudeo y los delitos federales, y también participan en gran número de las propuestas educativas”.

 

La cárcel granja El Potrero de Gualeguaychú incorporó la experiencia de ser cárcel mixta y aunque el alojamiento entre hombres y mujeres es separado, las propuestas educativas y algunas laborales son compartidas. “La experiencia lleva ya casi dos años y el impacto es positivo, la respuesta ha sido buena e interesante”, evalúa la referente.

 

Otra oferta interesante que se da en las unidades penales entrerrianas es el desarrollo de propuestas culturales. Es una manera de abarcar a la población penal que no accede a los espacios educativos formales y comenzar a motivarlos para reconocer que algo distinto está pasando en la unidad penal. “El teatro, el cine y la música convocan muchísimo en las cárceles. La realidad es distinta en cada lugar, no es lo mismo Paraná donde hay un montón de recursos de la comunidad para poder llevar adelante propuestas culturales que Federal, donde la unidad penal está alejada de la ciudad. Cada unidad penal tiene su idiosincrasia pero en todas hay un movimiento interesante, hay aceptación de los espacios educativos y hay profesionales que trabajan activamente en esto”, explica.

Las escuelas son independientes y tienen su autonomía del Servicio Penitenciario, tienen su organización, sus directivos, su cuerpo docente y su lógica de funcionamiento. Se trata la misma lógica de una escuela extra muros, con la única particularidad de que están dentro de una cárcel. Año a año se produce gran cantidad de egresos de las escuelas primarias y secundarias que funcionan en las cárceles, lo cual es todo un acontecimiento que se celebra con un acto de fin de curso.

 

La educación como camino de resocialización

 

A la hora de analizar la importancia del proyecto en la vida de los detenidos, Quartino reflexiona y se apasiona: “La educación es un espacio que genera otros vínculos, que le permite a las personas desarrollarse en otro sentido. La educación tiene la posibilidad de trabajar con lo potencial, con lo que el otro puede dar, con lo que el otro tiene y no sabía que lo tenía. Por eso las referentes educativas de las cárceles de la provincia trabajamos para que ese hecho pedagógico suceda y para que las condiciones pedagógicas sean las más óptimas, y para ello se trabaja en forma permanente con los docentes, con los talleristas, con los responsables de carrera, los decanos de las Universidades, para poder hacer del recorrido educativo lo mejor posible”.

 

Y además, aclara: “Sin ánimo de justificar sino de comprender cuál es la situación de los detenidos de Entre Ríos, creo que cuando se habla de algo tan trillado como reinserción, nuestra realidad dice que la mayoría de las personas detenidas no han tenido esa oportunidad. Por eso la educación es el camino, es la posibilidad, aunque no se puedan dar garantías de nada”.

 

“La resocialización no solamente depende del buen accionar de las personas sino con que haya una política de Estado que se ocupe de las personas que salen en libertad; el Estado debe garantizar que ese proceso sea lo mejor posible. En ese marco trabajamos desde el Estado y nuestro rol es posibilitar un espacio educativo para que la persona detenida pueda desarrollar otras cosas de su ser, pueda desplegar saberes, pueda interactuar, establecer vínculos y reconocer que hay otros mundos posibles. Tratar de que el tiempo detenido no sea un tiempo desperdiciado, y que puedan conectarse con otras realidades, por eso se trabaja tanto con la Universidad. Puede sonar muy romántico, pero no lo es”, asegura.

 

En ese contexto, se muestra convencida de que la posibilidad de transitar por los espacios educativos de la cárcel les da herramientas a los detenidos y eso hace que no caigan en la reincidencia. “Entre Ríos no tiene un alto nivel de reincidencia. De todos modos hay muchas variables en juego, no es que la educación por sí sola los salva de nada, se ponen en juego un montón de instituciones. No se puede decir que no hay reincidencia por la educación que tienen en la cárcel, porque no es proceso de causa-efecto ni lineal, aunque sí colabora como lo hace cualquier proceso de subjetividad”, explicita.

 

Otra faceta a destacar del proyecto, es el trabajo realizado al interior de las cárceles con el personal penitenciario. Se desarrolló una labor de concientización para poder incorporar a los funcionarios penitenciarios que son quienes están en contacto permanente y diario con los internos. Ante esto se crearon figuras nuevas como la del Coordinador Educativo. Si bien no figura en ninguna orgánica, la Dirección General del Servicio Penitenciario tomó la iniciativa de generar este rol, que es ocupado por un personal penitenciario que acompaña y colabora con el área educativa a modo de referente.

 

Una esperanza para la libertad

 

Si bien los resultados son importantes, no hay que perder de vista el transcurrir, el proceso de formación de la persona detenida y el trabajo en red para posibilitar que el desarrollo sea integral y real. La respuesta de la población penal a la propuesta es muy positiva, los internos siguen participando e integrándose, y esa es una pata fundamental de esta trama.

Como todo proyecto tiene mesetas y hay que saber transitarlas porque la cárcel es una institución compleja, pero la educación acompaña y colabora también a que el clima institucional sea más agradable, y con todo lo que significa una cárcel, se nota una mejora del comportamiento de los internos.

Con todo, es posible afirmar que en las cárceles entrerrianas se trabaja para reducir las vulnerabilidades de los detenidos, ayudándolos a encontrar oportunidades y proyectos de vida, apostando a su desarrollo e inclusión.

 

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