El cruce de llamadas que apunta a El Reda como jefe operativo del atentado a la AMIA

El terrorista Salman El Reda

Retratos del terrorista Salman El Reda, miembro del grupo libanés Hezbollah, que difunde Interpol en el marco del alerta roja vigente.

Nació en el Líbano. Nació en Colombia. Parece argentino. O libanés. Es capaz de cruzar fronteras en Oriente u Occidente a pesar de ser buscado por la Interpol. Posee una de las cualidades cruciales para ejecutar con armonía un arte que destruye nervios, mentes y almas de miles de personas: el espionaje de alto nivel. Manipula explosivos. Los sabe esconder.

También demostró que podía manipular grandes sumas de dinero para financiar el terrorismo gracias a comercios que parecían legales. Pasó años lejos de su casa. Cumplió así una misión de plazo indefinido. Armar una red de fieles del Islam radicalizado y violento. Fue coordinador de atentados de estrépito mundial. Cree que así triunfa la exportación de la “Revolución de la Yihad”. Finalmente, es también humano. Se está quedando calvo. Y teme ser atacado de imprevisto.

Es por eso que anda en moto, con casco, y lleva siempre un revolver en la cintura. Debido a las pruebas que recolectó el fiscal del caso AMIA, Alberto Nisman, muerto en enero del 2015, el misterioso Salman Raouf Salman tiene un pedido de detención internacional. Lo acusó de ser “uno de los principales responsables” de la preparación de la logística que permitió la realización del ataque contra esa entidad judía.

En el 2015, año de la muerte aún irresuelta de Nisman, Raouf Salman también empezó a ser buscado por pedido de la Corte, el organismo que instruye el caso de la voladura con bomba de la Embajada de Israel. El primer atentado se concretó en marzo de 1992. El segundo, el de la AMIA, el 18 de julio de 1994. Salman Raouf Salman tuvo un rol clave en cada uno de esos dos hechos, determinó la Justicia.

Entre otras pruebas incriminatorias, Nisman logró demostrar que dejó Buenos Aires una hora y cincuenta y tres minutos antes de que estallaran los explosivos que él mismo habría coordinado que estuvieran bien ubicados en el vehículo que también él conoció y supervisó para que estallara frente al edificio de la AMIA.

No fue una salida al extranjero por azar. El fiscal decía tener acreditado, a través de cruces de llamados y de diferentes testimonios judicializados, que Salman Raouf partió de la Argentina porque era uno de los mayores responsables de ambos atentados. Clarín recolectó buena parte de la información sobre sus posibles acciones de terrorismo, no solo en el expediente de la AMIA.

También la que se recolectó en archivos calificados de agencias de Inteligencia de países de Occidente. Para algunas de los jefes e investigadores del espionaje de esas potencias Raouf Salman es una amenaza para el mundo aún latente: se lo señala como coordinador de los atentados de Buenos Aires, y también como jefe de la Unidad de Atentados Extranjeros de Hezbollah. Se lo hace responsable, por ejemplo, de haber creado empresas fantasma para conseguir dinero para Hezbollah. E incluso sería él -siempre según esas fuentes- quien habría acumulado y escondido, quizás a través de órdenes a subalternos, dos toneladas de explosivos que se encontraron en Bolivia. Tenían un potencial de destrucción inconmensurable.

Los servicios secretos actuaron y encontraron ese “tesoro” mortal de Hezbollah. Desde el viernes, la cabeza cada vez más calva de Raouf Salman tiene precio. Y es alto. El gobierno de los Estados Unidos anunció -mientras estaba en Buenos Aires el secretario de Estado, Mike Pompeo, que está dispuesto el pago de una recompensa de 7 millones de dólares para quien lo ubique o lo identifique. A la vez, se impuso un congelamiento de los bienes que se encuentran a su nombre y la prohibición de hacer operaciones financieras en los Estados Unidos a título personal o de la agrupación terrorista Hezbollah.

El fiscal Nisman siguió la pista de “El Reda” - tal era el nombre falso de Raouf Salman-, durante años. Hasta que logró acumular suficientes pruebas en su contra como para pedirle a Interpol que emita una “alerta roja” para detenerlo si intenta pasar una frontera de modo legal.

Dijo Nisman sobre El Reda: “Samuel Salman El Reda resulta un ejemplo clarísimo de la unión estratégica entre el Hezbollah y el régimen iraní y del modo en que esta sociedad ha infiltrado agentes en América Latina a efectos de llevar adelante sus acciones”. Y agregó que “está acreditado que resultó uno de los principales responsables, a nivel local, en la preparación y consumación del ataque que el 18 de julio de 1994 destruyó la sede de la AMIA”.

Nisman tenía información que acreditaba que Salman El Reda vivió en nuestro país de forma salteada pero sostenida, entre 1989 y 1994. Que nunca abandonó su rol de agente “infiltrado” de la Hezbollah en Buenos Aires, en la Triple Frontera, en Brasil y en Colombia. Y que fue en la mezquita At Tahuid, liderada por el clérigo Mohsen Rabbani, otro acusado de ser ideólogo del atentado a la AMIA, donde Salman asentó su vida antes nómade. Era un aliado de Rabbani en la Inteligencia previa a los atentados que organizarían juntos en nombre de la “Yihad Islámica”, según la Justicia.

Pero también fue gracias a él que en esa mezquita, ubicada en el barrio de Flores, conoció a quien sería su esposa y madre de sus hijos. La argentina Silvina Saín. Ella trabajaba en el entorno del clérigo que tenía además inmunidad diplomática de la embajada de Irán. Salman Rouf Salman se casó con Sain en 1989.

Ese lazo terminó por ayudar a Nisman en sus investigaciones. Ocurre que tras años de trabajo, logró determinar que Salman Raouf Salman, primero, se llamaba realmente así, y no Salman El Reda, como figuraba en su pasaporte trucho de Colombia. Y tampoco era Antonio Hadad, otro nombre falso que usaba cuando actuaba en Brasil.

El fiscal del caso AMIA presentó no solo testimonios en contra de las actividades terroristas de Raouf, y clarificó sus vínculos con Rabbani y cuáles fueron sus trabajos en las previas de los atentados a la Embajada y la AMIA. También elaboró cuadros con los diferentes entrecruzamientos de teléfonos que se hicieron desde líneas vinculadas a Salman Raouf durante el 21 de abril de 1994 y el 18 de julio del mismo año. Ese día explotó la AMIA.

Esos llamados coincidían con distintas fases del avance del desarrollo del atentado a la entidad judía. Para las agencias de Inteligencia del extranjero, Salman Raouf ayudó a esconder los 400 kilos de explosivos que se cargaron en la Traffic que manejó un chofer suicidada contra el frente de la AMIA. Alquiló o compró una casa en la que se escondió el ingeniero Malek Obeid, que armó esa bomba. Fue él quien habría buscado en un escondite en Buenos Aires a buena parte de los detonadores que se usaron en ese ataque. Los había enterrado en un pequeño pozo realizado en el Parque Centenario, años antes, uno de sus subalternos de la Yihad Islámica.

Las acciones de Salman Raouf sobre las diferentes etapas del atentado a la AMIA son aún más. Incluso la información de Inteligencia de agencias de los servicios secretos extranjeros afirman que también fue él quien controló dónde se estacionaría la Traffic que el lunes 18 de julio volaría la AMIA. Y también se ocupó de acompañar a su chofer suicida, identificado por la Justicia como Ibrahim Berro.

Cada uno de esos pasos eran comunicados desde diferentes teléfonos por Salman Raouf a la central de comunicaciones que Hezbollah había montado en la ciudad brasileña de Foz de Iguazú. Desde una misma línea de teléfono ubicada en Lavalle 893, el 9 de julio se hicieron llamados a “la Central de comunicaciones utilizada por miembros de Hezbollah”, y también al “abonado instalado en el domicilio que, en el Líbano, habitaban los padres de Samuel Salman El Reda” (sic del escrito de Nisman)”.

Lo mismo ocurrió en otras fechas claves para acciones que tuvieron que ver con el atentado a la AMIA. En mismas fechas, y horarios pegados, Nisman pudo probar que desde un mismo número de teléfono, también ubicado en el centro porteño, se llamó a la “central de comunicaciones de Hezbollah”. Y luego a “abonado instalado en el domicilio que, en el Líbano, habitaba desde junio de 1994 Silvina Sain (esposa de Salman El Reda)”.

Nisman redactó en un escrito judicial que “la existencia de llamados con idéntico destino tanto desde locutorios como desde el domicilio Samuel Salman El Reda tenía en Sergipe 67 de Foz de Iguazú, permite colegir sin margen de error que fue él quien hizo las llamadas en la coordinación de la fase final del atentado”.

A eso se suma, según escribió Nisman, que estaba “probada la presencia de El Reda en nuestro país para la época en que fueron realizadas” esas llamadas.

Las pruebas son muchas más. Pero quizás la más gráfica es la que indica que “desde el abonado 772-2005 ubicado en el aeropuerto Jorge Newbery de Capital Federal”, se realizaron, el 18 de julio, día en el que explotó la bomba terrorista en la AMIA, “los siguientes llamados”. Y se señala que a las 07:41 AM se comunicaron desde ese telefónico público al número 55 45 975 116, que pertenecía a André Marques. Es el nombre en clave que usaba uno de los yihadistas que estaba en Brasil y recibía las novedades sobre lo que ocurría en secreto en Buenos Aires.

Está acreditado que veinte minutos después de ese llamado, Salman Raouf Salman tomó un vuelo hacia la Triple Frontera. Una hora y cincuenta y tres minutos después del despegue de esa aeronave de línea estallaba la AMIA. Abordó el vuelo 66 de Austral a Puerto Iguazú. Luego pasó a Foz de Iguazú. Desde Brasil, Raouf Salman voló al Líbano. Allí está ahora. Nisman murió de un balazo en la cabeza. Las pruebas que recolectó contra Salman Raouf Salman, aún así, continúan acechando al terrorista. Esté donde esté.

Fuente: Clarín

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