Lo que Milei sabe que Villarruel dice saber

Victoria Villarruel nunca se cuidó demasiado en expresar dudas sobre el equilibrio presidencial, y el riesgo institucional. El cruce por el DNU, es sólo un reflejo de diferencias profundas.

Victoria Villarruel nunca se cuidó demasiado en expresar dudas sobre el equilibrio presidencial, y el riesgo institucional. El cruce por el DNU, es sólo un reflejo de diferencias profundas.

Por Gustavo González (*)

 

El problema no comenzó esta semana cuando Victoria Villarruel habilitó la sesión para el tratamiento del mega- DNU, pese al pedido en contrario de Javier Milei.

El problema es anterior y data de cuando el Presidente supo lo que su vicepresidenta andaba diciendo que sabía.

Y lo que la vicepresidenta decía que sabía, o creía saber, era sobre el equilibrio emocional del Presidente y la incertidumbre institucional que podría generar su accionar. No es raro que Milei estuviera al tanto de la preocupación de su compañera de fórmula, ya que es lo que ella contaba no sólo en off the record.

“Ella está lista”. En la primera semana del año, después de un encuentro de la vice con el corresponsal del Financial Times, el periodista elogió el estilo “pulido y refinado” y las cualidades políticas de Villarruel, al tiempo que calificaba a Milei como “un excéntrico de arranques irascibles” y advertía sobre la “posibilidad real de que no complete sus cuatro años de mandato”.

El artículo también incluía la opinión de un diplomático asentado en Buenos Aires, para el cual era de esperar que Villarruel terminara armando un proyecto político para presentarse como candidata presidencial: “Creo que hay que observarla atentamente –decía el diplomático–, ella está lista para lo que sea”.

Como si hiciera falta aclarar que se había sentido bien reflejada por el artículo, ella misma se encargó de retuitearlo: “Nota en el Financial Times ‘I think you have to watch her closely’, he said. ‘She is ready… anything’”. Destacando el textual en el que el diplomático decía que ella estaba preparada para lo que fuera necesario. 

Pero antes de esa confirmación, el Presidente ya sabía lo que en reuniones informales su vicepresidenta decía saber sobre el verdadero equilibrio emocional del mandatario electo, los riesgos institucionales y sobre sus propias expectativas políticas.

Poco antes del balotaje, en los actos de campaña que ella comandaba, los carteles que se veían no eran de La Libertad Avanza ni de apoyo a Milei sino banderas azules con el nombre Victoria Villarruel estampado y una “V” de color fucsia. El mismo domingo del balotaje, ella concurrió al búnker libertario con su propia militancia y sus propios carteles. Lo que Karina Milei se encargaría de cobrarle esa misma noche, impidiéndole hablar tras el triunfo. Ya antes, no se le había permitido hablar en el cierre de campaña de la fórmula que ella integraba, en la provincia de Córdoba.

 

“Hay que cuidar a Javier”

 

También es sabido que sus aspiraciones de manejar las áreas de Seguridad y Defensa, quedaron en nada después de la designación de Bullrich y Petri para ocupar esas carteras. Un disgusto para la vice, porque ya había tenido reuniones con especialistas en esas áreas, con diplomáticos y con servicios de Inteligencia extranjeros.

Así como el Presidente sabe que ella no se cuida en expresar dudas sobre sobre su equilibrio emocional, la vicepresidenta también sabe que todos los enojos de Milei con ella arrancaron cuando él se enteró lo que decía.

Cerca de su despacho en el Senado se cree que fue una filtración de Mauricio Macri, tras un encuentro que habrían mantenido en diciembre y que ninguno de los dos hizo público. En esa reunión el expresidente habría expresado sus suspicacias sobre la psicología del libertario, que ella habría abonado y ampliado.

En el círculo íntimo de Milei están convencidos de que esa conversación existió (“Victoria es el ‘Plan V’ de Mauricio”). El distanciamiento entre el Presidente y el expresidente estaría cruzado por la arriesgada sospecha oficialista, de un complot en ciernes, que incluiría una presidencia de Villarruel y un acuerdo formal con el PRO. Algo que todos mencionan y en público desmienten.

Pero habría habido un hecho anterior a prueba de desmentidas, ya que quien lo escuchó habría sido la misma hermana presidencial. Fue después de que Milei designara a Shimon Wahnish como embajador en Israel.

Wahnish es su rabino personal, quien lo introdujo en el estudio de la Torá y lo contenía espiritualmente. En medio de un evento, a poco de asumir y del que participaron Villarruel y Karina, la vicepresidenta le habría expresado a un reducido grupo de personas la necesidad de encontrar a otro guía espiritual que tomara el rol del rabino en cuanto a la contención emocional de Milei. Quienes la rodeaban creyeron escuchar eso y su pedido de “cuidar a Javier”, aunque se quedaron con la duda de si se trataba de una preocupación genuina o si, además, pretendía revelar la fragilidad del nuevo mandatario.

En cualquier caso, fue una escena que Karina habría conocido y relatado a su hermano.

 

Dos proyectos distintos

 

Desde la recuperación democrática, no existió una dupla presidencial cuyos integrantes estuvieran tan enfrentados. Pero este caso sobresale por tres diferencias: 1) los choques comenzaron antes de la asunción, 2) se puso en debate la salud emocional de uno de ellos, y 3) nunca hubo dos personas tan distintas ideológicamente que ocuparan los dos cargos institucionales más importantes del país.

Sobre el último punto: Javier Milei es el primer presidente anarcocapitalista de la historia. Esto es, alguien que predica la desaparición del Estado de toda la vida pública y la liberalización extrema de los hábitos y creencias de las personas.

En cambio, Victoria Villarruel es una nacionalista ultracatólica que no solo no promueve la desaparición del Estado, sino que considera esencial su presencia; por ejemplo, en las dos áreas que Milei le negó comandar: Seguridad y Defensa.

Desde lo religioso, ella está cerca de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, fundada por el fallecido arzobispo Marcel Lefebvre, un grupo crítico del Papa e inspirado en obispos con posiciones que bordean el antisemitismo. También participa de la Fundación Tridentina por los Valores Clásicos. El nombre remite a la “misa tridentina”, que reivindica la forma de misa previa al Concilio Vaticano II (en latín y de espaldas a los feligreses).

Es histórico el enfrentamiento en el mundo entre liberales y nacionalistas. Aquí, incluso, hubo choques armados cuando los militares ejercían el poder y se dividían en esos bandos (en 1962 hubo batallas en la Ciudad de Buenos Aires entre esos sectores, conocidos como “Azules” y “Colorados”). Tanto para el nacionalismo conservador como para el integrismo católico, el liberalismo es un enemigo similar al comunismo.

En las corrientes en las que Villarruel se identifica, se emparenta al liberalismo con la posmoderidad, con un ecumenismo que debilita a la Iglesia Católica, con el libertinaje de las conductas personales y sexuales, el endiosamiento del mercado y la degradación del Estado-Nación.

Si corporizaran al Mal, Milei sería su máxima encarnación. Porque desde esa concepción él, como anarcocapitalista, es algo peor que liberal. Es promotor de una ideología por la cual la libertad y determinación de las personas se imponen siempre por encima de cualquier constricción religiosa o estatal.

 

“Soy loco, pero no boludo”

 

En YouTube se pueden encontrar interesantes debates entre intelectuales de la llamada “nueva derecha”.

Entre ellos, están los “villarruelistas” que muestran el voto a Milei como una necesidad táctica con el objetivo de recuperar los valores católicos y nacionalistas; y cuestionan la cercanía del Gobierno con Israel y el judaísmo, y su defensa laxa de la última dictadura militar y de la soberanía sobre Malvinas.

Hace tres semanas, en Corrientes, el Presidente dijo: “Soy loco, pero no boludo”. La vicepresidenta quizá crea lo primero, pero no debería ignorar lo segundo.

Porque puede estar legítimamente preocupada por la psicología de su compañero de fórmula y la institucionalidad del país, pero cometería un error si en pos de alcanzar sus objetivos políticos, sigue subestimando la inteligencia de Milei.

 

(*) Gustavo González es presidente y CEO de Editorial Perfil. Esta columna de Opinión fue extraída del portal de Perfil.

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