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Memoria Frágil: Orlando Rivabén, el querido profesor

El profesor Orlando Rivabén, el docente que marcó a generaciones enteras con el ejemplo de su vida.

El profesor Orlando Rivabén, el docente que marcó a generaciones enteras con el ejemplo de su vida.

De ANÁLISIS

En el programa de televisión Memoria Frágil (Canal 9, Litoral todos los sábados a partir de las 20:30 y también por YouTube -www.youtube.com/@memoriafragiltv16), se recordó la trayectoria e influencia generacional que marcó el profesor Orlando Rivabén, uno de los docentes más apreciados y respetos de Paraná.

Un docente culto, respetuoso, colaborador, solidario, de innegociables valores elogiosos y fundamentalmente una muy buena persona.

Quienes ofrecieron sus testimonios coincidieron en destacar esas cualidades. Se trata de su hija Sandra; sus nietas Luisina, Florencia y Antonella; sus ex alumnas y luego colegas en la Educación Patricia Politti, Isabel Giménez, Sandra Dilello, Rita Dumoulín y sus ex alumnos Luis Garibotti y Mauricio Dayub.

Orlando Rivabén era de los profesores más queridos de Paraná. Hombre de convicciones, buena persona, culto, siempre predispuesto a dar una mano a docentes, alumnos y vecinos, había nacido en Paysandú (Uruguay) a principios de la década del ’30 y poco después se fue a vivir a Gualeguay con su familia, donde concretó sus estudios, se casó y nacieron sus tres hijos. A fines de los ’60 llegó a Paraná y no se fue más. Orlando Rivabén fue clave en la formación de cientos de estudiantes en la Escuela Nacional de Comercio y hoy se lo extraña como a pocos.

Sandra Rivabén es hija de este profesor. Memoria Frágil registró su testimonio: “Se lo ha reconocido muchísimo y se lo reconoce todo el tiempo. Y todo el tiempo me estoy topando con gente que fue alumna de él o colega de él o que lo ha conocido por alguna otra circunstancia y me llena de orgullo las cosas hermosas que me dicen de él. Y además siento siempre me mis dos padres en general, ponen la vara muy alta. Entonces, bueno, uno se siente muy comprometido con eso. Pero me emociona mucho cuando me hablan de mi padre. La gente que me encuentra en la calle o que me dice algo, que yo no soy la hija de Orlando. Y es muy emocionante que eso suceda. Creo que fue un hombre muy querido, pero porque él era muy... Fue gente muy respetuosa, muy respetuoso de los demás... de su entorno”.

Mauricio Dayub, fue su alumno y así lo recordó: “Yo creo que Rivabén era un maestro excepcional. Y era excepcional justamente porque era un tipo común. No tenía la postura del maestro, no tenía, no era el estereotipo del maestro. Era alguien que a nosotros -que éramos chicos, adolescentes- nos trataba como si fuéramos adultos, siendo que nosotros, cuando hablábamos con él, estábamos que nosotros cuando hablábamos con él, estábamos convencidos de que no estábamos a la altura de él, pero él disimulaba esa diferencia. Por eso, era un maestro; porque nos enseñaba cosas sin proponérselo, por la actitud que tenía”.

Por su parte, Isabel Giménez, aportó: “Siempre me emociono con él. Es como que me genera esa emoción muchísimo. Y es porque, o sea, me transmitió tantas cosas lindas que es difícil procesarlo. Él tenía esa característica, como dijeron, hecha de los valores. Y supo integrar chicos de muchas... que provenían de muchas características diferentes, tanto sociales como económicas, como la procedencia de cada uno. Hizo que todos nos uniéramos. Entonces, hasta el día de hoy hay esta familiaridad que planteaban las entrevistadas anteriores. Esta familiaridad por el tema de que somos como una gran familia, y a pesar de que han pasado un montón de años, por ejemplo, yo con Rita, cuando yo ingreso en primer año, Rita ya había egresado. Sin embargo, hoy trabajamos juntas y hay ese compromiso con la escuela, compromiso con esos sentimientos de acompañar y ayudar al resto. Y todo eso lo transmitió él. Esto de valorar”.

Patricia Politti se suma al recuerdo con este testimonio: “Al profesor Rivabén lo conocí allá por agosto de 1985, cuando como profesora novel ingreso a trabajar en el Colegio Nacional, porque la Escuela de Comercio, si bien se funda en 1947, porque se necesitaba para el sistema financiero que se estaba desarrollando en el país, peritos mercantiles, con ese objetivo se crea la Escuela de Comercio. Empieza a funcionar en el Colegio Nacional, turno tarde. Bueno, es evidente que esa formación de peritos mercantiles era necesaria y en Paraná teníamos nada más que los formadores, que se llamaban Tenedores de Libros, que formaba la Escuela (…). Así que esto vino a irrumpir un mercado que estaba necesitando por la ampliación de todo el sistema financiero argentino, este tipo de egresados. Así nace la Escuela de Comercio: Colegio Nacional, turno tarde. Bueno, llega a la dirección del Colegio de la Escuela de Comercio en el ´76. Ya estaba él como vice director y posteriormente asume el cargo de director. Y era una escuela que se expandía, se necesitaban aulas. Y yo me acuerdo que él siempre nos contaba, bueno, estábamos ahí limitados porque no era un edificio propio. Inclusive era tanta la demanda de bancos que, con egresados que no pudieron hacer su secundaria en Comercio I, con ese grupo de gente se forma la Escuela de Comercio II Manuel Belgrano. Y empieza el profesor Rivabén a trabajar con un grupo de gente, a través de la cooperadora Onésimo Leguizamón, en el objetivo de tener un edificio propio”.

 

Los inicios como docente

Orlando Rivabén comenzó su tarea docente en el Colegio Nacional de Coronel Dorrego, en la provincia de Buenos Aires, en 1954, pero dos años después retornó a Gualeguay a la Escuela Normal Ernesto Bavio, donde se había formado en la primaria y secundaria. Allí también se enamoró de Martha Mónaco, una joven paranaense, que había llegado a Gualeguay para iniciar sus actividades de danza clásica, con la que se casó en febrero de 1959 y fue la madre de sus hijos.

Su hija Sandra comparte los orígenes familiares, una identidad que se transmitió de generación en generación: “La familia de él, sus padres, vivieron en Italia. Con la guerra y con la hambruna que había en Europa se vino una tía abuela mía. O sea, una hermana de mi abuela. Se vino y cayó en Gualeguay. En Gualeguay, porque Gualeguay era un gran puerto en ese momento. Esa zona. Y muchos de los inmigrantes que venían de Italia fueron a caer ahí. Mi tía era obstetra. Había estudiado en la Universidad de Padua. Y era una profesión que acá no existía en ese momento. Y mi abuela fue la primera obstetra que había en esa zona, en esa región. Con lo cual empezó a ir muy bien. Entonces, como hacían casi todos los inmigrantes italianos que vinieron en ese momento. Cuando empezaban a poder tener algún recurso económico. Les mandaban a sus hermanos o a sus padres para que vinieran. Entonces, así fue como ella trajo a su hermana Santa, que era mi abuela. Pero su hermana Santa no llegó a Gualeguay. Por esas cosas del destino, el barco de ella bajó en Paysandú. Y mi abuelo, que venía en otro barco, en otro momento diferente, también ancló en Paysandú. Venían de dos pueblitos del Norte que estaban cerquita, pero no se habían conocido nunca. Pero, se conocieron en Paysandú. Y bueno, ahí se casaron y ahí los tuvieron a mi papá y a mi tío. Las cosas se pusieron bastante difíciles allá en Uruguay. Y mi tía abuela, que estaba acá en Augusta, en Gualeguay, se ofreció a traerlos para educarlos y poder mandarlos a la escuela y demás a los dos. Con lo cual, su familia inicial, imagínate que él vino de cinco años acá a Gualeguay y dejó su madre y su padre en Paysandú. Y su familia empezó a ser su madre postiza, su tía Augusta. Era una mujer, calculo yo, como todas las mujeres de esa época, que venían de un lugar como Europa, con todas las peripecias que estaban pasando allí. Y bueno, y hacerse la vida sola, porque cayó solita acá, se casó después acá él. Y yo creo que mucho del temple de mi papá, y todo lo que era de fuerte y de ir para adelante siempre, tuvo que ver, obviamente, con la historia de cada uno de nosotros tiene que ver con el pasado, sin duda. Pero en él creo que quedó muy marcado eso, de tener que hacer las cosas bien, de ser honesto, de trabajar, de disfrutar, de cuidar la familia, en fin. Todas esas cosas creo que las fue sacando y las fue mamando, digamos, de todo ese tiempo en el que vale él. Bueno, se tuvo que criar prácticamente sin los padres, con esta tía, que fue la partera de mi nacimiento y la de mis hermanos y todo. Ahí, él creció ahí en Gualeguay y ahí se conoció con mi mamá”.

A su turno, Luis Garibotti –ex alumno de Gualeguay, se sumó con su recuerdo: “Creo que entre las grandes cosas que me ha dado la vida está haberlo tenido Orlando Rivabén como profesor de Matemáticas en mi primer año en la Escuela Normal “Ernesto Bavio” de Gualeguay. Lo veo claramente a Orlando, dinámico, atento, cordial, optimista entrando a la clase, tratando de quitarnos de la mente el fantasma del temor a las Matemáticas. Tenía una consigna, era muy claro: atender, entender, aprender. Esto lo repetía entrando con paso vigoroso al aula de mi querida escuela normal. Y allí fui aprendiendo con él, no solamente los secretos de las matemáticas, sino también grandes valores de la vida”.

Isabel Giménez expresó: “Me acuerdo cuando ingresé, cuando... Ahí tomamos el numerito para poder ingresar, porque antes era distinto que ahora. Antes había que ir a sorteo para poder ingresar en esta escuela. Y yo tuve el privilegio de empezar primer año, ser la primera promoción que empezó. Primer año hasta quinto año, estrenando este edificio. Para nosotros fue muy significativo, un montón de cosas. Y en mi vida personal también. En ese momento yo venía, mi papá albañil, mi mamá ama de casa, y de pronto me encontré con toda una realidad y un montón de posibilidades y aprendí muchísimas cosas. Y una persona como Rivabén, que nos integró a todos y nos enseñó a valorar a todos, a cada uno, y a encontrar en cada uno su fuerte”.

Su hija Sandra destacó su bondad: “Fue muy dado a los demás. Siempre estaba a la expectativa de que estuvieras bien. De que los que estaban alrededor de él estuvieran bien. De que estuvieran contentos, de que tuvieran todas las cosas, de atenderte. Bueno, cuando almorzábamos, toda la familia junta los domingos. Bueno, a él le encantaba cocinar. Hacía los tallarines él. Amasaba él. Y a veces, bueno, estaban todos los tallarines colgados. Las barras de danza de mi mamá, los tallarines colgados. Como era, al mediodía e invitaba a toda la familia. Y fue un tipo que... Del cual aprendimos todos a valorar no solo lo que es la amistad y lo que era la familia. Que quizás fue una de las cosas que a él le faltó en sus inicios de la vida. Sino también a valorar la vida en sí misma. El contacto con la naturaleza. Le encantaba ir al camping, por ejemplo. Él siempre anduvo, siempre anduvimos, siempre nos llevó. Y conocimos un montón de lugares. Yendo en carpa, primero; y en casa rodante, después. Y él era el que motivaba siempre todas esas cosas. Y nos hacía notar lo importante y lo trascendente que era estar cerca de la naturaleza. Lo bien que hacía estar cerca de la naturaleza. Me acuerdo cuando... Él amaba irse de camping. Siempre tuvo eso en la cabeza. Desde que yo era chiquita me acuerdo que siempre tuvo eso en la cabeza. De viajar así, en carpa. A mi mamá no le gustaba. No quería saber nada de mi mamá. En Navidad yo tendría doce años o menos, capaz. Nueve, por ahí. En Navidad él cae con la carpa. Para hacer la feria de carpas. Y la arma en el living de la casa de mi abuela. La carpa de esas estructurales, anaranjadas. Bueno, nosotros estábamos enloquecidos. Imagínate, nosotros éramos chicos. Mi hermano ocho, el más chico siete. Era una ´re aventura´, un ´planazo´. Poder irse en carpa a donde sea y a donde fuera. A mi mamá le gustaba. Nada de carpa, pero bueno. Ahí marchamos y gracias a eso conocimos un montón de lugares. Porque íbamos con la ´Renoleta´ en ese momento, cargada, cargada de cosas, cargada de cosas encima. El portaequipaje era como otro auto más. Y nosotros en la parte de atrás, con el asiento tirado para adelante. Y con un colchoncito y ahí estábamos los tres. Y bueno, así fuimos a un montón de lugares que pudimos conocer gracias a eso, a esa idea y ese ímpetu de andar de camping. Y eso nos enseñó muchísimo”.

La llegada a Paraná

Llegó a Paraná en 1967, al asumir funciones en la Junta de Clasificaciones del Consejo General de Educación. Y en 1973 se acordó su traslado definitivo a la Escuela Nacional de Comercio Justo José de Urquiza, cuya dirección interina asumió un año después. La Escuela de Comercio fue su vida. Su obsesión. Su sueño. Fue donde peleó y peleó por el edificio propio, hasta que lo logró, en agosto de 1986.

Mauricio Dayub lo recuerda y lo valora con emoción: “Todos tenemos algún recuerdo de algún momento de nuestra vida de jóvenes, de adolescentes, habiéndonos encontrado con él y teniendo una actitud de parte de él que nos ubicaba, pero sin hacernos sentir ridículo. Nos ubicaba con corrección y con una cosa paternalista, como si los alumnos podríamos ser sus sobrinos o incluso sus hijos. Muchas veces cuando uno es chico respeta o recuerda más a los maestros que nos las hacen fáciles. Sin embargo, después cuando pasa el tiempo, uno advierte que los maestros importantes fueron los que nos enseñaron cosas inolvidables. Y Rivabén dejó eso en todos nosotros. Nos dejó enseñanzas inolvidables”.

Luis Garibotti destaca sus valores que fueron ejemplo para ellos: “La generosidad, el compañerismo, la lealtad, la veracidad, el compromiso de ayuda con el otro. ¡Ese era Orlando Rivabén! No solamente las Matemáticas, sino los grandes valores. Era generoso, era generoso. Era cultivador de la amistad, pero sin demagogia. Y la vida me dio otra gran satisfacción: terminé siendo su amigo a través de los años. Y era uno de esos hombres que tienen la capacidad de alegrarse con la alegría del otro. Ese era Orlando”.

Patricia Politti recordó cómo se dio la posibilidad de contar con edificio propio para la Escuela de Comercio: “Se da la posibilidad de que el Banco Nación le cede al Ministerio, porque se dependía del Ministerio de la Nación, de Educación de la Nación, ese predio que está en 5 Esquinas. Y ahí, en el 79, se coloca la piedra fundamental, que si pasás por la esquina de Ramírez y Urdinarrain está la piedra fundamental. Fue un acto importante y muy conmovedor porque, bueno, juntaba aspiraciones de mucho tiempo. Con ese equipo de gente comienza a trabajar la cooperadora y la Nación en conjunto. La cooperadora, imagínate el trabajo de esta gente, en ese momento encabezada por Dora Luz de Trápaga. Bueno, logran invertir el 25% del total de la obra, con recursos propios, como todas las cooperadoras escolares, y en el ´86 inaugura el edificio. Yo ingreso un año antes como profesora al Colegio Nacional, y ya al año siguiente nos trasladamos al edificio nuevo. Un edificio que para la época era, digamos, moderno, tenía un espacio importante. Orlando siempre nos decía, bueno, esto es, o sea, la construcción en sí misma, esto es lo pedagógico, pero acá nosotros tenemos la suerte de tener el campo de deportes que tiene hoy la escuela. Un espacio que él consideraba importante porque él decía, bueno, este es el espacio verde, este es el pulmón de las Cinco Esquinas. Lentamente se fueron colocando árboles representativos de la ciudad. Se le fue dando valor en el sentido de que allí se desarrollaban todas las actividades deportivas y también culturales que hacía la Escuela de Comercio”.

Lorena Dilello, vicerrectora de la Escuela de Comercio N° 1 destacó: “Orlando fue una persona muy importante, un rector importante de esta institución. No porque el hecho de ser el rector, sino que los valores que nos trasmitía en diferentes cosas. Nosotros hacíamos jornadas de limpieza, nos enseñaba el cuidado de las cosas, la importancia que tenía la Escuela. Porque mi promoción, la promoción del ´93, tenía el edificio nuevo prácticamente… y el valor, todo lo que costó la construcción del edificio fue muy importante. La participación de los estudiantes para Orlando era muy importante. Siempre nos tenía en cuenta y él nos aconsejaba, muchas veces que nosotros por ahí teníamos horas libres, y nos cruzábamos en los pasillos, charlábamos con él. Era un placer escucharlo hablar y enseñarnos cosas. Para nosotros era una figura muy importante. Nosotros veníamos a la escuela y la escuela era como nuestra casa. No importa del año en el cual veníamos, si éramos de primero, de segundo, de tercero, todos nos conocíamos, éramos 1.500 alumnos, y lo que había logrado Orlando era hacernos sentir el sentido de pertenencia a la escuela, valorar los ´profes´, valorar la familia, valorar el esfuerzo, enseñarnos esto de la importancia de la educación, la importancia de seguir estudiando, de tratar de que fuéramos mejores personas”.

Por su parte, Rita Dumoulín, administrativa de la Escuela de Comercio, resaltó: “Hace 33 años que trabajo acá. Es una segunda casa para mí. ¿Qué puedo decirte? Como ex-alumna y personal de la Escuela, considero que el profesor Rivabén es una persona muy importante. Una persona que tenía valores que transmitía a sus alumnos, muy comprometida con su ciudad y principalmente con todas las generaciones que pasaron por la Comercio 1. Cursé el quinto año en esta escuela, para esa fecha tan especial pude compartir junto a mis compañeros del 5° Año B un acto con mucha emoción donde las autoridades educativas le hicieron un reconocimiento en vida a nuestro querido profesor Orlando Rivabén. Hay montones de vivencias, sin duda mi compañera podrá, ella es un poco más joven, si logra vencer la emoción podrá contarnos y agregar más anécdotas. Pero lo guardamos todos en nuestro corazón con muchísimo cariño”.

Un hombre comprometido con la educación

Orlando Rivabén estuvo durante 17 años al frente del rectorado de la Escuela de Comercio. Solo se interrumpió ese rol entre 1981 y 1983, en que aceptó ser subsecretario de Educación de la provincia. Pero luego retornó a su querida escuela hasta que el gobierno de Carlos Menem pasó los establecimientos de la Nación a las Provincias y fueron cesanteados todos los directores, entre ellos el profesor Rivabén.

Su hija Sandra recordó: “Todo ese proceso lo viví y la dedicación que él tenía y el amor que él tenía con esa Escuela hasta a veces nos daba celos, porque él, ¿qué le pasaba en esa escuela? Él soñaba con hacer ese edificio. Tan era así que se iba en bicicleta, en bicicleta a la Escuela, y se iba a ayudar a los albañiles, a todos, bueno, movilizó a toda la cooperadora también, que hacían cosas para conseguir ladrillos y materiales y demás. Y él estaba ahí, él estaba encima de eso. Para mí fue una mente brillante en ese sentido, tuvo esa visión de darse cuenta de lo importante que era en ese momento ponerle las energías a esa escuela y tratar de que esa escuela sea lo que terminó siendo después. Acompañado por un grupo de gente espectacular también, porque yo recuerdo mucho esa época. Y no fue él solo, sino que estuvo muy acompañado por la cooperadora, por los docentes, en fin, él le dio impulso, digamos. Y hasta donde yo sé, fue muy moderno, fue muy moderno en su concepción de la educación para lo que era ese momento, e instaló un formato que también fue novedoso en ese tiempo acá en la escuela. Y a mí me da mucho orgullo cuando me topo con algún alumno de él y me habla maravillas de cómo era mi papá, de todo lo que había hecho, de lo amigo que era con los alumnos, que eso es una cosa que, digamos, no sé cuántos de nosotros nos acordamos. Eso es una cosa que a mí también me queda, no sé cuántos de nosotros nos acordamos de nuestros directores de la escuela o de nuestros profesores. Por ahí te acordás, pero no con esa relación tan amorosa de hablar, no sé, quedarte 15 minutos hablando de él en un encuentro. Eso a mí me emociona, me emociona muchísimo, porque se ve que más allá de lo que uno veía en él, había muchas cosas que como profesional él tenía, que iban más allá de su vida personal”.

Como ex alumna, Isabel Giménez, resaltó: “También quiero destacar que no solamente tenía esa actitud, y de transmitir valores, sino que conocía a cada uno de los alumnos de la escuela, y no solo a los alumnos, a los padres también. Mi mamá, por ejemplo, yo estaba hablando con ella hoy, y se acordaban un montón de cosas, un montón de anécdotas y de cosas, y se generó un diálogo muy lindo, donde ella recordó un montón de situaciones. Pero, sobre todo esto: destacar como él acompañaba a los padres, pero a su vez generaba que los padres lo acompañen también. Los padres venían a la escuela, los padres acompañaban a sus estudiantes, y él, a su vez, era una guía. Para mí era un gran ejemplo. Y si bien estudié un montón de cosas, terminé siendo docente, haciendo cursos de secretario. El año pasado estuve de secretaria acá en la escuela. Tuve el honor y el orgullo de estar de secretaria acá en la escuela”.

Politti recordó el acto de inauguración de la Escuela: “Ese acto en el 86, fue el 16 de agosto de 1986. Yo lo que recuerdo es su emoción. Él era una persona muy sencilla y obviamente que él siempre decía, ahí define cuál era el objetivo de la Escuela de Comercio: formar, en ese momento, egresados con el título de Peritos Mercantiles, pero preparados para insertarse en una sociedad tanto en el ámbito del trabajo como en los estudios superiores. Bueno, en ese acto estuvo el que era entonces ministro de Educación de la Nación, el gobernador, el intendente Humberto Varisco. Fue un acto importante y rodeado de toda su gente de docentes, alumnos y toda la comunidad. Fue un acto muy importante para la ciudad también”.

Luisina Minni es su nieta y así lo recuerda: “La verdad que para mí siempre fue un orgullo que me que cuando decía que mi abuelo era Rivabén, Orlando Rivabén, la gente me diga: ´Ay, el profesor Rivabén´. Me pasó con los años y en el lugar en donde estoy, en donde cada vez que cuento que soy la nieta de Orlando Rivabén, la gente lo recuerda con mucho cariño, con un amor que de verdad se siente, se nota, y a mí me sigue el día de la fecha, por supuesto, llenando de orgullo y se me llena el corazón de amor y me recuerda a un montón de historias que él mismo nos contaba a mí, a mis hermanas, de muchas de sus historias en los colegios y en su vida en general. Porque, lo cierto es que mi abuelo, aparte de estar muy involucrado en el Colegio de Comercio, también estuvo vinculado con la Escuela Normal acá en Paraná, en la ciudad de Gualeguay estuvo vinculado con otros colegios. Pero, también aquí desarrolló mucho su actividad en el Automóvil Club, en distintos espacios de la vida en sociedad, digamos que lo recuerdan muy gratamente a mi abuelo, y la verdad que para mí eso es el principal orgullo de ser su nieta”.

A su vez, Florencia Minni que también es nieta de Orlando Rivabén, se sumó conmovida: “Mi relación con mi abuelo, con Orlando, fue hermosa. Para mí era como mi segundo papá. Tengo un millón de anécdotas muy lindas para contar. Era un abuelo muy presente, muy, muy presente. Y estaba siempre para nosotras. Hay algo que nosotros disfrutábamos mucho cuando éramos chiquitas, que eran los campamentos con la casita rodante, que solíamos ir mucho, muy seguido, a la escuela Agrotécnica de Villa Urquiza. Y hay una anécdota particular que no me la voy a olvidar más. Un día que fuimos a ir a acampar a la escuela Agrotécnica de Villa Urquiza, un día de lluvia, estábamos nosotras tres en la parte de atrás de la casa rodante, y una vaca estaba pariendo su ternerito y mi abuelo nos hizo ver esa imagen. A él le gustaba mucho todo lo que era el contacto con la naturaleza. Por lo tanto, nosotros vivimos mucho con él ese tipo de experiencias, en los campamentos, yendo al autódromo a plantar árboles, pescando, yendo a pescar, andar en bote. Hubo un montón de experiencias que a nosotros nos han marcado realmente de manera muy positiva. Yo recuerdo mucho también nosotros íbamos mucho a dormir a la casa de mis abuelos. Nos quedábamos muy seguido en su casa y cada vez que íbamos era como una verdadera fiesta. Ellos nos cocinaban a nosotros lo que nosotros queríamos, nos dejaban saltar arriba de las camas, nos dejaban comer chocolate antes de ir a dormir, cosa que nuestros papás nunca jamás nos dejaban hacer. Yo siento que Orlando fue especial, muy especial. Y cada persona que yo me encuentro, que lo conoce a él, tiene una historia hermosa para contar, para compartir”.

También su nieta Antonella reflexionó: “Creo que todo aquel que haya tenido la suerte de haberlo conocido va a coincidir conmigo en que es una persona que dejó huellas. Mi abuelo siempre estaba feliz, siempre alegre, siempre se mantenía positivo, incluso en sus peores épocas de enfermedad. La verdad es que fue un hermoso regalo de la vida y estoy muy feliz de haberlo podido disfrutado de la manera en la que lo hice. Con mis hermanas nuestra infancia fue ir a pescar a Villa Urquiza, ir acampar al a Diamante, primero tenía una carpa y después se compró una casa rodante y para nosotros era Disney. Pasamos mucho tiempo también en el Autódromo comiendo asados con la familia o yendo a ver carreras. Siempre nos transmitió su amor por la naturaleza, él disfrutaba de eso, él era feliz con poco, no necesitaba, de hecho, no le gustaban las cosas extravagantes. Él era feliz con su caña de pescar, su mate y su familia alrededor. Y, nosotros, también éramos feliz con eso. A mi abuelo le encantaba juntar gente, le encantaba, y todo se basaba alrededor de eso. Y entre familia y a veces con otra gente que venía, amigos suyos o parientes lejanos. Y tanto es así que nosotros, mi familia materna y paterna era una sola, con todos mis tíos, con todos mis primos y a ellos les encantaba. Para mi papá, mi abuelo fue como su padre también. Entonces, la verdad es que fue hermoso haber compartido todas esas cosas con él y haber aprendido de todo eso. Y hoy en cada reunión familiar que tenemos, siempre nos acordamos de todo lo que el Tata nos enseñó”.

De la Escuela de Comercio a la Escuela Michelángelo

 

El profesor Rivabén se alejó de la Escuela de Comercio, pero por pedido expreso del empresario Luis Losi diagramó todo el programa educativo para la Escuela Michelángelo junto a otros profesionales de la educación de Paraná. Orlando Rivabén entendió que era una forma de estar cerca de los orígenes italianos de sus padres. Y también para no dejar de enseñar en las aulas.

Politti, ex rectora de la Escuela de Comercio 1, aporta sobre el talento pedagógico de Orlando Rivabén: “Vos podías entrar a la Escuela y si había alguna actividad extracurricular lo podías encontrar preparando fideos con la gente de la operadora. Tenía una oratoria muy importante cuando reunía a todos los jóvenes de la institución, cada promoción de egresados. Trataba de formar ciudadanos honestos, trabajadores. Yo creo que él demuestra su calidad de maestro, de profesor, de docente, cuando acepta formar parte de una experiencia a nivel nacional. La Escuela de Comercio fue, en ese momento, escuela piloto, donde se transforma toda la currícula que tenía en ese momento la escuela. Entonces pasamos a trabajar por áreas de conocimiento. Yo estoy hablado del año 1981 con talleres integrados, donde los chicos empezaban a desarrollar los temas a partir de situaciones problemáticas, donde incorporamos el área de tecnología, muy innovador para la época. Y todo eso, fíjate, después se vio reflejado en los egresados y en el desempeño que todos ellos tuvieron. Entonces vos decís, bueno: solo en la provincia con una escuela nueva, y él estaba al frente de todo ese cambio”.

Su hija Sandra resalta: “Todo el mundo me pregunta por qué no fuiste a la Escuela de Comercio, porque yo no hubiese soportado estar con esa presión de ser la hija del director. Y en la Escuela Normal mi papá daba Matemática y Física. Entonces cada vez que empezaba una clase, un año nuevo, no sé si hace cuántos años, no me acuerdo, y empezaban a hacer la lista, avanzaban de arriba y leen: ´¡Ay, vos sos la hija de Orlando, debes ser fantástica en Matemática!´ Y yo, Matemática no me gustaba, nunca me gustó la Matemática, y era una pelea estudiar con mi papá porque no nos poníamos de acuerdo, también no me gustaba y él, que era exigente, para qué, nunca me gustó la Matemática. Y todo el mundo decía: ´¡Ah, vos debes ser muy buena en Matemáticas si sos la hija de Orlando!´. Y esa para mí era tremendo, tremendo, tremendo, pero no, no fui nunca buena en Matemática, para él era algo, mis hermanos sí, pero yo no, pero siempre era esto, el estigma de ser la hija de, el estigma, bueno, ¿no?, de ser la hija de Orlando, entonces tenía que ser perfecta en Matemáticas. Pero, fuera de eso, creo que también... No solamente los alumnos de la Escuela de Comercio, sino los que lo tuvieron en la Normal y los que lo tuvieron después en el Micheángelo como director, realmente los homenajes que le hicieron cuando falleció fueron tan hermosos y se dijeron tantas cosas lindas que… que bueno, como te decía al principio, además de que me enorgullece y me emociona mucho, todas las cosas que se dicen de él ponen la vara muy alta. Entonces, uno sabe que tiene que, que, este, valorar ese apellido, digamos”.

La nieta Luisina, agrega también con emoción: “Él tenía vida política. Yo era muy chica cuando él estuvo en las listas ocupando de distintos cargos electivos, a los cuales nunca accedió porque, bueno, las fórmulas en las cuales iba no habían no habían ganado. Lo cierto es que me acuerdo y hasta sus últimos días, él hablaba de política ya un poco perdido -él tuvo la enfermedad de Alzheimer-, entonces a lo último estaba bastante perdido, incluso en tiempo y espacio. Pero, siempre hablaba de política y de la y de la sociedad actual, y siempre hablaba de la juventud, siempre que veía un grupo de estudiantes o chicos jóvenes dispersándose, él siempre hacía un comentario positivo. Incluso los observaba, se detenía. En eso también me recuerda a muchas de las historias que exalumnos suyos me contaban, de que era un profesor muy presente, muy presente en la vida del estudiante, y creo que eso también se tradujo a nuestra vida como nietas, en donde mi abuelo fue una figura que estuvo muy presente, no solamente, como te decía, con todas sus historias, sino también compartiéndonos muchas de sus de sus historias de infancia, digamos, y de su vida que, bueno, que lo trajeron también a vivir acá a la ciudad de Paraná”.

Lorena Dilello resalta el sentido de pertenencia: “Éramos como una familia acá en la Escuela. Todos nos conocíamos, los profes, los alumnos, todos. Tanto es así que hasta los cumpleaños de las ordenanzas se festejaban. Entonces, para nosotros, esa unidad que nos dejó Orlando fue muy importante. Ese sentido de pertenencia a la escuela, el valorar, el ayudarnos unos con otros, los valores que nos transmitió. La verdad que me emociono cada vez que me acuerdo de toda esa época, porque fue una época hermosa la de la secundaria y fue una época hermosa haberla transitado con él acá en la Escuela”.

Para Luisina Minni: “Estoy segura que mi abuelo me dejó la responsabilidad como legado; el respeto, porque siempre me inculcó también que a la gente se la trataba con respeto, por supuesto valores que también luego aprendí de mis padres, y lo más importante es la cultura del trabajo. Mi abuelo hasta el último día de su vida, cuando estaba lucido, por supuesto, estuvo trabajando en el último tiempo, ya jubilado, trabajaba incluso con su esfuerzo, por su propia vocación. A nosotras nos enseñaron Matemáticas, que a algunas le salimos un poco más duras en esa en esa rama, nos enseñaba matemática, siempre estaba dispuesto a ayudar y se preocupaba, cada vez que salíamos a la calle y algún alumno lo reconocía, él siempre se quedaba charlando, se preocupaba, quería saber cómo estaba. Entonces, creo que esos valores, por supuesto, se transmiten y al día de hoy, seguramente muchos que quizás no recuerde tan palpablemente, los practique en la vida real, porque bueno, también lo que lo que se hereda, por supuesto, es algo que no podemos negar”.

Siempre se lo recordará

Orlando Rivabén vio deteriorada su salud con el avance del Alzheimer. Poco a poco fue dejando de transitar caminando las diferentes veredas de la ciudad, donde siempre se daba su tiempo para hablar con los vecinos, escuchar sus cosas y darle el consejo justo. Falleció el sábado 14 de enero del año pasado, a los 92 años. Y su ausencia no pasó desapercibida.

Antonella resaltó: “Para mí fue una persona muy importante, a mí me enseñó a manejar, me enseñó a pescar, me enseñó a hacer tallarines, me enseñó a entender y después creer en las Matemáticas, me enseñó a disfrutar de la naturaleza y de disfrutar de todas las pequeñas cosas de la vida. Nosotros nos sentábamos, nos acostábamos en el pasto del Autódromo, mirábamos las nubes y le buscábamos formas a las nubes. Eso era el Tata, era disfrutar de la sencillez de esas cosas. El día de su velorio recibimos tantos mensajes lindos que me di cuenta que mi abuelo no trascendió solamente en mi vida, sino que lo hizo en la vida de un montón de otras personas. Y fue hermoso porque convirtió un momento triste en un momento que a mí me llenó de orgullo y de felicidad”.

Patricia Politti agrega: “Tal vez lo que él hubiera deseado es que la Escuela, aún hoy, siguiera siendo un faro para el conocimiento y para la formación de la juventud, porque era lo por lo que más él trabajaba. Y bueno… además, no solamente fue un educador, sino que fue un hombre que le gustaba la naturaleza, el automovilismo, la vida… Y, además, por eso que yo te cuento, de toda esa reforma educativa que llevó adelante, también demostró ser un gran pedagogo”.

Luis Garibotti recordó que una vez Joaquín Sabina dijo en un recital presentando a Juan Carlos Baglietto: “Amigos como él os deseo -dijo Sabina- que estaba mal de su voz y fue cubierto por Juan Carlos Baglietto. Yo quisiera decirles hoy lo mismo: les deseo un profesor, un amigo, una referencia, un valor como el de Orlando Rivabén. Y como la de Martita Mónaco, que fueron una pareja luminosa en mis días de Gualeguay, y aún hoy me siguen manteniendo con la alegría de la amistad”.

Sandra Rivabén reconoce: “La verdad que me puso muy triste… uno no sabe en la vida cómo va a terminar la vida de cada uno ni de qué manera se va a ir de este mundo. Pero, a mí me puso muy triste. Fue para mí muy duro que un hombre de tanta actividad, con una cabeza como la que él tuvo, con tanto desarrollo intelectual, tan amante de la educación y desarrollándose siempre en ese ámbito de la mejor manera… y bueno, siempre dicen que tenés que leer mucho, que tenés que ser muy activo, que tenés que hacer mucha vida social para que el cerebro no se enferme… y bueno, eso no lo podía entender y me dio mucha bronca que él tuviera que terminar con Alzheimer. Porque es una enfermedad tan fea de ver en las personas que uno quiere. Así y todo, él, cuando lo sacábamos a pasear y todo, si se cruzaba con alguien que lo conociera, a veces no sabía exactamente quién era, pero siempre, siempre, siempre con abrazos y con ´cómo estás´ y ´qué bueno´, siempre con ese espíritu de interactuar con el otro con cariño, con cariño, con emoción, eso siempre me emociona mucho cuando me acuerdo de eso”.

Florencia Minni sostiene: “Mi abuelo era una persona muy especial. Cada persona que yo encuentro y que me dice siempre tiene alguna anécdota emocionante para contar, para compartir. La verdad que cada persona que me encuentro que conoce a mi abuelo con cada anécdota que cuentan es imposible no emocionarse. Es prácticamente imposible. Y mi abuelo tenía algo muy especial para mí. Él era el alma de las fiestas, el alma de las juntadas. Le encantaba estar en familia, juntarse a almorzar, a cenar. Preparaba todo. Le encantaba cocinar los tallarines que se mandaba, las empanadas de carne, las polentas, todo, todo, todo. Todo lo disfrutaba. Cada detalle que él hacía lo disfrutaba de una manera hermosa y él estaba en el detalle de todo. Y con nosotros siempre fue un abuelo que estuvo muy presente, muy presente para nosotros. Nos abueló de una manera tan, pero tan, pero tan linda que dejó en nosotros un legado impresionante. Tenemos un montón de anécdotas con él. Realmente muy, muy lindas, muy lindas para contar, para compartir. Y bueno, creo que no tengo demasiado para contar porque me emociono muchísimo al hablar de él realmente. Pero para mí, vuelvo a decir, mi abuelo era un ser muy especial, muy especial. Yo lo amo con todo mi corazón”.

A su turno, Luisina Minni agregó cómo le gustaría que recordaran a su abuelo: “Cada uno siempre destaca una historia de mi abuelo, o sea, cada alumno que me para o que me reconoce que soy la nieta de Orlando Rivabén siempre está con una historia, y creo que así es como quiero que lo sigan reconociendo, con alguna historia en donde mi abuelo los haya ayudado, quizás en alguna situación del colegio, quizás en alguna situación familiar, quizás en alguna situación relacionada con el viaje de egresados. Siempre, siempre, siempre han resaltado alguna historia que la verdad que siempre deja de resalto cómo era mi abuelo, digamos, en esto de entrometerse en el buen sentido para poder ayudar al prójimo y que esa persona pueda prosperar, pueda cumplir algún sueño, incluso bueno hay muchos exalumnos que tienen historias increíbles. Incluso, Mauricio Dayub en su momento cuando mi abuelo falleció hizo un corto que la verdad que lo escuchás y es lo que mi abuelo contaba y es lo que los exalumnos te relatan de esas historias que de verdad te dejan una satisfacción enorme. Y me tocó también dentro del Concejo, tanto en la gestión anterior como en esta, compartir con concejales que han sido alumnos de mi abuelo, y la verdad que el día que falleció, la semana siguiente que tuvimos sesión, Walter Rolandelli, que también hoy falleció, un gran compañero de bancada, lo recordó con mucho cariño. Y yo, por supuesto, no pude evitar el emocionarme porque la verdad es que lo recuerden así a mi abuelo es lo que más feliz me hace”.

Sandra Rivabén reflexionó: “Aún hoy, la gente que me conoce y que me pregunta si soy la hija de él… y es muy fuerte, las cosas a veces que dicen, y es un orgullo”.

Por último, Dayub reflejó: “Y lo lindo que pudimos compartir fue que -ya de más grandes, ya varios años después de haber dejado el secundario-, nos pudimos encontrar por esas razones de la vida, por esas cosas de la vida, esas coincidencias de la vida, y nos encontramos con la misma persona que era en su momento cuando tenía autoridad sobre nosotros. Era un tipo cercano, un tipo amable, un tipo inteligente, un tipo con el que podíamos compartir la vida sin tener el temor que habitualmente se le tiene al maestro o al director. Yo creo que Orlando Rivabén es el modelo del maestro que todo alumno se merece. Era un gran profesor y un gran tipo”.

El programa Memoria Frágil

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