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La sensatez siempre optará por la vida

Por Luis María Serroels (*)

Como esos cantantes que eligen para el final canciones que golpean fuertemente garantizando el estallido del público, recordamos al flamante Presidente de la Nación en el cierre del mensaje inaugural frente a ambas Cámaras y el pueblo argentino, una cuestión que arrancaría expresiones de alegría y satisfacción entre ciertos grupos femeninos y para beneplácito del primer mandatario. Se trataba de legalizar el aborto libre, seguro y gratuito.

Constituye un virtual oxímoron (expresión que resulta de la combinación de dos términos de significado opuesto en una misma estructura), hablar de “cartera de salud” y propiciar desde ella la muerte de inocentes. Vida y muerte son dos términos extremos enfrentados desde que Dios creó al mundo, pero matar aún con asepsia y prolijidad quirúrgica y con las debidas garantías para una embarazada, no deja de ser ilegítimo en tanto se trata de una vida en gestación. Claro está que frente a situaciones que un profesional y sólo él puede evaluar.

Disimulada por un baño de cinismo, se presenta de los organismos del Estado lo que se denomina “Interrupción voluntaria del embarazo”. Es como si la muerte violenta de un ciudadano pacífico y honesto bajo las balas de un delincuente se rotulara como “interrupción voluntaria de una vida”. Los mismos derechos de esta vida ya le son reconocidos al niño por nacer.

Luchar por la preservación de especies animales en peligro de extinción a manos de cazadores furtivos sin cerebro y carentes de frenos morales y escrúpulos, es un imperativo insoslayable de los seres humanos nucleados en organizaciones internacionales estatales y privadas. Pero pareciera que matar un niño antes de nacer hasta puede concebirse como una necesidad o un antojo.

Se sostiene que como el aborto se practica hoy clandestina y descuidadamente con riesgo para la embarazada ¿por qué no oficiarlo rodeándolo de las condiciones más seguras?    

El doctor Bernard Nathanson (1926-2011) practicó 75.000 abortos en los Estados Unidos “en las condiciones más seguras”, pero cuando se terminó de convencer de que lo que extraía del vientre femenino eran órganos vivientes al compás del latiente corazón, se convirtió en el más grande luchador “para detener la eliminación de los más desvalidos de la especie”. Ello lo condujo a integrar la Asociación Nacional para la Revocación de las Leyes de Aborto.

Esa reflexión presidencial no exenta de cinismo “el aborto sucede; es un hecho y es sólo esa hipocresía que a veces nos atrapa, la que nos hace caer en un debate como éste”. Es impropia de quien gobierna a 47.327.147 argentinos (según los primeros datos del Censo 2022 provisorios).

Los estentóreos gritos de satisfacción triunfalista escuchados tras el anuncio del Presidente de la Nación, fueron una bofetada sobre preceptos constitucionales.

No es ocioso reafirmar que el aborto clandestino no sólo es un acto homicida sino que entraña un acto altamente riesgoso para la mujer embarazada. De allí surge la frase acuñada: no se deshaga de su hijo no deseado. Es preferible darlo en adopción. Siempre habrá una mujer que la recibirá rebosante de amor.

Es útil recordar que el precepto constitucional (art.75º, inciso 22) incluye tratados internacionales y concordatos a los que se les acuerdan jerarquía superior a las leyes.

Por el enorme significado que entraña la defensa de la vida, estos conceptos volcados en este trabajo siempre tendrán ubicación, espacio y tiempo.

(*) Especial para ANALISIS

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