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Pese a los esfuerzos, el Gobierno no puede reconstruir una red de aliados con gobernadores y referentes

Sin abrir demasiado la billetera. En plena temporada electoral. Y, sobre todas las cosas, luego de una derrota en las urnas que dejó traslucir la merma en el nivel de apoyo popular que tiene el Gobierno. La gestión de Javier Milei hace esfuerzos por reconstruir una red de “gobernabilidad” para ofrecer previsibilidad a futuro y recuperar volumen político. La novedosa moderación de la gestión libertaria y los gestos amistosos del Presidente −su convocatoria a trabajar “codo a codo” durante la última cadena nacional− chocan de frente con el hastío y la poca predisposición de los interlocutores políticos para auxiliar al Poder Ejecutivo a esta altura del partido.

“Ya es tarde, tardísimo”, se resignó ayer un activo colaborador de la Casa Rosada después de intentar, en vano, frenar otra sesión plagada de palizas para el oficialismo en Diputados.

En la Casa Rosada tienen en la mira a un grupo de 14 gobernadores (además de los tres aliados del interior que jugarán con La Libertad Avanza en octubre). Hay un interés, además, por consolidar la alianza con los Macri, luego de dos años de destratos, sobre todo luego del triunfo de los violetas en la Capital Federal. Subrepticiamente, por último, hay una interpelación al establishment para agitar el supuesto “riesgo kuka” de cara a la próxima elección, salvavidas al que la Casa Rosada se comenzó a aferrar de cara a la próxima elección.

Las primeras pruebas de esta etapa friendly de la gestión libertaria vienen siendo muy adversas: el Poder Ejecutivo hizo todas las gestiones que pudo para salvar los vetos de Milei a la ley de financiamiento universitario y a la ley de emergencia pediátrica (Garrahan). Hubo, en particular, especiales intentos por blindar el veto a la norma que restituye fondos para las casas de estudios, la iniciativa con mayor costo fiscal. Pero al inicio de la sesión de ayer, en el oficialismo ya preveían el fracaso en las tratativas.

La sesión de ayer en Diputados fue un baño de realidad para la Casa Rosada, que aspiraba a reconciliarse con sus aliados históricos y cosechar apoyos en esta etapa.

Lisandro Catalán, que estrenó el traje de ministro del Interior, es el que hace más esfuerzos en esta etapa. Se incorporó como interlocutor, junto a Martín Menem, de dos reuniones vía zoom el martes (una con Pro y otra con un grupo de gobernadores) para tratar de administrar votos y ausencias en la Cámara baja para salvar el veto a la ley de financiamiento universitario. “Se propuso una idea, pero fracasó”, dijo un colaborador al tanto de esas charlas.

El ministro del Interior, en las próximas horas, seguirá como embajador de la Casa Rosada ante los gobernadores, con giras por el interior del país. Ya visitó a Osvaldo Jaldo (Tucumán) y Gustavo Sáenz (Salta). Este viernes estará en San Juan, junto a Marcelo Orrego, inaugurando algunas obras. Y el próximo martes irá por la foto con Raúl Jalil, de Catamarca, en una visita de tipo “institucional”. Postales novedosas para los libertarios, que siempre miraron con desdén a los apretones de manos en las provincias y los cortes de cinta, pero que ahora dejan gusto a poco si no se traducen en respaldos concretos en el Congreso.

Si se observa los primeros destinos de Catalán se encuentra un patrón claro: Jaldo, Sáenz y Jalil integran el trío de gobernadores que, sin integrar Juntos por el Cambio (son peronistas) y compitiendo con LLA en sus terruños, fueron muy amistosos con la Casa Rosada en la primera etapa de gestión. Pero en los últimos meses aumentaron la distancia con Balcarce 50 y ahora el Gobierno quiere recomponer lazos.

Contando como aliados a los tres mandatarios del interior que jugarán con el violeta en los comicios de octubre −Rogelio Frigerio (Entre Ríos), Alfredo Cornejo (Mendoza), Leandro Zdero (Chaco)− en Balcarce 50 tienen la mira también en otros gobernadores “razonables” como los llaman en las filas libertarias.

El semáforo de los gobernadores

Con algunos, el vínculo se prevé más sencillo que con otros. Si se piensa en un semáforo, en “verde claro”, en Balcarce 50 ubican a Orrego y a Claudio Poggi (San Luis), que no competirá con lista propia en octubre. En “amarillo”, además de Jaldo, Jalil y Sáenz se ubican Ignacio Torres (Chaco) y Hugo Passalacqua (Misiones). El primero, pese a que selló un acuerdo de “Responsabilidades Recíprocas” con el Poder Ejecutivo para hacer un neteo de deudas, no se comprometió aportar los votos de los legisladores chubutenses en el Congreso. En el caso de Passalacqua, la interlocución es con su jefe político, Carlos Rovira, histórico mandamás misionero. “Rovira nos ayuda cuando sus votos son realmente determinantes para definir una votación, sino no se expone”, reconoció uno de los negociadores de la Casa Rosada.

La mira del mileísmo también está puesta en los patagónicos Claudio Vidal (Santa Cruz), Alberto Weretilneck (Río Negro) y Rolando Figueroa (Neuquén), en estado “naranja” por su mayor distancia con Balcarce 50.

Por último, cerca de Milei mencionan a las figuritas más difíciles del menú, los gobernadores que se encolumnaron en Provincias Unidas con la intención de mostrarse como alternativa para 2027: Carlos Sadir (Jujuy), Maximiliano Pullaro (Santa Fe), Martín Llaryora (Córdoba) y Gustavo Valdés (Corrientes). Son aliados deseables, pero están en “rojo” en el semáforo oficial. Torres y Vidal integran el grupo.

“No tenemos en claro que estén las condiciones políticas para sumar los gobernadores a un acuerdo de gobernabilidad”, reconoció a LA NACION un importante ladero presidencial, de brazos caídos.

Respecto a Mauricio Macri, más allá de los guiños públicos que ensayaron el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, y la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, para reconstruir los puentes y exhibir mayor volumen político (además de afianzar el encolumnamiento del bloque Pro en Diputados, tarea que cada vez se le hace más ardua a Cristian Ritondo), no hubo acercamientos concretos.

Mucho menos la Casa Rosada exhibe un cambio de actitud, como el que siempre reclamó el líder de Pro, para abrirse a un esquema de trabajo conjunto. Los libertarios solo le habilitaron sillas a los referentes amarillos en la “mesa bonaerense”, que tiene un enfoque electoral y no una mirada de gestión a largo plazo.

En la Casa Rosada, por último, confían en contar con el respaldo de lo que llaman el “establishment”, tanto el local como el del sistema de Washington. “Al final del camino, son muchos los sectores económicos e institucionales que no quieren que vuelva el PJ”, dijo un asesor a La Nación. La lectura oficial tiene un correlato electoral: en la mesa chica de Milei creen que hay muchos votantes históricos de Juntos por el Cambio que en la provincia no fueron a votar en septiembre, pero que en octubre encontrarán más incentivos para ir a las urnas para ponerle un freno al peronismo.

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