Agobiados y obsesionados

Por Mónica Gutiérrez (*)

 

“No se obsesionen con la Pfizer”, fustigó la ministra desde el púlpito sanitario del que a diario nos bajan las homilías del poder. Visiblemente ofuscada, la sucesora de Ginés introdujo en la conversación pública otra palabra maldita.

Obsesión proviene del término latín obsessĭo que significa asedio. Se trata de una perturbación anímica producida por una idea fija, que con tenaz persistencia asalta la mente. Ideas o pensamientos recurrentes e incontrolables y que nos han generado altos niveles de angustia.

Nuestros funcionarios disponen de una curiosa virtud. Suelen poner en palabras muy precisas los sentimientos de la mayoría. Hay que reconocerlo: como panelistas son buenos. Analizan la actualidad desde la irrealidad, pero a las atropelladas logran describir lo que nos ocurre.

Agobiados por el encierro, la escasez y la enfermedad llegamos a las puertas del segundo semestre obsesionados por las vacunas. Por la Pfizer y por todas las que no llegaron en tiempo y forma. Se comprende.

La vacuna es la vida y la libertad. Cada retraso, cada incumplimiento se mide en sufrimiento, pobreza y muerte. Así de simple: pura estadística, si no fuera una tragedia podríamos hablar de una planilla de Excel.

Basta una cuenta sencilla para comprender en qué estamos. Al 15 de enero de este año 45.227 personas habían muerto de Covid en nuestro país. Este viernes alcanzamos los 80.411 decesos. Si tomamos como fecha de corte a los 15 días posteriores al comienzo de la vacunación, cuando estarían arrancando los efectos de la inmunización en los ya vacunados, se suman a la lista fatal 35.184 vidas.

¿Cuántas de esas muertes se hubieran evitado si las vacunas hubieran llegado en tiempo y forma?

 

“La única verdad es la realidad”

 

Los anuncios de vacunas y vacunación cargados de épica y militancia no alcanzaron a disimular los incumplimientos y dilaciones ni a atenuar sus irreversibles consecuencias. Los rusos, que según el Presidente nos harían llegar 15 millones de dosis antes de marzo, entregaron de a puchos o con cuentagotas.

Del segundo componente que tarda en llegar a la Sputnik light.

Anunciada con toda la fanfarria del oficialismo en agosto de 2020, la fórmula de AstraZeneca en su versión Nac and Pop también se hizo esperar. Tras sucesivos traspiés, ahora, cuando todas las terapias de alta complejidad están desbordadas, empiezan a llegar. Fue una cuestión de fraccionamiento y envasado explican algunos. Un tema con los frasquitos. Más vale tarde que nunca.

Por suerte accedimos a la China, no sin su dificultad, claro. “¿Quién diría las vacunas rusas y las chinas?”, dijo CFK. También con retrasos en las entregas llegó Sinopharm. Hay que ser agradecidos y admitirlo: no hay peor vacuna que la que no se aplica.

La obsesión por la Pfizer reconoce razones. Fuimos base de operaciones de la Fase III de la vacuna que lidera aportando 3.000 voluntarios y no pudimos cerrar el contrato. Una indignidad.

Tanto Pfizer como Moderna pertenecen a una nueva generación de inoculantes. La plataforma ARN mensajero, aplicada a gran escala en EEUU, Israel, Gran Bretaña y Europa está permitiendo el regreso a la normalidad de buena parte de quienes la administraron. Hasta ahora con escasos efectos adversos reportados se ha logrado producir en gran escala y cumplir en tiempo y forma los suministros comprometidos.

Los investigadores que trabajaron con el ARNm prometen utilizar la experiencia acumulada en la producción de este tipo de vacunas para desarrollar tecnología farmacéutica contra el VIH y las infecciones que amenazan a bebés y niños pequeños como el virus respiratorio sincitial (VRS) entre otros males.

Tras un brusco y alarmante resurgimiento de los casos en el Golfo Pérsico, Bahrein ha comenzado a vacunar a su población de riesgo con una doble dosis de Pfizer. Con más del 60 por ciento de su población inoculada con la vacuna china Sinopharm, prefieren curarse en salud reforzando a vulnerables con la doble dosis de la vacuna que nos “obsesiona” a los argentinos.

Uruguay, para hablar de algo mucho más próximo, anunció el inicio de la vacunación de los niños a partir de los 12 años. Por el momento solo Pfizer está aprobada para los más chicos.

Si la Pfizer no llegó porque no supimos o no quisimos negociar, porque es cara o de logística complicada, por trabas contractuales, por bussines o por razones ideológicas es a esta altura irrelevante. Argentina y Venezuela son los dos únicos países de la región que no accedieron al shot anti Covid que mejor califica en el mundo.

En cualquier caso, alguien tiene que hacerse cargo de las demoras e inconsistencias en el plan nacional de inmunización. Lejos de acusar recibo, continúan los retos y reconvenciones.

“Necesitamos saltar la grieta respecto al uso político que está teniendo la pandemia y la vacunación”, dice Vizzotti a la mañana. “Parecen visitadores médicos”, chicanea el Jefe de Gabinete por la tarde. Kerosene sobre el fuego. Cuesta escaparle a la politización de la pandemia.

Santiago Cafiero que admitió que se privilegió la compra de otras vacunas para ahorrar plata pone en jaque la consigna que animó al comandante pandemia: la que antepone la salud y la vida a la economía.

“Get a shot an have a beer” (“Date un pinchazo y tomate una cerveza”), es la consigna en el país del Norte. Joe Biden también está obsesionado con las vacunas. Quiere llegar al 4 de Julio con el 70 por ciento de su población adulta inoculada. Cuenta con la colaboración del sector privado para completar su desafío. Budweiser ofrece cerveza libre en todo el territorio si se llega a la fecha patria con inmunidad de rebaño. Hay brokers inmobiliarios que prometen pagar el ticket a quien viaje a Miami y concrete la compra de un departamento. El combo incluye la vacunación, con Pfizer, Moderna o J & J a elección.

Nueva York, por su parte, tienta a los visitantes a disfrutar la ciudad y vacunarse. Te esperan en el aeropuerto con la jeringa preparada. Se controla la pandemia y de paso reactivan la economía. Ni épica, ni militancia: business plan.

Con casi 300 millones de dosis aplicadas, un 47 por ciento de la población con esquema completo y formidable descenso del número de contagios el Presidente norteamericano tiene que salir a seducir a los escépticos, los que reniegan de la inoculación, casi un 30 por ciento de la población.

Para cortar con la utilización política de la pandemia hay también que desprejuiciarse.

Una cosa es la vacuna y otra la vacunación.

En EEUU se vacuna en todas partes. En vacunatorios públicos y privados, farmacias, centros de compra, malls, estadios y playas. No hace falta registrarse. Vacunas para todos y todas, gratis. Las distribuye el Estado y las aplica a todo el que sabe y puede. Hay vacunas y hay vacunación.

Cuando el gobierno de la Ciudad distribuyó dosis entre las empresas de medicina privada para que colaboren en la campana aquí ardió troya. Lo de siempre.

El año electoral no ayuda. Gatilla chiquitajes y especulaciones. Está claro que hoy gobernar es vacunar y que cada vacuna es un voto.

La única manera de capitalizar la anunciada llegada de más vacunas es acelerando la vacunación. Hay que aflojar con el control político de inscripciones, vacunatorios y turneros.

“Están jugando con fuego”, dice Alberto Fernández. Un tiro por elevación a Horacio Rodríguez Larreta, pero parece hablar de sí mismo o de los que digitan sus decisiones desde el más allá.

Una cosa es abogar por la presencialidad en las escuelas y otra dejar la vacunación en manos de la militancia. Puede que la politización de la pandemia termine jugándose en contra. Han comenzado a darse cuenta.

La ineficacia, los errores de cálculo y la articulación y encuadre dentro del marketing electoral de la estrategia vacunatoria está hundiendo las perspectivas del oficialismo.

Se pretende hacer campaña en los vacunatorios. La llegada de vacunas de a millones anunciada por el Gobierno para los próximos días demanda despojarse de mezquindades políticas y abrir los centros de vacunación. Hay que inocular mucho y rápido si lo que realmente se quiere es salvar vidas.

La irrupción en el espacio mediático de un alto funcionario del proyecto Covax, asegurando que el Gobierno no quiso comprar la vacuna de Pfizer-Biontech desencadenó una tempestad.

El seguimiento de las repercusiones que estos dichos desencadenaron nos permite comprender la maraña de comunicación en la que, por este y otros temas altamente sensibles, quedamos atrapados.

Ginés González García cruzó a Santiago Cornejo a quien trató de caradura. De Covax depende ahora el anunciado envío de las dosis donadas por Biden para la región

“Pfizer me ponía en una situación muy violenta de exigencias y comprometía al país’', aseguró Alberto Fernández esta semana. Justo cuando Vizzotti anuncia que las tratativas con el laboratorio continúan y que se trabaja para acercar posiciones.

El Jefe de Gabinete atribuyó el desencuentro a la necesidad de ahorrar los 60 millones de dólares que demandaba la reserva anticipada de las ampollas. Un embrollo, un imprudente berenjenal.

Se habla mucho y a las atropelladas. Se habla mal. Se dicen cosas, se desdicen, se contradicen con la misma alarmante liviandad, pero en el entrevero se escapan grandes verdades.

El Presidente habla mucho y casi siempre en primera persona. Le gusta el “yo”, lo usa con frecuencia. Habla en los medios, con los periodistas, habla con artistas, youtubers e influencers también se expresa en sus propias cuentas. Sube contenidos y hace RT.

A diferencia de Néstor Kirchner, absolutamente fóbico a la exposición mediática, él habla mañana, tarde y noche. Lo que siempre se reclamó como virtud devino un defecto. Sus adláteres lo contradicen y rectifican a diario. Un verdadero embrollo.

Y así llegamos a junio. Con un clima de irrespirable crispación política en el aire y sin poder aplacar la politización de la pandemia. Con un nivel récord de contagios, un número de muertes diario insoportablemente alto y el anuncio de la inminente llegada de millones de vacunas.

Celebrando vía Zoom que los cumpas de Putin hagan la “V” de la Victoria y bregando al mismo tiempo para que San Joseph Robinette Biden nos tenga en sus oraciones y cumplan en enviar las sacrosantas ampollas que no supimos conseguir. A Dios rogando y con el mazo dando.

 

(*) Esta columna de Opinión de Mónica Gutiérrez fue publicada originalmente en el portal de Infobae.

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