(Imagen: Alfredo Sábat-La Nación)
Por Luis María Serroels (*)
¿Hay quienes tengan antecedentes de que un Presidente de la Nación se ubique en el centro de una ronda y aguarde a jugar con quien se decida? ¿O a quien le otorgue el cargo de mayor responsabilidad y se decida a ver qué artilugios se puedan escoger para evitar la debacle?
Restan sólo cinco meses para ingresar al último período de ejercicio presidencial a cargo de Alberto Fernández. En realidad denominar “ejercicio presidencial” a este espacio suele resultar difícil si se analizan los contratiempos que se ha ganado el Jefe de Estado gratuitamente por puras ganas y una cuota de irresponsabilidad.
Cuando en el régimen K muchos creían que las uvas estaban cercanas para ofrendarlas desde el parral y dárseles a un buen merlot, sucedió que el propietario de la viña decidió transferírsela a otro viñatero para que decida cuál debería ser el mejor buqué.
El oportunista se sintió convocado por necesidades más angustiantes y así el Gran Jefe aceptó condiciones e identidades con las que deberá enfrentar los problemas mayores que le pueden hacer subir las tensiones.
Qué mecanismos actuaron casi como salvataje para que el Presidente de la Nación ceda iniciativas propias de un mandatario en ejercicio, aceptando iniciativas que otrora desechó.
Esta jugada sigue siendo riesgosa en tanto cualquier resbalón siempre tendrá consecuencias para el dúo gobernante. La noticia fue que un grupo de senadores de Estados Unidos le pidió al Presidente Joe Biden que no apoye préstamos a la Argentina “dado su largo historial de incumplimientos y políticas económicas contrarias al crecimiento”. Sean dos, cinco, cincuenta o los que quieran, de lo que se trató fue de anoticiar sobre la costumbre de nuestro país al momento de devolver lo que se debe en términos pactados.
¿Cómo se entiende que llegando al tercer período de los cuatro de gestión presidencial, se apele a medidas que en apariencia podrían atenuar el peso de una deuda que nunca podrá cancelar?
Los que creen que las maniobras económico-financieras ideadas por el equipo que encabeza Sergio Massa, expresan que está claro que una cosa es embestir contra la deuda histórica y otra cómo hacerlo.
En tanto, la vicepresidenta agota los recursos para sortear la mano de la justicia, mientras ciertos leguleyos pretenden descalificar a jueces y fiscales cuyos códigos precisos les exhibirán con pelos y señales.
Mientras el gobierno del cacareo artificioso se auto aplaude por supuestas soluciones mágicas, la sociedad advierte que el Gran Jefe instalado en la Casa Gris cree manejar los hilos de todo y no maneja nada. En tanto a los jubilados de plato único y de pan con mate cocido les promete lo que les seguirá siendo inalcanzable en la mesa hogareña.
Entre CFK y el flamante súper ministro pareciera que se ubica un elemento decorativo. En vez de recibir instrucciones precisas del mandatario hacia Massa, se da a la inversa. El otrora diputado tiene en claro a quién sí y a quién no podrá pedirle plata (?).
A pocas horas de los anuncios bajo los aplausos automatizados, un otrora funcionario experto en planes energéticos, dio cuenta del déficit que supera miles de millones que no se pueden recuperar. La política en este tema muy álgido, no parece encararse con los verdaderos números.
Quién aún no se ha desayunado sobre este tremendo problema, es simplemente porque cuando se habla de ello hay demasiados idiotas que se introducen ambos dedos índices en cada oído.
No faltan quienes se preguntan si continuará el endeudamiento en dólares, ajuste, de las cuentas públicas, emisión monetaria, tarifazos, etc.
¿El flamante ministro que juró el martes, llegó tarde o estará preparándose para colocarse la cinta azul y blanca ante un futuro juramento de mayor jerarquía?
(*) Especial para ANALISIS