Daniel Tirso Fiorotto
(especial para ANALISIS)
Entre 2002 y 2006, Entre Ríos regaló al gobierno de Buenos Aires más de 2.000 millones de pesos, principalmente por haber aceptado que los récord de producción granaria fueran aprovechados por el sistema impositivo de la Nación (retenciones) y despreciados aquí. Si fuera al revés, cada docente entrerriano podría agregar a su sueldo 1.000 pesos más por mes. El manejo centralista y discrecional del dinero fomenta una tendencia al alineamiento casi irresistible, aunque no tanto para los entrerrianos que supieron resistir cosas peores.
El gobierno de Jorge Busti es víctima, como el resto de las gestiones provinciales, de la presencia invasiva del poder nacional sobre las soberanías territoriales. La ausencia de un proyecto regional acabado y la debilidad propia del gobernante abandonado a los vientos nacionales neutralizan la capacidad de reacción, y de ahí en adelante todo es un sometimiento. Ocurrió con Carlos Menem, ocurre hoy. La invasión no es ya con ejércitos, como en 1870, sino con impuestos.
La Bolsa de Cereales de Entre Ríos estimó el valor de las retenciones nacionales a las exportaciones agrícolas de Entre Ríos en más de 660 millones de pesos anuales en 2003, con lo cual el monto tomado del territorio entrerriano por el gobierno nacional sólo en retenciones treparía a casi 3.000 millones de pesos en cuatro años y medio, desde la devaluación.
Un estudio elaborado por el contador Martín Fagalde, de Concordia, y divulgado y desmenuzado días atrás por el periodista Marcelo Lorenzo en el diario El Día de Gualeguaychú reinstaló el tema de la fuga de divisas y el cálculo le dio un poco menos.
Dijo Fagalde que entre 2002 y 2005, la provincia dejó de percibir por retenciones a las exportaciones 1.852.491.440 pesos, y que ese monto refleja no sólo la pérdida de ingresos del productor entrerriano a favor del fisco sino también la magnitud del “subsidio” de la provincia al gobierno central. De hecho, si se suman los primeros meses de 2006 ese flujo superó ampliamente los 2.000 millones de pesos en los números de Fagalde.
Durante la extrema crisis financiera de hace cuatro años, que llevó al infierno (palabra del Presidente Néstor Kirchner) la economía de las familias y los estados municipal, provincial y nacional, los políticos argentinos encontraron soluciones impositivas para fortalecer a la Nación y al mismo tiempo erosionaron un poco más las autonomías provinciales y locales, que ya venían vapuleadas, y las dejaron a merced de la voluntad del Presidente.
La herramienta sintomática (no excluyente) fue la imposición de retenciones (no coparticipables) a las exportaciones.
Convertidos en gestores, los gobiernos provinciales mejoran sus ingresos y sus chances de obras si se subordinan al partido gobernante en la Nación. Y a las autoridades municipales se les presentan más oportunidades si apoyan al partido gobernante en la provincia.
Decir que sí, puede significar un dinero para la obra de agua, para las calles; decir que no, sequía y limitaciones. De ahí a la compra de voluntades no habrá más que un paso. El canje de obras por ideas no tiene por ahora gran censura social.
Dan escalofríos las pérdidas económicas (detalladas más abajo) por la arremetida unitaria, pero así y todo la importancia de esas pérdidas se desvanece si se compara con la derrota institucional y constitucional. A mediano y largo plazo es una catástrofe. No irreversible, claro.
Y es que después de décadas en que los provincianos se batieron a sangre y fuego en los campos de batalla para divulgar y defender las bondades del federalismo, principalmente desde Entre Ríos, la fuerza de los hechos sigue imponiéndose y se burla de aquellos sacrificios.
Pese a la comprobada afluencia de fondos del interior hacia Buenos Aires, la Nación está exigiendo, esta semana, a las provincias (como Entre Ríos) que le paguen supuestas “deudas” cuyo origen se explica, en gran parte, en políticas nacionales que favorecieron al interés particular por sobre el interés popular.
Ucronías para saborear
La maestra entrerriana que cobra 800 pesos mensuales podría recibir 1.800, si el Estado admitiera invertir (dar vuelta) un segmento del sistema impositivo vigente y permitir que las bondades de la producción agropecuaria creciente fueran aprovechadas por impuestos provinciales o tasas municipales, en lugar de habilitar a la Nación para que amase fortunas a costa del empobrecimiento del interior e impida imposiciones regionales. Basta con dividir los 500 millones de pesos anuales por 40.000 docentes en 12 meses.
O si se prefiere de otro modo, esos 2.000 millones de pesos podrían apuntalar el trabajo de 1.000 industrias pymes entrerrianas con el aporte no reintegrable de 2 millones de pesos a cada una.
Otra opción, entre tantas: se hubieran comprado 200.000 hectáreas para colonizar, con el aporte de 1.000 millones de pesos, y la otra mitad (otros 1.000 millones) se hubieran destinado a la infraestructura, la educación y las herramientas para la colonización intensiva de esas tierras con miles de familias.
Pero no, nada de esto. Los gobernantes prefirieron continuar con el modelo, pagar por adelantado la deuda externa al Fondo Monetario Internacional, y manejar el dinero desde Buenos Aires, a discreción, con “generosidad” directamente proporcional a la simpatía del cliente.
Buenos Aires avanza pero no lo hace en forma violenta. En verdad encuentra el camino alfombrado por feudos locales, aquí y más allá, capaces de entregar un sistema que costó 100 años de sangre y lágrimas (el federalismo) con tal de disfrutar un tiempo más de los privilegios del poder, alimentándose de las migajas abundantes (migajas al fin) que el poder centralizado pueda dejar caer entre sus simpatizantes. Es decir, el sistema unitario reinante, contrario a los postulados del Artículo 1 de la Constitución Nacional y contrario al pueblo, no deja que todos pierdan porque sería insostenible. Al contrario, brinda un reaseguro de permanencia a quienes apoyan desde las provincias ese unitarismo militante. Y como la estructura está bien armada y por muchos años, algunos dirigentes de partidos chicos moldean sus ideas para que calcen más o menos en la corriente. En Entre Ríos Juan Domingo Zacarías y Federico Soñez son las caras visibles de esa conni-convivencia conveniente que el periodista concordiense Claudio Gastaldi intentó resumir esta semana en la palabra “asco”.
Los gobernadores que agradecen “el federalismo” entendido al modo unitario y le agradecen porque el Presidente llega a prometer una obra para su provincia, en rigor de verdad debieran elogiar su unitarismo.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
