Claudia Martínez
(Especial para Análisis)
De edad inconfesable, Vanina fue Reina Nacional de los Travestis. Trabaja en todo el país ejerciendo la profesión más vieja del mundo y dice que lo hace para ayudar a su familia. Asegura que los hombres buscan en la calle lo que no encuentran en sus casas con sus mujeres: osadía en la cama.
Dice que está enamorada. Que las mujeres se tienen que animar a más y que un actor como Pablo Millán ayudó a la gente de Paraná a sacarse los prejuicios respecto de los travestis y los gays. Vanina es una de las travestis más conocidas de la ciudad y verla llegar a la una de la tarde, con un saco de jean apretado, maquillada, el pelo negro sobre los hombros y cargando más de un metro ochenta, impresiona. Pero en realidad Vanina no es ella, es ÉL. Una de las travestis (N. de la R.: qué complicado… ¿es uno o una?) más famosas de Paraná, se animó a charlar con ANALISIS.
-¿Cuántos años tenés?
-Más de 25, menos de 30. Y decime Vanina. Yo quise que la gente me llame con nombre de mujer cuando me decidí a vestirme como mujer. A partir de allí es como si mi vida cambió. Hace 12 años que ya decidí ser travesti toda mi vida.
-¿Qué implicaba eso?
-No pensaba vivir como travesti porque no sabía qué implicaba eso. De eso tenía una imagen. Hasta que vos vas conociendo, te van enseñando. Entonces me gustó y decidí ser travesti. Eso quiere decir que vivís las 24 horas vestido de mujer, actuás como mujer, todo. Ésa es la diferencia con el gay.
-Y a todo esto, ¿qué te dijeron en tu casa?
-Mi familia esta compuesta por mamá, papá y mis cinco hermanos. Con todos tengo una muy buena relación. Los primeros que me apoyaron fueron mis hermanos. Fue duro para mis viejos, pero gracias a Dios no tienen problema. Para mis padres fue difícil. Pero a la larga de los años tenés que ponerte en su piel.
-Y hoy en Paraná, ¿es difícil vivir con esa elección sexual?
-No, para nada. Antes sí eran prejuiciosos. Yo recorrí muchas provincias de la Argentina y sigo volviéndome acá. Tenemos una vida muy diferente con la gente. Pareciera que nos admiran más. Siempre alguien que grita o te dice algo. Creo que como no somos tantas, acá somos pocas, si hubiera más habría más prejuicios.
-¿Por qué la prostitución?
-Para mí no hay otra alternativa de trabajo. Me gustaría tener otro trabajo, barrer calles, no me importa.
-¿Por qué pensás que no te lo dan?
-Por mi condición sexual, por ser travesti. No sé si te enteraste que a una chica travesti la discriminaron porque quería ser albañil. Un albañil no cuenta con un recibo de sueldo y sin embargo fue discriminado. Así lo quieras hacer, no te lo permiten.
-¿Si sale un aviso en el diario pidiendo secretaria ejecutiva y vos te presentás para trabajar?
-No te aceptan de ninguna manera. Eso me pasó al principio cuando era proyecto de mujer. Se me notaban los modales. Por equis motivos nunca me llamaban, por más que tuviera condiciones. Si antes, que no tenía pechos ni nada, no me llamaban… imaginate ahora.
Mujer encerrada en cuerpo de hombre
Vanina se niega a decir su verdadero nombre. Por más que la cronista insiste, responde sólo con un “ponele Juan” a su verdadera identidad, escondida en una remera negra hiper escotada que deja ver gran parte de su anatomía. Fuma, mira para abajo y se sonríe con cierta tristeza. Dice que duerme poco y que lo suyo es “prostitución nacional porque recorro varias provincias. En otros meses me voy al sur, a Río Gallegos, donde la prostitución es legalizada, como acá”, cuenta.
“La diferencia -dice- es que allá sólo podés trabajar en las wisquerías y con libreta sanitaria. Tenés que presentarla sí o sí, o te devuelven a tu provincia”, afirma tras una gran bocanada de humo de cigarrillo.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
