-Campaña en marcha. Como se decía antes, un poco a los tumbos la campaña por la reforma constitucional va tomando forma. Que haya sido convocada junto a la elección presidencial diluye una gran parte del volumen que debiera tener. De todas maneras, hay un esfuerzo por despertar expectativas, sobre todo en los constituyentes de la lista que representa al oficialismo. Hay que tener en cuenta que a la cabeza de la lista del Partido Justicialista (PJ) está el gobernador Jorge Busti. Este dato de por sí compromete a esa estructura política en esfuerzos de campaña para llamar la atención sobre la reforma. Por supuesto, como no puede ser de otra manera en el justicialismo estos afanes reformistas hay que leerlos con los códigos de la lucha interna que siempre está presente. Hasta estos días pasados lo único que aparecía en escena era la Constituyente, la elección presidencial literalmente no existía. Recién un par de días atrás empezaron a aparecer los afiches con el rostro de Cristina Fernández de Kirchner como candidata a Presidenta. En otra dinámica y por razones distintas los radicales también hacen lo suyo realizando reuniones sobre la Constituyente.

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-La iglesia en campaña. Pero estos esfuerzos tanto de radicales como de justicialistas por despertar la mirada de la sociedad por la reforma constitucional, están muy lejos de poder compararse con el revuelo que abre la irrupción de la Iglesia con sus pretensiones de ser una suerte de redactora privilegiada de los tramos duros de la futura Constitución. La Iglesia pretende dar encuadre a esta norma fundamental de la provincia a través de un Preámbulo y desde ahí avanzar hasta borrar el carácter laico de la educación establecido por el artículo 203 de la Constitución actual. Ya en el momento de quedar aprobada la reforma de la Constitución, la Iglesia insinuó una conducta por demás sospechosa. Fue en el momento de negar el permiso al cura Dalsotto, de Chajarí, a participar como constituyente en las listas del PJ. En esa circunstancia, al negarle el permiso a Dalsotto la Curia entrerriana -esto es, los obispos de Concordia, Gualeguaychú y Paraná- señaló que no alentaba la participación de sacerdotes ni de hombres ligados a la Iglesia como constituyentes. Prefería definir en su momento las formas de trabajo para poder inspirar los lineamientos de la carta fundamental.

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-Historia y Preámbulo. Se sabe que una Constitución define su perfil ideológico por el conjunto de derechos que protege. En ese segmento quedan establecidos los cimientos del orden jurídico institucional sobre los cuales tendrá que correr la vida cívica de la sociedad. Ese encuadramiento de base será la nutriente teórica que luego tendrá expresión en fallos y en cuerpos doctrinarios. El Preámbulo, que puede estar o no estar en una carta magna, constituye un enunciado muy general sobre determinados principios. Por no hacer tan expreso su positivismo, y no exacerbar la tensión con la Iglesia, los constituyentes entrerrianos de 1933 no incorporaron un Preámbulo en la Constitución, pero dejaron expreso que la educación debía ser laica. De esa manera, silenciosamente libraron una de las tantas batallas de la historia que la Iglesia enfrentó con todo su acervo de resabio medieval y las corrientes ideológicas que abrevan en todas las gamas del pensamiento moderno.

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-Discriminaciones. Es claro, como la fórmula es novedosa tienen que explicarlo. El Preámbulo en cuestión, según los deseos de monseñor Mario Maulión, tiene que invocar la protección de Dios. Entonces, la educación debe ser religiosa. Es decir, todas las religiones pueden dar clases de sus credos religiosos en todas las escuelas, incluidas las públicas. Luego los alumnos de padres que no profesan religión alguna o bien los que profesan algún credo religioso pero piensan que esa creencia se corresponde con la vida privada de las personas, quedarán fuera de las aulas. Esta curiosa forma de discriminación está propuesta por la Iglesia entrerriana en estos comienzos de un nuevo siglo.

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-El panorama legislativo. Una vez lograda la sanción de la ley que declaró la necesidad de la reforma constitucional, el debate interno en la Legislatura entrerriana parece haber quedado restringido a los alineamientos venideros. En ese sentido, el justicialismo -tras el categórico triunfo electoral del pasado 18 de marzo- tiene asegurada mayoría en las dos cámaras. Sin embargo, todo parece presagiar que -fiel a su tradición- no sólo va a jugar de oficialismo. El peronismo no es tal si no es a su vez oficialismo y oposición. Basta ver lo que pasa en el pasillo de los diputados. A pocas horas de finalizado el escrutinio de las elecciones provinciales, los peronistas más dúctiles y dinámicos de la ex Lista 100 tomaron carrera con garrocha en mano. Con buen entrenamiento en esas lides resultaron razonables los registros obtenidos. Aterrizaron directamente en el contorno del principal despacho de la casa gris. Así, el principal referente de ese sector, Hugo Berthet, recompuso su relación con el gobernador Busti y conjuntamente comenzaron a planificar un regreso rápido y desordenado al redil. Concluido este trámite el bloque del PJ en la Cámara de Diputados se presentaba numéricamente arrasador. Esa magnitud y su correlato de poder institucional quedaban configurados como la parte gorda del triunfo justicialista. Como siempre, ciertas vertientes del progresismo se escandalizaban ante un despliegue peronista que imaginan hegemónico. Pero ha quedado dicho el carácter dual de oficialismo y oposición, y así, lo que para la mayoría de la opinión pública auguraba un accionar compactado y monolítico, a los pocos días trocó en una geografía distinta. La reacción a esa movida generó el abroquelamiento de un ecléctico grupo de legisladores electos y en ejercicio.

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-Berthet y los senadores. En la Cámara de Senadores la puja no carga las mismas tensiones, si bien el panorama que se avizora en Diputados comienza a meter la cola. Por empezar, no hay tantos boxeadores, salvo la frontalidad de Santiago Gaitán o Raúl Taleb con cierto estilo, pero ninguno tiene punch de noqueador. Aunque pareciera que las trifulcas no pasarán a mayores, la puja se ha centrado en la disputa por la presidencia del bloque. Allí jugaron sus fichas el actual titular, Héctor Strassera -de Concordia- y el omnipresente Hugo Berthet, su antecesor. Berthet fue desplazado de ese puesto estratégico hace un año cuando decidió apostar por la candidatura de Julio Solanas. Ni lerdo ni perezoso, Tito Strassera piloteó con esmero el bloque que virtualmente quedó partido sin que mellara la sanción de las leyes que precisó el Ejecutivo. Desde ese lugar también acometió la tarea de buscar los consensos internos en más de una circunstancia crítica. Su cercanía con Busti y con Urribarri le otorga una posición de correo privilegiado. Sin embargo logró franquearse la amistad y lealtad de buena parte de los nuevos legisladores y la ratificación de los veteranos César Melchiori, Carlos Garbellino y Victorio Firpo. Berthet, que andaba buscando recomponer su liderazgo, jugó fuerte a posicionar como figura alternativa al senador electo de Gualeguay, Hernán Vittulo. Todo indica que la construcción termina resultando precaria.

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