La historia oficial

Edición: 
1140
Los movimientos de Tortolo en la dictadura

Dirigida por la Facultad de Teología de la UCA (Universidad Católica Argentina) a pedido de la Conferencia Episcopal Argentina y a partir del estudio de una vastísima documentación de los archivos desclasificados de la Iglesia, salieron los tomos I y II de La verdad los hará libres. Es una obra inédita sobre la actuación de la Iglesia católica en los procesos de violencia en la Argentina entre 1966 y 1983, que significa un aporte documental interesante a la historia reciente. En este texto, un anticipo de lo que se consigna respecto de la tarea del exarzobispo de Paraná y vicario castrense, monseñor Adolfo Tortolo, donde aparecen datos desconocidos sobre visitas y gestiones por curas y exdetenidos políticos.

 

Con decreto del 3 de julio de 1975, firmado por el cardenal Baggio, prefecto de la entonces Sagrada Congregación para los Obispos, Pablo VI nombraba vicario castrense a Adolfo Servando Tortolo, arzobispo de Paraná, institución que conducirá durante los años más duros de la dictadura.

 

Tortolo había nacido en la ciudad de 9 de Julio (Buenos Aires) el 10 de noviembre de 1911. Fue alumno del seminario San José de La Plata y se ordenó sacerdote el 21 de diciembre de 1934. Se desempeñó como vicario cooperador en las parroquias de Chacabuco y de Junín de la recién creada diócesis de Mercedes, en cuya curia trabajó hasta junio de 1956 en que fue elegido obispo auxiliar de Paraná. Permaneció en la diócesis entrerriana hasta 1960, cuando fue nombrado obispo de Catamarca y regresó como arzobispo en 1963 hasta su muerte. Tortolo asistió al Concilio Vaticano II, gozaba de prestigio en la mayoría del episcopado argentino que por dos periodos lo eligió para ocupar la presidencia de la Conferencia Episcopal (1970-1976), aunque con el correr de los años, su figura se desgastó y perdió ascendiente.

 

A lo largo de 1981 su salud se desmejoró progresivamente y sus intervenciones públicas disminuyeron considerablemente, al punto que no participó del homenaje que se le tributó en el Vicariato con motivo de sus bodas de plata episcopales. La misa de acción de gracias celebrada fue presidida por Bonamín, quien, al referirse a la ausencia del vicario, expresó: «Las actuales condiciones de salud del venerable arzobispo impiden dar a este fausto aniversario las proporciones del homenaje que él se merece».

 

La presidente de la República Argentina, María Estela Martínez de Perón, pronuncia un discurso en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno, el 8 de agosto de 1975, en ocasión de la toma de posesión del obispo Tortolo como vicario castrense. Tortolo, con las manos entrecruzadas, y detrás de él, el almirante Massera, atienden al discurso presidencial. (Gentileza de Editorial Perfil) Durante nueve meses, Tortolo ejerció simultáneamente la conducción del Vicariato (1975-1982), el Arzobispado de Paraná (1963-1986) y la presidencia de la Conferencia Episcopal Argentina (1970-1976), que coincidieron con los últimos meses del gobierno de Isabel Perón, el golpe e inicios del gobierno militar de 1976.

 

En estas páginas solo se abordará el discurso y la acción de Tortolo en su condición de vicario castrense. Intentaremos responder a los numerosos interrogantes abiertos durante este periodo de particular dramatismo en la historia argentina, en el que encontramos a Tortolo cerca de la presidente Isabel Perón durante los últimos meses de su gobierno. El vicario manifestó su confianza en Videla, a quien conocía desde joven y de quien tenía una opinión favorable: «Como militar es de primera, como católico es extraordinariamente sincero y leal a su fe», y con quien coincide en sus principios, como refiere explícitamente al comentar el mensaje de Pascua del presidente Videla de 1976: «Al igual que los míos, los principios que rigen la conducta del general Videla son los de la moral cristiana».

 

Su discurso. En su primera carta pastoral, el nuevo vicario se refirió a las características propias y peculiares de su nuevo ministerio: «Entendí que mi misión era dirigir hacia Cristo los cien mil soldados, mi misión era lograr que cada muchacho se encontrara con Cristo, se reencontrara con Él y comenzara a vivir con Él esa auténtica vida cristiana». Lo expresaba en el marco de una grave realidad nacional, que según Tortolo estaba sumergida en una atmósfera de drama. Su raíz era la quiebra y la marginación de la ley moral, a la que se debían someter todas las acciones de los hombres, y proponía el camino de la unidad en los valores esenciales y arriesgarse por el bien de la Patria. Para Tortolo, el Vicariato prestaba un servicio en la Iglesia, en favor del valor más elevado de los soldados, que es el religioso.

 

En distintas oportunidades, el nuevo vicario se refirió a la peculiar misión y tarea evangelizadora del Vicariato y de los capellanes en él, la Iglesia, la situación del país antes y durante el Proceso, lo nacional y la legitimidad de las Fuerzas Armadas, la crisis moral, el comunismo, los jóvenes, la educación, la violencia y la ética de la represión, como se observa en sus exhortaciones, homilías y cartas pastorales. Una nota singular es que en todas ellas sobresalen las enseñanzas espirituales, en las que Tortolo busca incentivar lo religioso e invita al renacimiento espiritual y crecimiento interior personal en las filas de las tres fuerzas. Para Tortolo, la crisis moral y la violencia que se vivían se originaban en la marginación de la ley moral que era necesario restablecer. La preocupación de Tortolo por la crisis moral del país mencionada en su primera carta pastoral, se observa en la consulta que realizó a fray Domingo Basso, moralista de trayectoria, quien respondía «ante todo que se trata de un estado de guerra interno o represión violenta de la sedición criminal», y desarrolló tres puntos a tener en cuenta para determinar lo que es lo lícito o lo ilícito en tales circunstancias: «La noción de guerra justa, la licitud de la pena de muerte, y la muerte del injusto agresor en defensa propia». Los conceptos de Basso remiten a una teología moral congruente con la prédica castrense. A los pocos días de producido el golpe militar, después de un encuentro con la Junta Militar, Tortolo hablaba en los medios sobre la necesidad de una colaboración positiva con el nuevo gobierno, para «reinstaurar definitivamente el auténtico espíritu nacional y una convivencia franca y leal entre los argentinos».

 

El vicario instaba a trabajar «codo a codo con Nuestro Señor, en la restauración del ser nacional», y rechazaba la violencia guerrillera como camino: «Yo no puedo comulgar con el ideal de los guerrilleros y quisiera acercarme a estos hermanos para pedirles que cambien de ruta […] la violencia es un desvalor, sobre todo para el joven a quien hay que invitarlo a construir con Dios y a aportar lo mejor de su vida, a subir aún caminos abruptos hacia las altas cumbres».

 

En septiembre de 1976, con motivo de la publicación de un libro del Ejército, que honraba a los caídos en combate, Tortolo se refería a la trayectoria y al papel del Ejército, destinatario de la evangelización del vicariato: “Tras 100 años de paz, las páginas de gloria de nuestra patria se abren nuevamente para cobijar a nuestros camaradas en defensa de la Nación. Tras 100 años de paz, reverdecen las adormecidas virtudes guerreras del Ejército Argentino, que hoy rinde emocionado homenaje a este puñado de héroes y a otros que permanecerán anónimos hasta el final de la lucha. Que Dios los tenga en la gloria. Que Dios los tenga en la gloria, que su ejemplo y el de sus familias nos ilumine hasta logar la reorganización definitiva de la patria”.

 

En su homilía pronunciada en la misa aniversario de la capellanía mayor del Ejército, Tortolo se refirió a los orígenes cristianos de la patria, y destacó la fidelidad a la fe de Belgrano y San Martín, tanto en la paz como en la guerra: «Aquel pueblo de los años heroicos estaba profundamente arraigado en nuestra fe católica, que hoy reverdece con incrementada vitalidad […] Fiel a sí misma la Patria, nació cristiana y continuó cristiana. Y nuevamente fiel a sí misma, quiere seguir viviendo los grandes valores que no tienen eclipse ni ocaso ni muerte».

 

Tortolo veía con esperanza el gobierno de la Junta Militar, y mantuvo su confianza en él a lo largo de los años. Ante la nueva situación institucional, el vicario consideró que las Fuerzas Armadas intervinieron a pesar de ellas, y se proponían restaurar la confianza en la autoridad. Serán «necesarios hechos que de un modo fehaciente vayan ganando la confianza del pueblo argentino», afirmaba Tortolo, para quien «el arte de gobierno y mucho más el de un gobierno compartido, no es una cosa fácil, de manera que no puedo pronosticar cuál va a ser el éxito de su acción, yo deseo y presiento que va a ser en realidad muy eficaz».

 

 

(Más información en la edición gráfica número 1140 del jueves 18 de mayo de 2023)

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