Cuesta entender cómo el barrio fluvial Amarras que impulsa la empresa Altos de Unzué sobre la vera del río Gualeguaychú, lanza la venta de sus terrenos sin importarle la resolución pendiente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación o

la orden del gobernador Gustavo Bordet de paralizar la obra.

Cuesta entender cómo Amarras desoye las recomendaciones de la Universidad Nacional de La Plata ante el resultado del informe de aptitud ambiental: “Un alto impacto negativo en el ambiente”, donde específica que, de hacerse el proyecto:

* Se debe conservar la cota natural y edificarse sobre pilares con abundante luz entre los mismos.

* No se debe modificar la línea natural de la costa, ni producir lagunas internas.

A los dueños de Amarras no les importa no contar con la licencia social de la comunidad de ninguna de las dos orillas, ellos avanzan por sobre el bien común arrasando con un humedal de 110 hectáreas para levantar un terraplén de 7,5 metros con una laguna interna de 18 hectáreas.

A los dueños de Amarras no les importa el Poder Ejecutivo ni el Judicial, avanzan sobre una construcción de mentiras, que ya tiene sus primeras víctimas: los vecinos de los barrios del Norte de Gualeguaychú.

No les importa terminar con el río como espacio de recreación, como lugar de pesca y contemplación de la naturaleza, lo quieren transformar en la ruta de acceso de las más de 200 embarcaciones que navegarán en el río Gualeguaychú contaminando con sus combustibles y ruido el ambiente y que era compartido por la gran mayoría de las y los vecinos como también el turismo que tanto deseamos.

A los dueños de Amarras no les importa ni los vecinos de Pueblo General Belgrano ni los de Gualeguaychú. Ellos quieren fundar su propia ciudad, construida sobre un terraplén de mentiras y atropellos.

Cuesta entender que se lleven por delante la identidad de un pueblo ribereño porque sólo les importa el dinero.

(*) María Luján Erpen Lechin es vecina de Pueblo General Belgrano.