Por Luis María Serroels (*)
Mientras el kirchnerismo pos derrota busca mecanismos para resarcimientos milagrosos, el súper ministro Juan Manzur desterró el peligro que significa la pandemia de coronavirus en nuestra sociedad.
Mientras tanto, existen métodos precisos y sin riesgo para distribuir todo tipo de recurso que permita modificar el resultado de los comicios del 12 del corriente.
¿Puede un gobierno abrir los bolsillos por doquier sin riesgos a cambio de una boleta que garantice una victoria en una jornada electoral?
El mecanismo de asegurarse que las medidas económicas adecuadas sean una herramienta segura y puedan prosperar en el cuarto oscuro, no siempre dan el rédito esperado. Desde el gobierno se anuncian estrategias para lograr su objetivo, entre ellas el reajuste del salario mínimo, bonos y créditos, etc., que estimulen el sufragio oficial.
Las forzadas ideas que el mandatario nacional junto al modificado gabinete y la aquiescencia de Cristina Fernández pusieron en marcha para achicar la diferencia registrada el domingo 12 de setiembre, obliga a caminar con mucha cautela en pos de revertir un latigazo comicial jamás pensado.
No obstante los consejos que derraman los asesores más íntimos en pos de pisar firme, no se advierte de que las bonanzas que el kirchnerismo amasa para llenar sus urnas con el fin de dar vuelta el fracaso, también las recibirán los opositores sin necesidad de modificar línea ideológica alguna.
Está claro que nadie puede cruzar de vereda para posturas determinadas acomodaticias y circunstanciales. Los resultados de setiembre han sido claros y los encuestadores serios vaticinaron el golpe de hace un par de semanas. En materia de comicios todo puede suceder, pero es problemático escapar de la aceleración del sístole y el diástole cuando comienza el conteo y el resultado irremediablemente se exhibe con crudeza.
Deberían producirse episodios que den vuelta los comicios con resultados inversos, no obstante el propio oficialismo ya recibe datos preocupantes. En política nada está escrito antes de pulsar la lapicera.
En otro orden y en el ámbito entrerriano, las cifras de primera vuelta no son sencillas de revertir, en especial donde se esperaban éxitos categóricos y sin embargo el oficialismo resbaló feamente. Hasta ahora quizás aún no se ha revisado y analizado debidamente lo que está debajo de la alfombra. Es que los éxitos desde el otro lado fueron muy fuertes. El oficialismo creyó quizás en una potencialidad larvada y en un realismo mal amasado.
A principios de esta semana el ex gobernador Mario Moine, en una entrevista realizada en el programa A quien corresponda (Radio de la Plaza) y publicada en ANALISIS, emitió amplios conceptos sobre la actualidad. El material es muy extenso y valioso, no obstante hemos extraído algunos párrafos que nos parecen muy oportunos.
“En Argentina estamos acostumbrados a ver un presidente fuerte, que conduce y por supuesto esto desencadenó en los últimos meses un hecho inusual en la vida política de cualquier país democrático: que la vice presidenta le marque el camino al presidente y no se hace en una oficina privada y reservada sino sea de forma pública, terminante. De este modo en dos años tenemos un presidente totalmente devaluado, que le va a hacer muy difícil continuar la gestión y va a ser muy difícil que Cristina Fernández de Kirchner vaya a cambiar en su manera de ser”.
Más adelante y del mismo modo describió la situación de Entre Ríos: “Con la deuda que tomó el gobernador (Gustavo Bordet) que con intereses y todo son 730 millones de dólares y cuando se vaya el 11 de diciembre le deja a la próxima gestión 600 millones y en 2024 el futuro gobernador tendrá que pagar 130 millones de dólares. Sé que algunos gobernadores, incluído Bordet, han comenzado a gestionar ante el presidente la posibilidad de que la Nación tome la deuda de las provincias y las financie a 15 ó 20 años, que es lo que podría pagar la provincia. Así es que tenemos tantos problemas a nivel nacional como a nivel provincial”.
Mientras los Fernández se pueden tolerar cada día menos, el país sigue quemando divisas, emitiendo dinero y engrosando la monumental deuda externa. Se salva el ahorrativo hijo de los Kirchner, Máximo, quien admite atesorar un capital personal de 2,8 millones de dólares. El ahorro es la base de la fortuna.
(*) Especial para ANALISIS