
Por Guillermo Alfieri, especial para ANÁLISIS DIGITAL
El sistema federal yugoslavo se derrumbó. Los estados miembros declararon su independencia. Bosnia-Herzegovina concretó el paso en 992 y hasta 1995 Sarajevo estuvo sitiada. Para atenuar la tensión de numerosos pibes, Propag Pasic fundó una escuela del popular deporte, en lugar de partir hacia el exterior con un abultado contrato en euros, justificados por su reconocida calidad de jugador de selección.
Con material de archivo, el documental lo muestra como un delantero inteligente, hábil y efectivo, ovacionado por multitud de espectadores. Con sobrados antecedentes, colocó su atención a niños en riesgo de perder la vida. Los inició en el objetivo de marcar goles en el arco ajeno, evitarlos en el propio y escapar hacia el refugio subterráneo, apenas sonara la alarma de bombardeo.
La producción recoge testimonios de varios de esos niños, que en la instancia límite se mantuvieron en la fábrica de sueños y pudieron superar traumas con el ejercicio físico como antídoto.
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La figura de Propag Pasic aparece con el mechón de pelo caído sobre la frente, como cuando eludía rivales y perforaba redes. Detrás de los anteojos la mirada es melancólica. De aquellos años terribles destaca la gravitación de sobrevivir y jugar juntos, gambeteando el terror y las agresiones por imperio del fanatismo de cualquier índole. Trasladado al presente, resta mérito deportivo a campeonatos ganados merced a que un exótico hipermillonario copó una institución, adquirió un plantel de estrellas y sacó ventajas previsibles y aburridas,
Propag Pasic, ancló en Sarajevo para ponerse la camiseta del club de sus amores y no se fue para hacer lo que sabía, enseñar fútbol cuando las balas zumbaban. En la paz, podría dirigir a un plantel profesional pero prefiere continuar como maestro de carasucias, creyente de lo que asegura la leyenda: En Sarajevo cada criatura que trae la cigüeña no llega con un pan sino con una pelota debajo del brazo.
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Didier Drogba está en plena vigencia de número 9. Nació en Costa de Marfil y a los cinco años de edad se radicó en Francia. Recorrió países y retornó al Chelsea (Inglaterra), donde alterna la titularidad. Ya consagrado puso atención en la tragedia de su pueblo, enfrentado en sectores étnicos. En 2005, cuando la selección marfileña, apodada Los Elefantes, se clasificó para el Mundial de 2006, en los vestuarios, Drogba requirió que se bajaran las armas.
Elocuentes son las imágenes del documental: con el Balón de Oro que le adjudicó la Federación Internacional de Fútbol Asociado, viajó a Costa de Marfil, ofrendó el trofeo en son de paz, en los bastiones de la desunión. La tregua de 2006 fue interrumpida y en 2010, Didier Drogba volvió a recorrer ciudades y aldeas, en virtual representación de los sin voz que prefieren la conciliación por sobra la muerte. Todo afirma que su insobornable palabra, sin compromisos partidarios, es más influyente que la de cualquier integrante de la clase política.
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Rebeldes sin Fútbol se difunde por DeporteTV los viernes, a las dos de la tarde. La serie está fechada en 2012.