Héctor Pedro Rohr, el dinamitero de Valle María.
De ANÁLISIS
Héctor Pedro Rohr era un hombre de origen muy humilde, en una familia trabajadora, donde eran 9 hermanos. Nacido en la pequeña localidad de Valle María, en el Departamento Diamante, en septiembre de 1958, de un día para el otro se encontró con el boxeo. En realidad, comenzó a practicarlo casi por accidente y ya alejado de la adolescencia. Fue a raíz de una disputa con un vecino de Valle María. Ese incidente hizo que “Cacho” Dening lo llevara a practicar a un gimnasio para boxeadores amateurs, a los que observaba con cierta proyección.
Rohr empezó a entrenar en ese lugar un 25 de mayo de 1980. El joven boxeador debutó sobre el ring casi a los tres meses; en agosto de ese mismo año. Los más memoriosos recuerdan que los organizadores esperaban 200 personas para cubrir los gastos, pero el lugar se llenó de bote a bote: unos 500 espectadores fueron los que pagaron la entrada esa noche gloriosa para Rohr, que ganó por nocaut en el tercer round.
Gustavo Dalinger, amigo de Rohr, contó que “Héctor tenía por costumbre sacarse fotos con los chicos cuando terminaba la pelea”. “Todavía tengo unos guantes de esa época. Era chico y me calcé los guantes para sacarme una foto con Rohr. Generaba nerviosismo verlo. Lo veías con autoridad arriba del ring. Tenía un perfil muy bajo y verlo en el centro de la escena no lo borrás nunca más. De grandes aportamos nuestro granito de arena para que sea el reconocimiento. A nivel local es el deportista que más trascendió”, relató.
José Hermann, carpintero y amigo sumó su experiencia. “Con mis hermanos fuimos a todas las peleas de la zona, sólo no fuimos a Buenos Aires y Brasil. Cuando él peleaba, el pueblo quedaba vacío. Él empezó a los 18 años, por eso no tenía la cintura para esquivar. Trabajaba haciendo pozos para agua. Cuando trabajó en la Municipalidad llevaba cuatro o cinco bolsas de portland”, recordó.
El dinamitero
El periodista Fernando Pais valoró que el caso de Rohr fue atípico. “Surgió en una aldea cercana de Paraná y poco a poco se fue transmitiendo a otras aldeas. Era un hombre distinto, un trabajador. Tenía una potencia inusitada. Alguien le puso el ojo y descubrieron que tenía una pegada mortífera. Comenzaron con detección de rivales y su figura fue creciendo. A eso ayudó una visión clarísima de mi amigo y compañero de trabajo Lorenzo Rica, que con muy buen criterio lo bautizó ‘el dinamitero de Valle María’”.
“Particularmente no me gustan los apodos en boxeadores porque casi siempre se magnifica. Pero esto del dinamitero prendió muy fuerte y se generó un movimiento social. Gente que no entendía de boxeo y quería a Héctor Pedro Rohr, a su familia humilde y trabajadora. Hasta que llega a una pelea importante de unas 2000 personas donde se hace la primera transmisión deportiva radial, al epicentro de sus grandes acontecimientos que fue el Club Echagüe”, manifestó Pais.
Agregó que sus espectáculos “daban vida al boxeo de esa época”. “La actividad deportiva es múltiple en Paraná. Pasaron años para que sea profesional y trascendiera. Pero nadie puede negar que aquí, el esparcimiento deportivo tuvo prioridad como vida social”.
Se destacaba por su cuerpo fornido. Su porte y buen estado físico lo obtuvo trabajando en pozos de agua y en las ladrillerías de la zona, donde hacía changas. Hay quienes recuerdan que el legendario promotor Amilcar Brusa (hacedor Carlos Monzón y otros campeones mundiales) quería llevarlo de pupilo, pero al irse a trabajar al exterior el proyecto quedó trunco. Rohr daba sus primeros pasos y prácticamente se dedicó a ello después de hacer el servicio militar obligatorio, que aún se hacía a los 21 años. Para la mayoría de sus rivales, su fuerte pegada era sinónimo de nocaut. No había mayores aptitudes técnicas; su virtud era la contundencia de su mano derecha.
“Me acuerdo que una persona de Paraná me informó que en Valle María hacían festivales boxísticos en un galpón. El boxeador se llamaba Héctor Pedro Rohr y era un espectáculo. Todos los fines de semana o cada 15 o 20 días. Me dicen por qué no lo traía a Paraná, como hacía festivales deportivos. Lo busqué y le ofrecí un festival. Así fue. Asombraba cómo se entrenaba. Comenzó una relación comercial y deportiva. Debutó en la pre inauguración del estadio del Club Echagüe, en 1982, un sábado. Una multitud. Venía gente de las aldeas”, relató el expromotor del boxeador, José María Bustamante.
Andrea Rohr, prima del boxeador habló de “el dinamitero”. Contó que era muy chica, recortó las peleas. “Cantidad de gente que había en esos encuentros. La gente iba en camiones, no faltaba el girasol. La gente iba en carros. Él era uno más de la familia con varios hermanos. El recuerdo de él siempre está vigente”.
“Era una dinamita que cuando pegaba, explotaba. Casi siempre se definían las peleas en el primer o segundo round. Su cuerpo era tallado a mano, no había gimnasio, era natural. Un día caminando por la peatonal, encontré a Amílcar Brusa y me dijo que de alguna manera se sentía culpable porque no lo pudo trabajar, dado que tuvo que irse al exterior”, acotó Dalinger.
Acontecimiento social y sociológico
Rohr fue construyendo su carrera con mucho esfuerzo. Trataba de pelear por lo menos una vez por mes, en diferentes lugares y con boxeadores de Entre Ríos o de la provincia de Santa Fe. No era fácil conseguirle rivales que, además, pudieran enfrentarlo y durarle más de dos asaltos, lo que muchas veces generaba cierto malestar en el público, porque costaba entender la contundencia de ese boxeador de pocas palabras de Valle María, que era una aplanadora sobre el ring y que soportaba cualquier andanada de golpes.
“Fue un acontecimiento social y sociológico. Creo que el reconocimiento que se le hace es muy importante. Él hizo que Valle María, ese pequeño lugar tuviera preponderancia en los medios de comunicación. De Rohr pasó un quinquenio. Él comenzó tarde, ganó título Argentino, Sudamericano y después escasearon los rivales. Él tuvo que amoldarse al gimnasio para ser boxeador”, manifestó Pais. “A Rohr le quedaba muy bien la media distancia. No sabía caminar. Colocaba el golpe en la zona alta”.
Su quinta pelea fue un éxito. Llegaron cerca de 3000 personas y fue transmitida por emisoras de Paraná y Santa Fe. Le ganó por puntos al Rubén Dip, un boxeador de la ciudad de San Justo, que había sido sugerido por el ex campeón argentino –también de esa misma localidad santafesina-, Carlos del Valle Herrera. Esa noche llegó Amílcar Brusa, quien después de verlo nuevamente lo puso bajo las órdenes de Emilio Helguero para entrenar. Pero exigió que Rohr se traslade a Santa Fe para profundizar las prácticas de boxeo y llevarlo a otro lugar de la historia.
“Lo empezó a entrenar Emilio Helguero. Fue creciendo y no tenía casi rivales. Se hizo profesional en Paraná. ¿Qué hacemos ahora? Le pregunté pero el que daba el veredicto era el entrenador. Le ofrecí el título argentino. Arreglamos con el entrenador del campeón, concretamos por el título argentino. Fue un 4 de mayo de 1984. Desde el 82, dos años después estaba peleando por el título argentino. Una cosa inusitada. Todas las peleas las ganaba”, relató Bustamante.
“El público enloquecido, el estadio de bote a bote. Descansó después de eso porque fue intensa la campaña. Como al mes o dos meses, comenzó a pelear otra vez. El éxito siempre. Pensamos en el título sudamericano. Peleó un 7 de junio de 1985”, apuntó Bustamante.
Knockout
Héctor Pedro Rohr había debutado en Paraná en 1982, con un club Echague totalmente cubierto. Peleó con Jorge Cambiaso y también le ganó, ante más de 4000 personas. Y empezó a ser querido por un público difícil, como el paranaense. Pero con su humildad y fortaleza, se fue ganando el corazón de la gente. Dos años después tuvo su oportunidad determinante. Fue el 4 de mayo de 1984 en que Héctor Pedro Rohr tuvo la oportunidad de pelear por el título argentino. Ganó por nocaut en el sexto round a Rubén Zamaro, en una recordada pelea realizada en Paraná. Rohr crecía a pasos agigantados y se transformó en el principal boxeador entrerriano en la década del ’80. Casi un año después, el y el 7 de junio de 1985, tuvo su oportunidad para pelear por el título sudamericano de amateurs en la categoría Crucero. Mucha gente de Entre Ríos viajó hasta San Pablo (Brasil) para presenciar esa pelea, donde derrotó por nocaut, en el primer round, a un púgil venezolano y dejó estampada la más gloriosa victoria del Dinamitero de Valle María, como lo solían llamar los relatores de las diferentes emisoras.
Dalinger recordó que “era un chico muy simple y natural”. “No supo manejar ese mundo, nadie lo ayudó tampoco. No había las posibilidades de hoy, lamentablemente tuvo ese final. Pero fue muy humilde, de un noble corazón. Llegó muy lejos, aunque él mismo quiso perder su corona. Era orgulloso y testarudo. Pero tenía condiciones para llegar muy lejos”.
Bustamante describió la noche de la primera pelea perdida. “Hacíamos festivales cada 25 o 30 días y siempre el mismo éxito. Después empezamos a buscar rivales más difíciles y vino un altibajo de él. Empezó a caer y hasta ahí fue la gran campaña que realizó. Yo tenía mucha relación con Tito Letoure, manager del Luna Park que no lo llevó porque allá había muchos valores de primera línea. Tuve el apoyo de mi señora que hacía de boletera”.
“Una noche que vino un tucumano reventó el Echagüe. Los dirigentes tenían miedo porque las aberturas no tenían cierta seguridad”, apuntó Bustamante. “Con el dinero que pagaba en el Club por el alquiler del estadio, se construyeron todas las aberturas. Una cosa insólita”, acotó.
Su prima consideró que lo recuerdan “por lo que generó”. “Me acuerdo cuando iba a la facultad que los catedráticos me preguntaban qué era yo del ‘dinamitero’. Yo me decía qué importante lo que hizo mi primo. Ojalá hubiera podido tener otro acompañamiento. Me acuerdo que cuando ganaba, le gustaba hacer juntadas. Me acuerdo de esos momentos que eran varios”.
Homenaje
Julián Bonnin, periodista de Valle María contó que hace unos años hicieron un programa homenaje al boxeador. “Hace dos años teníamos un programa en FM Eclipse. Tuvimos mucho material para el programa homenaje, entrevistamos a sus rivales. Lamentablemente tuvo un triste rival pero no tenemos que dejar de reivindicar lo que hizo para nuestro pueblo. Se lo recuerda por lo que hizo y no por cómo terminó”, marcó Bonnin. }
“Lástima que no pudo seguir un poco más. Tal vez si no hubiera hecho ‘Cacho’ Dening una pelea más, Brusa lo quería y si lo hubiera llevado capaz hubiera llegado más lejos porque no había muchos boxeadores en la categoría Crucero. Lo hicieron bajar de peso para pelear con algunos. Lo recordamos todos los días. Casi todos los clientes que vienen, lo recuerdan con esas fotos”, acotó Hermann.
El 25 de mayo de 1986 cayó derrotado en Necochea frente al uruguayo José María Flores Burlón y por ende cedió el título sudamericano. Rohr fue perdiendo posicionamiento poco a poco. Hasta ese momento tenía 26 peleas ganadas por la vía rápida (KO), 3 ganó por puntos y tuvo un empate con Jorge Cambiaso que en ese momento estaba seleccionado para las olimpiadas de Moscú. Cuando abandonó, la página oficial del Consejo Mundial de Boxeo indicaba que el récord de Rohr era de 15 peleas ganadas (13 por KO), 10 perdidas (5 por KO) y un empate).
“Entrevistamos a su principal rival, Cambiaso. Él nos contó qué significaba para él pelear en un estadio importante como el Echagüe y llenarse de la forma que se llenaba, que en los pasillos no se podía caminar. Acá reivindicamos también a quiénes lo descubrieron a Rohr, ‘Cacho’ Dening. Armaron un gimnasio improvisado y comenzaron a pelear. Por distintas circunstancias no llegó más allá del título sudamericano”, apuntó Bonnin.
“Lamentablemente el alcohol lo llevó por mal camino. Él nunca quiso salir de su villa. Lo quisieron llevar a Santa Fe varias veces. Lo concentraba en Santa Fe”, acotó Bustamante.
Final
La historia tuve un triste final. Un 10 de marzo de 1993, alejado del boxeo y con algunos problemas de salud, tomó la decisión de poner fin a su vida. Las manos que lo llevaron al éxito a través del boxeo, fueron las herramientas para autolesionarse. Nadie esperaba que tomara esa drástica decisión. Fue a la tardecita de un lunes, según recuerdan. Una adicción letal, el alcohol, y aquellas duras peleas con secuelas en su hígado especialmente le quitaron ganas de vivir. Cuando llegaron al galpón donde vivía en la casa materna ya era tarde. El panorama era dantesco.
“Se cortó después de una pelea que hizo en Rosario. Empezó a caer y desapareció. Se suicidó un 10 de marzo de 1993. Se acabó la historia de este gran deportista. Era muy buena persona y cumplía al pie de la letra todos los pormenores de la bolsa. Se lo respetaba y se le pagaba muy bien. Yo pensaba que él también tenía que ganar. Cuando la bolsa era grande, al dinero se lo daba mi señora, lo venía a buscar al otro día. Esa fue la historia simple de este gran boxeador”, relató Bustamante.
“No estaba en Argentina pero tuve la extraña sensación que se había ido un hombre bueno. Eso fue Rohr, una buena persona. Tuve la duda si realmente amaba al boxea, pero dejó algo muy importante. La gente le ha rendido homenaje y es magnífico. No siempre el pueblo se acuerda de sus grandes personas. Que en paz descanse”, expresó Pais.
Había fallecido el ídolo del pueblo. Acaso nacía la leyenda.
La despedida no fue digna. Prohibieron que sus restos reciban el último adiós en la iglesia de la localidad. Incluso no se permitió el ingreso al cementerio por la calle principal, por lo que fue trasladado por un camino lateral. Tenía 34 años y vivió intensamente. La calle donde vive su madre y el Polideportivo llevan su nombre. Rohr no se fue. Le dio vida al pueblo que recuerda sus proezas de arriba de un ring más que su triste final. Y está bien que así sea.