Informe especial: Covid-19 y salud mental

El Covid-19 afectó de manera diversa a la salud mental de la población, y en particular de los grupos más vulnerables. La incertidumbre, el distanciamiento social, el aislamiento, la cuarentena, el miedo a enfermarse y a morir, fueron recurrentes en las consultas a psicólogos y psiquiatras que en este año y medio vieron una explosión de consultas. En un informe especial del programa televisivo Cuestión de Fondo (Canal 9 Litoral) tres profesionales analizan las consecuencias de la pandemia en la salud psíquica de las personas.

La pandemia de coronavirus no solo amenaza la salud física de millones de personas, sino que también causa estragos en el bienestar emocional y mental de la población de todo el mundo. Los sentimientos de ansiedad, impotencia, estrés, depresión, angustia y dolor están aumentando a medida que las personas se enfrentan a un futuro cada vez más incierto, y casi todos hemos sido afectados por la pérdida.

No hay salud física sin una buena salud mental. Y esta pandemia sin duda ha puesto en evidencia como no ha ocurrido antes, la fuerte implicancia de una cosa en la otra.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la salud mental como aquella que abarca una amplia gama de actividades directa o indirectamente relacionadas con el componente de bienestar mental incluido en la definición de salud conocida como “el estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”.

Actualmente, la mayoría de las encuestas muestra un aumento de los síntomas de depresión, ansiedad y estrés relacionados con Covid-19, como resultado de factores estresantes psicosociales como la interrupción de la vida, el miedo a la enfermedad o el miedo a los efectos económicos negativos.

Ansiedad fóbica, pánico y ver televisión en exceso (que se ha asociado con alteraciones del estado de ánimo, alteraciones del sueño, fatigabilidad y deterioro de la autorregulación), y la exposición a las redes sociales se ha asociado con un aumento de las probabilidades de ansiedad. Además, está relacionada con la promoción del bienestar, la prevención de trastornos mentales y el tratamiento y rehabilitación de las personas afectadas por dichos trastornos.

Problemas de sueño

En este contexto, los problemas del sueño no son infrecuentes: según la Fundación Nacional del Sueño, aproximadamente el 30% de la población general se queja de trastornos del sueño, y aproximadamente el 10% experimenta síntomas consistentes con el diagnóstico de insomnio.

La crisis del coronavirus agregó nuevos factores estresantes que podrían elevar estas cifras. Según los expertos, el aislamiento está teniendo un impacto sustancial en el sueño. Para el doctor Eduard Estivill, médico y especialista en medicina del sueño de la Clínica del Sueño Estivill y la Unidad del Sueño del Hospital de Catalunya, existe un aumento considerable en los problemas de sueño relacionados con Covid-19.

Según el experto, esto tiene que ver con la sensación general de desconcierto que ha provocado el coronavirus. Como explica Estivill, dormir mal es un signo de algo real y tangible. En general, se puede atribuir a “la acumulación de tensión y ansiedad durante el día”, dice. En tiempos de pandemia, la incertidumbre también puede generar mayor estrés y ansiedad.

La realidad en la provincia y el país

En este contexto, un informe del programa Cuestión de Fondo (Canal 9 Litoral) se sumergió en esta problemática que afecta a la mayoría de la población y dialogó con tres profesionales.

Lucila Schmit Donda, es Licenciada en Psicología (Mat. 2040) y residente de 4° año de la residencia en salud mental en Paraná; Anabella Martínez es Licenciada en Psicología (Mat. 2009) y especialista en Terapia cognitivo conductual y en Sexología clínica. Valeria Schwalb, es psicóloga y se especializa en Resiliencia. En 2006, hace 15 años perdió a Julieta, su primera hija producto del cáncer y desde entonces, acompaña a familias que atraviesan situaciones límites. Hoy, ante los más de 100.000 muertos por la pandemia,  ayuda a transitar los duelos por Covid-19 con una terapia de resiliencia.

Schmit Donda analizó que “hay cosas que cambiaron radicalmente y no van a volver nunca como antes, el tema es que no sabemos cómo van a ser todavía. Hay algo que cambió radicalmente en nuestro cotidiano, de un día para otro las coordenadas de la vida que de alguna manera sentíamos que era de ese modo, que compartíamos comúnmente con otros en relación a la vida, al mundo, a como era eso, cambió radicalmente y tuvimos que empezar a pensar eso de otro modo”.


Lucila Schmit Donda, Licenciada en Psicología (Mat. 2040) y residente de 4° año de la residencia en salud mental en Paraná.

“Hay cosas que el sujeto puede sostener con la idea de que en algún momento se van a terminar, pero la pandemia nos pone un tiempo sin tiempo que agudiza ciertas presentaciones”.

Asimismo, Martínez sumó que “desde el año pasado y hasta este año fue un crecimiento muy notable no solamente en pedidos de tratamiento sino de consultas específicas, de miedos que tienen que ver con la enfermedad, con la enfermedad de algún familiar, organizaciones económicas, miedos a establecer proyectos, y también han salido a la luz un montón de síntomas que estaban tapados por cuestiones que tienen que ver con excesos laborales, rutina, ansiedad, angustia, algunos trastornos de ataques de pánico, cuestiones puntuales”.

“Son temores nuevos en algunos casos y son temores que también fueron mutando”, aclaró.

Schwalb, aseguró que “fue una explosión en esta pandemia de llamados desesperados de emergencia, situaciones que hasta ahora no habíamos vivido, yo me dedico a duelo y acompañar situaciones adversas desde hace muchísimos años pero en este tiempo me di cuenta que los llamados eran muy extremos: me encuentro solo en una clínica, internado, tengo mucho miedo, no tengo nadie que me ayude, o se murieron mi papá, mi mamá, y mi abuelo, muertes múltiples, constantes, uno internado en un lugar, otro internado en otro lugar, no saber para donde correr, no tener información, todas estas cosas son propias de este tiempo de pandemia que antes si bien la vivíamos teníamos una red de contención que hoy no tenemos, teníamos un comunicación distinta con el personal médico que hoy está explotado, hoy es más impersonal y también sucedió otra cosa que me llama mucho la atención que es la falta del reconocimiento social”.

“Como todo el mundo está pasando por algo, por algún duelo, por alguna pérdida, resulta que quien lo está atravesando siente un poco que a él también le está pasando algo, entonces todos pueden decir hoy: y a mí no sabes, y yo?, y mi tío, mi vecino…y se hace un poco impersonal porque quien está atravesando un dolor necesita contarte lo que a él le esta pasando independientemente de que esto sea una pandemia mundial”, describió.

Y analizó: “Que te digan es normal estar solo, es muy tremendo porque la persona que está sola –que es el 100%- siente que los demás le dicen en este tiempo de pandemia es así, se pierde como el área de lo personal, de lo subjetivo y estas cosas están sucediendo desde la pandemia”.  

¿Cuál es el mayor temor que se plantea? ¿A qué le tiene miedo la gente?

Al respecto, Martínez sostiene que “ha fluctuado un poco, porque el mayor temor el año pasado era esto de la incertidumbre, de que nos decían que esto era hasta cierta fecha y se terminaba extendiendo, a que no se sabía cómo se iba a reestructurar la economía, si eso se iba a poder… y este año ha cambiado porque ahora las consultas son más de índole emocional, de temor a perder un familiar a no quedar bien frente a una enfermedad, frente al Covid y a las consecuencias más físicas que trae esto. Ha ido fluctuando de manera significativa”.

Schwalb acotó que “la realidad es que hubo muchos casos de suicidios, mucha desesperación, mucha falta de motivación, mucho ‘no sé para qué me levanto’, y esto parece un pavada pero que tengamos una razón para levantarnos todos los días, cambiarnos, perfumarnos un poquito y salir al mundo, hace la diferencia a estar en mi casa, vestido a la mitad si es que tengo un contacto virtual, y sino fue un estar en pijama, un no bañarse, un dejarse estar. Mucha gente me decía ‘hace meses que no me pongo un calzado’; entonces fueron muchas oscilaciones muy fuertes del humor y sobretodo mucha violencia”.

Sobre este punto en particular, ahondó: “Hubo violencia en las casas, falta de paciencia, falta de tolerancia, tuvieron que aprender a convivir como nunca antes convivimos; antes un marido o una mamá que trabaja llegaba a la casa por la tarde buscando un refugio, y ahora la casa se convirtió en otra cosa, en un lugar donde tuvimos que estar todo el día y esto trajo muchas escenas de mucha violencia, pelea, intolerancia”.

Consultada por el incremento de las consultas, Martínez apuntó que “aproximadamente desde lo público hasta lo privado el aumento fue de un 60%, es muy significativo y este año fue el incremento un poco más notorio”.


Anabella Martínez, Licenciada en Psicología (Mat. 2009) y especialista en Terapia cognitivo conductual y en Sexología clínica de Paraná.

Recuperados de Covid y situaciones nuevas

Schwalb aseguró en Cuestión de Fondo que “hay mucho miedo a la muerte, mucha vulnerabilidad, una sensación de estar expuesto a la enfermedad permanente, muchos se enfrentaron a situaciones familiares muy difíciles porque esta es una enfermedad que asusta un montón y que aísla un montón, sumado a las acusaciones, el no querer a acercarse a otro”.

“Se dieron situaciones muy fuertes en este tiempo para los que atravesaron la enfermedad, miedo a la soledad, al desamparo, a la sensación de no contar con nadie, miedo a las secuelas, miedo a volver a enfermarse, bronca con aquellos que desestiman la relevancia que tiene esta enfermedad y mucho enojo”, sentenció.

Por su parte, Schmit Donda explicó que “hay que naturalizar que lo que nos atraviesa en este momento no es patologizable, no podemos decir que en este momento las personas que están angustiadas necesitan ser medicadas o diagnosticadas de tal cosa, sino que hay que poder darle lugar a eso que aparece porque es la manera de poder hacer algo con eso”.

Las necesidades del personal sanitario

En este contexto también refirió que “una parte de la residencia empezó a trabajar en los mismos hospitales San Roque y San Martin con los profesionales; es muy difícil también ese habitar la pandemia desde el lugar de la gente de salud que parecía debía cumplir un papel heroico que es muy peligroso, porque lo heroico también tiene la parte de lo sacrificial que se pone en juego y los limites no eran posibles de establecer para algunos profesionales, de ver hasta cuando, hasta donde, de qué manera, poniéndole el cuerpo y su psiquismo sin límites”.

“La idea de pensar los dispositivos en salud mental dentro de los hospitales era que ellos pudieran tener un momento para preguntarse cómo se sentían, al menos durante el día, como se encontró como colectivo atravesado por esto y la angustia que han sentido al ver constantemente en la cara esto”, reflexionó.

Schwalb contó que atiende “mucho personal de salud”. “Y cuando llama alguien que trabaja en terapia intensiva, las decisiones que tienen que tomar, las situaciones a las que no pueden acceder, el cansancio que tienen de sentirse torpes y no estar lo suficientemente despiertos. Es desesperante lo que viven, y son esas consultas que a veces uno no sabe si quiere escuchar porque es mucha la carga de angustia que sufre el personal de salud, es horas y horas sin dormir, hablando con familiares que desesperados buscan una información y están también mal porque esta su familia y su vida”.

“Estamos ante una adversidad tremenda, mundial, en donde la muerte es parte del diario de nuestras escuchas, todos nos tuvimos que plantear algo sobre la muerte, todos nos tuvimos que ver en la situación de estar pensando qué pasa si pierdo la vida o qué pasa si muerte alguien que amo”, señaló.

“La pérdida de un ser querido es la representación más brutal que existe de lo que identificamos como el peor efecto de la pandemia”, resume Schmit Donda  

Y Schwalb completa: “Es muy difícil no tener una culpa cuando alguien fallece, normalmente los sobrevivientes sentimos culpa, y en este caso donde la infección y el contagio es directo. Tuve un paciente joven que me decía: yo no tengo la culpa, durante un año entero no vi a mi novia y sólo la quise ver una vez,  me encontré una vez para estar con ella, no puedo considerarme un asesino de mi abuelo porque quise ver a mi novia. Y si uno lo piensa así, es cierto, que nadie va a hacer nada a propósito para  lastimar a un ser querido, son cosas que suceden y creo que tenemos que limpiarnos de esas cargas que nos hemos puesto encima porque realmente es muy doloroso”.  

“Todo eso trajo muchísimas consecuencias a nivel psíquico y a nivel lazo social. El otro, el que está fuera se convirtió en el enemigo y eso muchas veces empezó a quebrantar a suponer conflictivo en relación a aquel que cumple o no cierta norma, cierta restricción. Todo eso se vio resentido, el tejido social está resentido hoy en día. Hay algo que después de un año de pandemia, todos intentamos de algún modo poner algún velo, algún tipo de esperanza, o de resolución o proyecto para poder vivir y no continuar en esta posición de sobrevivir, que fue muy doliente, muy angustiosa y muy solitaria”, analizó Schmit Donda.


Valeria Schwalb, es psicóloga y se especializa en Resiliencia. En 2006, perdió a Julieta, su primera hija producto del cáncer y desde entonces, acompaña a familias que atraviesan situaciones límites.

Ser mejores y ver algo positivo de la pandemia

Al respecto, Schwalb consideró que es posible obtener cosas positivas de tanta tragedia: “Si de resiliencia se trata, todos somos resilientes pero a veces no estamos resilientes, pero tenemos que saber que el ser humano puede atravesar situaciones muy dolorosas en la vida y no por eso quebrarse, sino al contrario a través de una experiencia dolorosa, sacar un aprendizaje, fortalecerse y mejorar su versión, porque así sucede. Tenemos una capacidad resiliente que es como una semilla potencial que nos permite atravesar dificultades”.

Schmit Donda asimismo plantea que “a pesar de esto uno puede estar mejor”. “Si uno encontrándose con su propia angustia en estos tiempos pudo darse algún tiempo para elaborar algo sobre el modo de habitar en el mundo que tenía para encontrarse de algún modo mejor luego, con cualquier otra cosa de la vida que lo atraviesa”, afirmó.

La salud mental del futuro

Finalmente, Martínez sostuvo que “hay mucha preocupación por la cuestión de la salud mental, desde lo clínico hasta las consultas con los mismos colegas y profesionales de distintas áreas” pero aclaró que “es una incertidumbre porque se está desestimando; hay tantas cosas que cubrir en función de lo económico, de lo relacional, de la salud física, que la salud mental no tiene este aporte significativo desde el Estado y desde las entidades para que uno pueda acudir y sentirse acompañado, mínimamente”.

“Es un área que se podría llegar a estimular un poco más, a difundir un poco más cómo es la contención porque hay entidades pero hoy se difunde más la cuestión de índole clínico, y la parte de salud mental tiene que tener este mismo acompañamiento”, completó.

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