
Lo vivido en esta cuarentena pone de relieve algo que es histórico: los bancos siempre han castigado a los adultos mayores
Por Nahuel Maciel (*)
Ayer se dio un combo perfecto entre el Gobierno Nacional, los insensibles bancos y el especulativo gremio de La Bancaria que terminó con una “bomba viral”, al aglomerarse frente a las entidades financieras el sector poblacional que es considerado como de alto riesgo para la pandemia del coronavirus: los jubilados.
Es cierto que esta pandemia es una experiencia inédita en la vida del país. Pero esa situación en absoluto es una excusa para la mala planificación.
Además, hay un error histórico que se arrastra desde hace 45 años, cuando el nefasto José Alfredo Martínez de Hoz, en plena dictadura, ordenó que el sistema financiero no sea considerado como un servicio público.
Por eso al momento de pagar jubilaciones, pensiones y servicios sociales, la mayoría de los bancos son ajenos a esa operatoria y todo se agolpa en un par de casas crediticias vinculadas solamente con el Estado, sea nacional o provincial. Esta pandemia dejó al desnudo que es indispensable abrir nuevas bocas de atención, porque el sistema colapsa.
Sin tener en cuenta lo que pasó hace apenas una semana en un contexto exactamente similar de restricciones por evitar la propagación del coronavirus, ayer se volvieron a ver escenas casi dantescas en la puerta de los bancos, más allá que ahora se decidió abrir hoy y mañana.
El Estado, los bancos y el gremio del sector deben hacer honor a la conciencia de que los mayores de 65 son población de riesgo. Y si son población de riesgo, lo que menos deben hacer es interminables filas al aire libre y fuera de sus casas.
Lo vivido ayer fue una de las peores cosas que se hicieron, más allá de la necesaria e impostergable decisión de atender de manera personalizada a un sector que requiere de efectivo.
A esto se le suma una falta de educación ciudadana, que los bancos y el gremio –al igual que el Estado- nunca se preocuparon por satisfacer. La inmensa mayoría de los jubilados creen que tienen que ir al banco el día de pago, exclusivamente. No saben que el día de pago –en rigor- es el día de depósito de su haber en su cuenta. ¿Quiénes son los responsables de esa falta de comunicación y educación histórica?
En Gualeguaychú, como en la mayoría de las localidades de la provincia y gran parte del país, se le suma otra realidad que la pagan los que menos tienen: los cajeros son escasos para la población que los utiliza, la mayoría de los comercios minoristas sólo aceptan efectivo (a pesar de que es obligatorio el débito) y la gran parte de las actividades laborales y comerciales se realizan en la más completa informalidad, lo que torna casi imposible “la bancarización” para descomprimir “las ventanillas” en las sucursales.
Pero que el Estado, los bancos y el gremio no se equivoquen en la lectura: es cierto que ayer muchos fueron a los bancos cuando no debieron ir; pero todos fueron a buscar “su” plata, porque literalmente en muchos hogares las necesidades son reales e insatisfechas.
Lo vivido en esta cuarentena pone de relieve algo que es histórico: los bancos siempre han castigado a los adultos mayores. ¿O acaso esta es la primera vez que se observa a los “viejitos” y “viejitas” haciendo fila en la intemperie para cobrar lo que les pertenece y los bancos nunca facilitaron? La violencia institucional no es de ahora; lo que ocurre es que ahora hay otro peligro de vida: el coronavirus.
Está claro que el sistema financiero hoy –como siempre- no tiene capacidad de brindar un servicio que debe ser público, eficaz y eficiente; a pesar de ser uno de los sectores que más ha ganado en el último siglo y en cuyas crisis siempre sale airoso, incluso de manera parasitaria cuando se queda con los ahorros de los argentinos.
Hay que insistir porque lo vivido fue extremadamente grave y cuyas consecuencias sanitarias recién se conocerán dentro de quince días, período de incubación del coronavirus: está claro que muchos rompieron ayer con la cuarentena y ahora hay que volver a empezar. No hay remedio al respecto.
Además, hay que insistir con señalar esta irresponsabilidad social porque el Estado, ni los bancos ni siquiera el gremio, fueron capaces de articular un operativo preventivo para evitar lo que todo el mundo sabía que iba a pasar: las filas de jubilados en la intemperie y la violación del distanciamiento sanitario.
Esta falta de previsión puede ser aún peor cuando a partir del 15 de abril millones de personas vayan a los bancos a cobrar los diez mil pesos fijados por el gobierno para los sectores más desprotegidos del país.
Este miércoles se iniciará un nuevo cronograma de pagos, y se anticipó que se pagará según el número de terminación del documento. Se estima que la medida ayudará a descomprimir. Pero el problema de fondo, el de la violencia institucional hacia la tercera edad por parte de los bancos, el gremio bancario y el Estado, seguirá siendo una deuda pendiente.
Y que nadie se confunda: es impostergable que el sistema financiero resuelva cómo mejorar los pagos a los jubilados y a los beneficiarios sociales; del mismo modo es impostergable una reforma financiera integral.
(*) Publicado en Diario El Argentino de Gualeguaychú