Sección

Una visita más

Por JCE (*)

En una entrega anterior hablábamos de la política de austeridad que impulsada por el Presidente Luis Lacalle Pou, aporta en positivo a la economía de la República Oriental del Uruguay. La eliminación de gastos superfluos e innecesarios da señales claras en el país del este según palabras de su Presidente, de no estar en política ni en el gobierno para la anécdota ni para andar a los codazos sino para impulsar y cumplir con lo comprometido en la campaña.

Uruguay también padece la pandemia pero la acción del Estado y la cultura comprometida de su pueblo, arroja resultados que nos ponen a  a los argentinos a años luz del “paisito”, como gustaba llamar a su país Mario Benedetti.

Alberto Fernández, un presidente por decisión cristinista que por unas cuantas razones hace acordar al día en que la viuda de Néstor Kirchner anunció en un acto muy de su estilo, que Amado Boudou el hombre que según propias declaraciones vivía en una duna de las arenas marplatenses, sería su vicepresidente.

Cristina Elizabet Fernández le teme al desgaste que puede convertir en innecesario si cuenta entre sus allegados –y a veces no tanto- con hombres como Amado Boudou en su momento y Alberto Fernández al frente de esta gestión, reservándose para ella un sitio de confort desde dónde evitar las incomodidades de los debidos procesos a los que cualquier ciudadano debería someterse para responder a los cargos que pesan sobre ella después de haber ejercido la primera magistratura del país.    

Y si de incomodidades hablamos, no menores deben ser las que atraviesa el presidente designado de la Argentina, el desorientado Alberto Fernández.

Nuestro país desde 1912 con la llamada Ley Sáenz Peña elige a sus autoridades mediante el voto secreto y obligatorio para varones de menos de 70 años. La exclusión de las mujeres en el acto electoral logró echar por tierra la inequidad setenta y tres atrás después exactamente  el 23 de septiembre de 1947 impulsado por de Eva Perón. Es decir que en los días que corren el voto secreto y obligatorio rige en la Argentina según las leyes 8871 y 13010 desde 1912 para varones y desde 1947 para hombres y mujeres.

Dicho esto, el ciudadano de a pie está en todo su derecho a considerar que las dos designaciones efectuadas por Cristina Fernández, la de (Amado) Boudou en su momento y la de Alberto Fernández para encabezar la presente gestión enciende incertidumbres en términos no necesariamente de ilegalidad pero sí de dudosa legitimidad.

Alberto Fernández llegó a Paraná en cumplimiento una especie de “pactos preexistentes” para respaldar al gobierno de Gustavo Bordet, pasó por dos empresas acostumbradas a las visitas presidenciales, mantuvo un par de reuniones, y dio una conferencia de prensa sin sorpresas ni anuncios para la crónica.”

En un discurso plagado de lugares comunes él y los ministros del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, de Obras Públicas, Gabriel Katopodis,  y el titular del Ente Nacional de Obras Hídricas de Saneamiento (Enhosa), Enrique Cresto, arribaron a acuerdos con el gobernador (Gustavo) Bordet. Tal vez lo más destacado fue un aporte económico no reintegrable por valor de   665 millones no reintegrables, de los cuales 532 se destinarán a la construcción del nuevo hospital de Villaguay y 133 al fortalecimiento institucional y gestión integral de información pública, según consigna este portal en su edición de la víspera.

Al dejar la ciudad Alberto Fernández dijo sentirse contento de ver la industria activa y los campos sembrados. Antes se había autodefinido en la ocasión como “un entrerriano más”.

Nada de lo hecho y acordado exigía la presencia del presidente y sus colaboradores en esta capital. Por vía administrativa y teleconferencia se podría haber llegado a las mismas metas con erogaciones notablemente menores cuando el dinero se hace necesario para el combate librado –hasta hoy en desventaja- con la pandemia.

El Presidente Fernández no tiene la capacidad de seducción que manejaba Néstor Kirchner y queda claro que carece de cintura política y que lo secunda un gabinete definido por la vicepresidente.

De no haber aterrizado en Paraná hubiera, sin dudas disimulado su falta de manejo político y de inserción en el complejo panorama que le toca administrar.

En otras épocas y con otros mandatarios, una visita presidencial hubiese significado un acontecimiento de proporciones, en esta oportunidad no pasó de ser un vuelo rasante por una ciudad capital de una provincia que desconoce, como a la mayoría de las que conforman el país, y un poco, pero nada más que un poco a excepción de la provincia Buenos Aires.

Un capítulo aparte merece el pobre aporte de sus asesores de comunicación, tan desconocedores como él de, en este caso, la realidad entrerriana.

En horas en que el Presidente debería permanecer en la Casa Rosada o en la quinta de Olivos siguiendo de cerca y definiendo políticas sanitarias, decidió sin saber muy bien por qué, según propios y extraños, venir a pasar una horas en Paraná.

¿A qué vino?

(*) Especial para ANALISIS.

Edición Impresa