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La deuda

Por Antonio Tardelli (*)

Ballay, Bordet y la deuda que crece en Entre Ríos.

Por Antonio Tardelli (*)

Habrá que confiar. En el azar, en el precio de la soja o en la gracia divina. En la llegada de una prosperidad que por ahora no se ve. En lo que sea. Porque (se sabe desde hace tiempo) el nivel de endeudamiento de la Argentina, o mejor dicho de su gobierno central, es enorme. Para enfrentar el desequilibrio de las cuentas públicas, la administración de Mauricio Macri eligió el endeudamiento, según alegaba, porque no quería escoger las otras alternativas que tenía a mano: el ajuste o la emisión.

Al final, hizo todo: se endeudó, ajustó y emitió.

Pero no es el punto. El punto es su opción inicial.

El problema es la decisión política.

¿Está bien o está mal endeudarse?

¿Para qué nos endeudamos?

Es evidente que no hay respuestas únicas.

Que el contexto influye.

Endeudarse para financiar una bicicleta perversa fue un pésimo negocio, según comprobó la Argentina cuando analizó lo sucedido durante la dictadura.

Endeudarse para levantar parques industriales, como hizo Brasil, es otra cosa, explicaban los economías.

Las respuestas varían.

Varían, por un lado, por el contexto.

Y varían también porque el oportunismo de la política, que se atiene menos a valores permanentes que a reacciones de ocasión, convierte en detestable lo que ayer era honroso y en honorable lo que antes era sinónimo de claudicación.

Así, pues, endeudarse puede ser inteligente y, por tanto, indicador de lucidez política.

Pero también puede ser la señal definitiva de la entrega a los poderes externos.

Saldar la deuda puede ser indicio de sumisión: se solía detestar a los pagadores seriales.

Pero pagar deuda, incluso anticipadamente, pudo ser presentado también, en su momento, como soberana señal de autonomía.

Las mismas preguntas generan diferentes respuestas.

Macri fue malo porque nos endeudó.

No se discute.

¿Fueron buenos en cambio los gobernadores que se endeudaron en el mismo momento que Macri, con el mismo contexto y en el mismo escenario?

Se pueden sostener ambas cosas al mismo tiempo. Se comprueba por estos días.

La política no es una ciencia exacta. Concedido.

Pero convertirla en territorio exclusivo de la charlatanería es ir demasiado lejos.

Habrá que confiar en una bonanza que todavía no se ve venir.

El año pasado, 2020, la provincia de Entre Ríos no pudo pagar un cupón de intereses por valor de casi 22 millones de dólares.

Ya en 2021, en este mes de febrero, Entre Ríos no pudo pagar un cupón similar, también de 22 millones de dólares.

Son los servicios de la deuda que el gobierno de Bordet contrajo, por un monto total de 500 millones de dólares, en 2017.

El dólar vale hoy, al menos, seis veces más que entonces.

Como todos los gobernadores, Bordet cobra los impuestos en pesos; pero Entre Ríos deberá seguir pagando en dólares.

La provincia que no pudo pagar 22 millones de dólares en 2020, ni otros 22 millones de dólares en 2021, acaba de reestructurar su deuda y en función de eso deberá cancelar compromisos futuros.

Este año, por unos 40 millones de dólares.

En 2022, por 25 millones de dólares.

En 2023, la provincia que no pudo pagar 22 millones este año, deberá abonar 84 millones.

Y en el siguiente lustro, más de 100 millones de dólares cada año.

Eso es lo que sabe.

Se desconocen, en tanto, muchas otras cosas.

¿Quién gobernará en 2024?

¿Quién en 2028?

¿Dónde estaremos nosotros?

No se sabe.

Se sabe, sí, que la deuda estará ahí.

Allí estará. Estará bicicleteada, refinanciada, defaulteada. Tal vez, saldada.

Sabemos tambien otra cosa. Es lo más seguro de todo.

Quien en ese momento gobierne (su identidad es por ahora una incógnita) nos hablará entonces, seguro, de la pesada herencia que este tiempo, el de hoy, le está dejando.

(*) Periodista. Especial para ANÁLISIS

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