Por Hugo Remedi (*)
Especial para ANÁLISIS
El vandalismo de la desvergüenza y de la impunidad es lo que sintetiza la conducta casi infame de Martín Insaurralde, y que sea más repudiable éticamente que judiciable a esta altura del incendio, ya es un hecho anecdótico comparativamente.
Si de amores se trata, cama adentro amigo o que parezca un accidente. Y de ese modo evitamos, aunque más no sea, oler la pornografía que se escurre por las grietas de las alcobas glamorosas de la política.
El affaire del dirigente bonaerense Martín Insaurralde, visto pletóricamente acompañado en las costas de Marbella por una modelo, se ha convertido en otro suceso sustancial devenido de la dirigencia política vernácula que esmerila cualquier análisis lógico y representa el punto central de lo que trasluce la política argentina: total decadencia.
En principio no habría que darle mucha vuelta al asunto, lo del ahora acojonado conquistador de la farándula parroquial es: un bochornoso descaro. Lo que seguramente se va a sostener un tiempo como una especie de purga aleccionadora en lo que hace a su consecuencia pero luego, con el paso no tan extenso en el tiempo y sostenido en la tan impresentable hipocresía social volverá a aterrizar insolentemente en el descapotable político que sigue en ruta.
Gran parte de las críticas, son de circunstancias y políticamente correctas como se dice, pero en realidad, existe otra buena parte de la fauna que lo envidia y se atreverían gustosos a disfrutar los “sinsabores” que vivió en Marbella el hoy, ex candidato kirchnerista y hasta hace unas horas jefe de Gabinete de Axel Kicillof.
El 28 de octubre de 1983, rememorando historia se llama esto, en el cierre de campaña del justicialismo bonaerense, el dirigente sindical peronista, Herminio Iglesias, quemó un cajón con el símbolo de la UCR frente a casi un millón de personas. La historia que sobrevino, plantó banderas en que ese suceso detonó la posibilidad de un peronismo vencedor dándole lugar a la victoria de Raúl Alfonsín.
En verdad no hay manera de comprobarlo como único motivo de la derrota, pero lo cierto es que el fuego hizo su trabajo. Y cada vez que se ensucia un momento político, sobre todo electoral se recuerda el cajón de Herminio.
Asociar ambos temas, en medio de dos sociedades y realidades absolutamente diferentes suena a quimera especulativa. Pero cierto es que, en este complicado partido de tenis, a Sergio Massa lo están llenando de errores no forzados.
Hecho de magnitud negativa el de Insaurralde que curiosamente, no fue utilizado en el debate de este domingo, como que si el acuerdo entre los bandos en pugna haya sido que ese tema no se toca, y entonces apenas surgió tangencialmente, lo que en política significaría en buen romance: ojo con golpes bajos que viene vendetta.
De yapa, como para completar el pote de mierda, el dirigente nacional de la Federación de Asociaciones de Trabajadores de la Sanidad Argentina Héctor Daer, en un intento por defender a Insaurralde aseguró que peor fue lo de Oscar Aguad, entonces ministro de Defensa de Mauricio Macri, quien -aseguró- mandó a hundir el submarino… (se refirió al ARA San Juan), con lo que implica sensiblemente tanto para los familiares de los muertos como para la sociedad en general: patético.
Todos los límites se van rajando de a poco. Todo vale.
No hay construcción prudente que meta dique de contención a un odio desenfrenado. En minutos de diferencia con un debate al medio, Daer habla de asesinato oficial por parte del gobierno nacional de ese 2018 mientras Massa llama a la concordia nacional y asegura que va a convocar a un gobierno de unidad.
Massa, en total soledad de campaña pide, clama, exige: que lo dejen de ayudar de estos modos que lo están descuartizando.
Para Batakis va la misma modista y para el Choco Rigau el mismo sastre.
La ex ministra de Economía, Silvina Batakis, hizo mal los deberes en el Banco de la Nación y salió a luz. El Choco Rigau tuvo luz siempre, pasando la bolsa con un paquete de tarjetas ajenas, conducta que por fatal no es solamente privativo de un partido político sino de la gran mayoría. Y en democracia, gana la mayoría, es decir los peores del grado, en estos casos.
Bandidos hay en todas partes y en todas las profesiones, el problema del status quo político, es que se horrorizan con los delincuentes ubicados enfrente pero no se hacen cargo de los propios. Pero cuando suceden estos hechos, surge el empecinado moralismo de ocasión y detonan sorprendidos e indignados sus moradores ante tan despreciable hecho y desde una catadura moral que impresiona por su farsa y ofende la inteligencia.
Ahora nadie sabe nada de Batakis, del Choco Rigau y de Insaurralde y de quién sabe cuántas cosas más que huelen a cosa bien hecha solo porque esconderlas de mejor modo no deja de ser parte del talento individual de saber tapar de modo muchísimo más eficaz.
Lo de Insaurralde como de tantos otros que usan este medioambiente como vehículo para satisfacer todas sus fantasías no resueltas usando monedero ajeno, es una forma real pero distorsionada de vivir la política y de usufructuar cada una de sus prerrogativas.
Así es como el escándalo de Insaurralde explica lo de Milei como opción irruptiva.
Nadie explora causas, o por miedo a un archivo o por corporativo.
Cuando pase la tormenta, Insaurralde regresará, será nuevamente elegido, y como consecuencia representará a gente con expectativas de un mundo mejor: en Argentina todo es posible, felizmente y gracias a la decadencia.
(*) Periodista.