
Por Darío Dayub (*)
Con un gabinete local, pero que en su mayoría tiene algún ligamen anterior de gestión nacional o capitalina, asume un enorme desafío la persona que logró torcer 20 años exactos de predominio partidario justicialista. Hizo a mérito propio y contra todos los vientos lo que no pudieron ni en las épocas de mayor corrupción urribarrista al que su propia justicia condenó.
Habrá que confiar entonces que si pudo lo impensado también podrá sobrevolar exitosamente las tempestades que se avecinan. Con un gobierno nacional que anticipa el cierre del grifo económico, al que habrá que pelearle cada peso, y una carterizada dirigencia opositora en la capital entrerriana que prometió no cambiar nada de lo que se hacía para el infortunio local. Tres colores partidarios que deberán ganar en madurez para obsequiarnos el salto de calidad democrática que a los 40 años ya es tiempo de tener.
Inauguró con un discurso ambicioso, que invitaba permanente a asentir con la cabeza por revestir una lógica que coincide con el reclamo y el sentido común popular; en el que delineó prioridades tales como la transparencia, el cese de los privilegios políticos, la educación, la salud, la seguridad y la creación de trabajo.
Pero seguramente debe entender que además de "querer" habrá que saber y poder en Entre Ríos: exhumar la decencia para que, por ejemplo, nuestro Senado vuelva a ser lo que nunca fue del todo pero debió, como una muestra de toda la corrupción instalada a erradicar. Despojarnos del orgullo miserable de tener la ciudad más pobre del país, cuna causal de casi todos los que lo precedieron en la gobernación. Apuntalar al privado que agarrado con pinzas de la clase media pelea desde abajo, intentando (siempre intentando...) salir hacia arriba del peligro de caer. Que la educación no puede tener el descuido salarial qué tiene, la deserción escolar que registra ni ser reducida tampoco a un comedor comunitario. Sostener en alimento y salud a una generación entera, hoy diezmada, que será el plafón social del desarrollo deseado. Levantar las sillas que saturan la administración pública quitándole eficiencia al estado solo para pagar militancia política, con el dinero de los que carecen de todo. Afrontar la inminente embestida que del sector ambiental se le aproxima en busca de soluciones concretas para nuestras islas que se incendian, la gente que se contamina y la tala que no cesa.
Pero también mantener los niveles de producción, hoy en crisis, de lo que depende el sostén de todo aquello. Saber y poder todo eso y tantos etc. más que no entran en esta simple editorial, porque así lo eligieron al querer asumir.
Y no le alcanzará con discursos periódicos y rimbombantes para sostener todo ello. Se acabó el tiempo de la dialéctica abstracta, es momento de la praxis. De aplicar la ideología a los problemas concretos brindándole soluciones, porque para eso es la política en definitiva; y no al revés, intentando adaptar la realidad a la ideología de turno como tanto se padeció durante años, porque así no funciona la vida que nunca se adapta a uno sino a la inversa aunque manteniendo siempre un norte irrenunciable.
Todo nuevo gobierno merece un voto de confianza y dejarlo caminar para emitir las primeras opiniones, no solo por imperio de lo justo sino por el respeto democrático que merece la voz de un pueblo que ha elegido. Las opiniones apresuradas pecan de prejuicio o fanatismo y deben dejarse para la militancia opositora de trinchera; como pecan de irreflexivas las propias que otorgan un cheque en blanco a quien lo único que le conocemos es lo que ha dicho en campaña. No estamos para ninguna de esas licencias.
Habrá que esperar atentos las decisiones, para que aseguren verdaderamente el cambio votado y no se camufle la reiteración de las viejas prácticas.
La política es una ciencia, medible gracias a las herramientas que hoy se tienen y deberá la gestión mostrar en números las mejoras que cada área necesita durante todo el devenir de la gestión. Y poco importará entonces la procedencia de los que finalmente hicieron de esta tierra un lugar más digno para vivir; pero si esos números no lo acompañan seguramente caerá con doble rigor el señalamiento social de los que desde la cuna vemos el sol salir desde estos horizontes.
Abrazo en anhelos de éxitos a quienes salen a la cancha como los titulares designados para emprender la epopeya. Abrazo igualmente al nuevo gobernador para que no trunque las promesas electorales de las que hay que siempre acordarse. Pero, por sobre todo, abrazo a mi pueblo entrerriano que salió en estampida a buscar el futuro soñado que una vez conoció.
(*) Especial para ANÁLISIS