Uriel Lozano es un destacado cantante y uno de los máximos exponentes de la cumbia santafesina con 29 años de trayectoria en la industria musical. Inició como la voz de los grupos Sol Latino y Swing antes de unirse en el año 2000 al Grupo Trinidad, donde tomó el lugar del recordado Leo Mattioli.
En una entrevista exclusiva con Infobae, el cantante recordó su infancia y cómo su pasión por la música lo impulsó a unirse al grupo Trinidad a los 16 años. También habló sobre las constantes comparaciones con Leo Mattioli y destacó el apoyo incondicional de su madre para sobrellevar las críticas.
En 2005 presentó su primer álbum como solista Hay más de mí, seguido de una serie de exitosos discos entre los que se destacan Uriel como nunca y Hasta allá en el cielo, el cual alcanzó la certificación de disco de oro. Con un estilo romántico característico, consolidó su carrera con álbumes como Quemando tu piel y Mi otra mitad.
A lo largo de los años, mantuvo una prolífica producción discográfica y shows que le permitieron mantener una fuerte conexión con su público. En 2015 fue nominado a los Premios Gardel en la categoría de Mejor Álbum Tropical Masculino por su disco Siempre es más débil el que se enamora. Uriel siguió innovando su sonido y explorando nuevos instrumentos, como la trompeta, el saxofón y el trombón, en su disco Diferente, lanzado en 2018. Además, colaboró con artistas como la T y la M, Ulises Bueno y Vilma Palma e Vampiros, entre muchos otros.
El 26 de marzo se presentará en el Teatro Gran Rex en Buenos Aires con el tour Hay más de mí y en octubre realizará una gira internacional por España. “Próximamente se vienen un montón de nuevos feats con artistas”, adelantó el cantante.
— ¿Es verdad que venís de una familia de canillitas?
— Mi abuelo tenía un reparto de diarios, que lo hacía mi mamá, ella se lo dio a mis hermanos y después estuve yo. Empecé a trabajar desde muy chico no porque nos faltara un plato de comida, sino porque mis abuelos nos lo inculcaron. Mi viejo era colectivero y éramos 7 hermanos. Tuve una infancia hermosa y desde los 10 hasta los 16 años fui canillita, repartía diarios. Después vino la bendición del Grupo Trinidad, pero antes de eso tenía el famoso grupo del barrio que se llamaba Sol Latino. Ahí arranqué, después vino Swing y después me fui a probar a otras bandas que no se dio. Me ha pasado de todo (risas).
— ¿Ibas al colegio y trabajabas?
— Sí. Iba al colegio a la mañana, me levantaba a las 6.30 de la mañana, cursaba hasta el mediodía y a las 2 o 3 de la tarde ya me iba a trabajar hasta que se venda el último diario. Aparte de ser canillita, cuando llegaba a casa a las 10 de la noche, quería seguir trabajando así que un amigo a quién le llevaba el diario, que era herrero, agarró un tacho de aceite, lo cortó y me hizo una parrilla para vender hamburguesas y choripanes en la esquina de mi casa. Me gustaba trabajar desde chico y no me daba vergüenza. Al comienzo quizás sí porque tenía 10 años, pero después me gustó.
— ¿Cuándo aparece la música en tu vida?
— Mis abuelos son de Santiago del Estero. Mi abuelo tocaba la guitarra y cantaba, mi mamá también canta. Me acuerdo que en el ratito que tenía para salir a jugar, mi abuelo me decía: “Vení, sentante” y me enseñaba los tonos con la guitarra y a cantar. Fue él quien me inculcó la música. A mí siempre me gustó y siempre quise cantar. Nunca aprendí (risas), pero siempre quise cantar.
— ¿Y cómo llegás a Trinidad?
— Yo les entregaba el diario. En realidad, no a ellos sino al padre, a Don Álvarez. Nunca se enteraron. El que me lleva a mí es Darío Álvarez, uno de los hermanos, que trabajaba con mi hermano en una casa de repuestos. Teníamos un grupo, nos fuimos a probar y a él le gustó. En ese lapso Leo Mattioli se va del grupo y me llaman a mí. No teníamos teléfono, le dimos el de la vecina y nos llamaron ahí. Cuando la vecina recibió el llamado pensábamos que era una broma. Después llamaron a mi hermano, fuimos a probarnos y fue algo muy loco. Una revolución en mi casa. Fui a ensayar un martes, después el miércoles y el viernes ya estaba tocando con ellos. Me acuerdo que Darío y Mario, que es el dueño, me dice: “¿Tenés ropa? ¿Tenés zapatos?” y yo le dije que sí, pero era mentira. No tenía nada. Aparecí con un pantalón prestado de un amigo, unos zapatos talle 45 (risas). Era la locura de ir a cantar. Cuando me vio Mario me dijo: “¡¿Por qué no me avisaste que no tenías?!”.
— Pero es una buena enseñanza siempre estar disponible y dispuesto.
— Sí, yo siempre fui así. Soy una persona que muere en el intento, que no deja mañana lo que puede hacer hoy. Si me equivoqué, me equivoqué. Ya está. Pero no me lamento porque no lo hice. Siempre me metí, le di para adelante y soy muy positivo. Voy al frente. Con Trinidad la primera vez que me presenté fue en Curuzú Cuatiá y el locutor me dio una mano bárbara porque antes del show dijo: “Quiero comentarles que el Grupo Trinidad presenta hoy la voz nueva. Leo no está”.
— ¿Cómo lo tomó la gente?
— Empezaron a silbar. Ahí fue cuando Mario habló muy bien y todavía recuerdo las palabras. Dijo que él quería que me den la oportunidad que le dieron a Leo. “Uriel se merece esta oportunidad de ganarse el cariño y el respeto de todos ustedes. Si lo acompañan, se los vamos a agradecer mucho”, dijo. Me acuerdo patente y ahí la gente acompañó.
— Fue una presión para vos igual.
— Sí, porque siempre buscaban la comparación con Leo. Yo era muy chico y lloraba, no quería ir más porque sentía mucha presión. Por otro lado, no entendía por qué había gente que decía que me amaba. Yo no estaba en el ambiente, en el tema. “¿Cómo me van a amar si no me conocen?”, decía en la inocencia de ser chico. Al mes me quería ir de Trinidad, pensaba en seguir con lo mío porque yo también era feliz con todo lo que hacía antes.
— Es difícil bajarse de un éxito porque era un grupo que ya funcionaba...
— Pero yo no caía, no me daba cuenta. Después empecé a ver todo. Me quería ir porque era mucha la presión, las comparaciones, la maldad, la hipocresía que había ahí y yo era muy nuevo en todo. No de mi grupo sino del ambiente en general. “¿Qué hace este pibe cantando acá?”, decían por mi edad. Después llegó el primer disco y ahí es donde sentí que se logró la nueva identidad del grupo. Eso me ayudó mucho. Fueron muchos años y hasta ahora sigue la comparación. Leo fue un referente para mí y lo sigue siendo. Una persona cuando se va de este mundo es irremplazable. Nunca me creí ni el sucesor ni el heredero. Leo hubo uno solo. Pero en esa época era un martirio a la hora de vestirme, de pararme, para que no critiquen. Con el tiempo entendí que la gente va a hablar igual.
— En algún momento hiciste público que el tema de tu cuerpo era algo que te incomodaba. ¿Qué sentías?
— Yo no iba a programas ni quería aparecer en tele o en radio porque hubo un momento en el que siempre tenía un complejo con mi cuerpo. Fui víctima de mi propio invento también porque no me quería.
— ¿Qué te pasaba cuando te mirabas al espejo?
— Tenía un complejo con que estaba gordo, que estaba feo, no quería ir a comprar ropa y mandaba a mi hijo. Me hacía amigo del dueño de un local para que me lleve ropa a mi casa o para ir cuando no haya nadie porque me venía mal.
— ¿Era de tu cabeza o realmente tenías sobrepeso?
— No, realmente estaba con sobrepeso. No era obeso sino que yo creo que pasa por no quererse, como que ya me daba igual y mi mamá me decía las cosas para que mejore, para que esté bien. Hubo un tiempo que aparecí con barba…
— ¿Cuánto te duró ese proceso?
— Estuve un par de años.
— ¿Cómo hiciste para salir? ¿Cuál fue el clic que te llevó a cambiar?
— Cuando no me llamaban más Uriel sino: “Gordo”. “Che, gordo. ¿Nos sacamos una foto?”, me decían. Ya no era más Uriel, entonces dije: “Algo tengo que hacer si ya me empiezan a decir así”. Porque yo lo odiaba, no me gustaba.
— Aparte en tu profesión también trabajas con la imagen al pararte en un escenario.
— Sí, laburas con la imagen.
— ¿Cuál fue el primer paso en esa recuperación? ¿Terapia?
— No. Me prometí que iba a cambiar y que todo cambio tiene que ser para bien. Me prometí que iba a estar bien, que me iba a querer y cambió todo. Bajé como 20 y pico de kilos, me empecé a cuidar, a hacer vida sana, dentro de lo que se puede, porque uno es un hombre recto en un camino desviado (risas). Lo que sí le doy gracias a Dios y a mi familia es que en esa situación nunca me llamó la atención el tema de la droga.
— ¿Al trabajar en la noche también se crea un prejuicio con eso?
— Sí y en todos los ambientes pasa. Tal vez la cumbia está mirada de reojo con la droga, pero pasa en todos lados. También siempre estamos expuestos al qué dirán. Yo soy una persona frontal, no me pongo un disfraz, no soporto la falsedad, el bullying, el abuso. Esas cosas a mí no me van.
— ¿Viviste alguna de esas situaciones?
— Sí, yo en lo personal y uno de mis hijos. Tengo cinco hijos y uno que es muy parecido a mí, es morochito, en la escuela lo cargaban, le decían cosas y me dolió mucho. Hablamos con la directora, las maestras se conmovieron con lo que pasó porque hay chicos que han pasado cosas muy trágicas por eso, y por suerte se resolvió. Ya pasaron varios años. Él era muy chico, pero fue doloroso.
— Tenés un vínculo muy fuerte con tu mamá. ¿Cómo la describirías?
— Vive conmigo ahora. La traje a vivir a mi casa. Venimos de pérdidas muy importantes. Perdimos a mi papá y ella perdió un hijo, mi hermano, en un accidente de moto cuando tenía 23 años. Fue un golpe durísimo para nosotros. Yo tenía 14 años en ese momento. Mi papá me hablaba y lloraba, me decía que era como que le habían cortado un brazo. Él falleció al poco tiempo de que mi hermano tuvo el accidente, fue a raíz de ese dolor, no tuvo más ganas de hacer nada. Nosotros siempre fuimos una familia muy unida y fue desgarrador para mi abuelo, para mi mamá. Ella es una guerrera porque está de pie y sigue metiéndole. Es el amor de mi vida porque fue la primera mujer que conocí. Yo entré a Trinidad al poco tiempo que falleció mi hermano y para ella fue una distracción porque como yo era menor, era una tarea para mi vieja. Tenía que estar pendiente de la ropa, de llevarme a los shows. Pero fue una distracción, no un olvido. Al día de hoy todavía me ayuda con esos detalles típicos de mamá, así que la cuido mucho y la disfruto.
— ¿Te acordás qué te compraste con el primer gran sueldo? ¿Le compraste algo a tu mamá?
— Nos pagaban por salidas. Cuando tuve mi primer pago, llegué a mi casa y nosotros la estábamos pasando mal económicamente. Toda la familia estaba destrozada. Mi mamá con esa plata había jugado el número de nicho de mi hermano.
— ¿Y ganó?
— Sí, fue increíble. Lo que pasó mi familia me emociona mucho porque lo siento como si fue ayer, pero pasó hace muchos años. Es un dolor con el que uno aprende a convivir. Cuando tenés esas pérdidas, te das cuenta de que la plata no vale de nada. Lo más importante es estar en familia y juntarnos todos.
— ¿Cómo sigue tu carrera este 2025?
— El miércoles 26 de marzo voy a estar en el Gran Rex, otra vez, presentando Hay más de mí el tour. El 11 voy a estar en el Metropolitano y me voy a una gira en España en octubre: vamos a Málaga, a Barcelona y a Madrid. Además, se vienen un montón de feats próximamente.
Fuente: Infobae, Camila Hadad