Con la colocación de una placa en la Facultad de Ciencias Económicas, fue homenajeada este viernes la militante montonera Marta Susana Terradas, desaparecida durante la última militar. Ante la presencia de sus familiares, amigos y un puñado de militantes y ex detenidos políticos, Manuel Ramat recordó que “este acto genera una mezcla de sensaciones”, pero destacó “la alegría por haber conocido a una persona de tal calidad humana que eligió cambiar el mundo y se reveló contra la injusticia”. Egresada de la Escuela de Comercio, fue medalla de honor de la facultad por haber tenido uno de los mejores promedios, y sus familiares entregaron el diploma al actual decano Eduardo Muani, que emocionado, recordó su fuera su compañera de estudios.
“Con este acto venimos a saldar una deuda”, arrancó Manuel Ramat, que fuera compañero de Marta Susana Terradas, en referencia a que al lado de la nueva placa se veían las que recordaban a Victorio Coco Erbetta y Raúl Ramat, estudiantes de Ingeniería que cursaban en el mismo edificio y que también fueron desaparecidos durante la última dictadura militar de la que se cumplen 31 años de su inicio.
Enseguida continuó: “Hoy siento una mezcla de sensaciones. Por un lado el dolor, pero también la alegría por haber conocido a una persona de tal calidad humana que eligió cambiar el mundo y se reveló contra la injusticia. Marta entregó lo más sagrado que tiene el ser humano que es su vida en su lucha por cambiar el mundo”.
Más adelante, Ramat instó a las nuevas generaciones a continuar esa lucha diciendo que “ellos van a ser los depositarios de nuestras historias. El conocimiento es el capital que nosotros les dejamos como legado”.
Antes de descubrir la placa, el decano Eduardo Muani, ex compañero de estudios de la militante desaparecida, destacó que emocionado que “sufrimos la desaparición de Marta, y por esas vueltas de la vida me toca hoy estar aquí para rendirle homenaje”.
Marta Susana Terradas era una militante de la Juventud Peronista nacida en 1950. Se recibió de perito mercantil en la escuela de Comercio y poco después comenzó a estudiar Ciencias Económicas en la entonces Universidad Católica Argentina, de la que egresó en 1973 con uno de los mejores promedios y una medalla de honor, por lo que fue becada para trabajar en el Banco de Entre Ríos.
En los últimos años de universitaria se puso de novia con alguien que le cambió la vida: Oscar Daniel Capella. Oriundo de Diamante, había cursado la Universidad en Santa Fe y se sumó a la militancia de Paraná en 1972. Fue uno de los que trajo todo un plan estratégico para desarrollar el montonerismo en la capital entrerriana. Junto con Carlos Ricardo Galarza, Claudio Fink, Elsa Díaz, Arturo Píccoli, Silvia Arancibia, Héctor Airala, Aníbal Vergara y Mónica López Alfaro, entre otros, habían logrado el agua corriente para Villa Yatay -también colaboró con ellos el padre Pérez-, y habían formado el Sindicato Único de Empleados Públicos. La militancia sindical por la provincia la hicieron en un Fiat 600, y permanentemente exhibían como un logro no haber cedido ante los tentadores ofrecimientos del gobernador Enrique Tomás Cresto.
Sin embargo, la detención y desaparición de Fink, el 12 de agosto de 1976, la corrió de Paraná. Marta decidió abandonar la profesión de contadora pública y partir a Rosario. Apenas dejó Paraná, su familia tuvo que afrontar dos allanamientos ordenados por el Ejército. La Organización Montoneros la ubicó en la misma casa que Eduardo Mencho Germano, en calle Montevideo 2.520, aunque los códigos montoneros les impedían saber quién era uno y quién era otro; tampoco de dónde venían. Ambos tenían nombres de guerra y no conocían la verdadera identidad, por lo que la noticia de la muerte de Germano en diciembre de 1976 fue impacto terrible para ella.
Marta se encontraba con sus familiares, en Rosario o Santa Fe, una vez por mes. Estuvieron juntas un 29 de diciembre; era el cumpleaños de Yolanda. El día anterior, Marta se había enterado de que uno de los caídos en el barrio de Fisherton de Rosario era su compañero. No podía creer que ambos eran de Paraná y hasta vecinos en el barrio. De hecho, fue Marta la que informó a la familia Germano a través de una carta que le entregó a su hermana y que esta a su vez despachó por correo en Paraná.
Después de ese episodio, Marta profundizó su clandestinidad. Los encuentros se hicieron más espaciados y con numerosos detalles que hacían a su seguridad. Y se asustó aún más cuando se enteró de que otros tres entrerrianos habían sido chupados en Rosario. Uno de ellos había sido su pareja. Capella, Miguel Ángel Tosetti y su hermana Ana María -todos oriundos de Diamante- desaparecieron de un día para el otro, por lo que decidió romper contacto con su familia. Optó por comunicarse telefónicamente con su hermana, a quien llamaba al Banco de Entre Ríos.
El último encuentro personal con ella fue el 20 de agosto de 1977. Se citaron en la Terminal de Ómnibus. Marta estaba muy asustada; había perdido la mayoría de los contactos. En esa fecha, cuando su madre le llevó ropa y comida, se tuvo que disculpar por no poder aceptarlos puesto que variaba permanentemente de lugar. La despedida esa vez fue diferente. Se dieron un abrazo interminable.
La última vez que hablaron fue el 2 de septiembre de 1977. Yolanda atendió el teléfono en el banco y le temblaban las piernas por la situación. En los días previos se habían enterado de algunas detenciones de personas de Paraná. Marta le reiteró lo difícil del momento y que no la iba a poder ver más por un largo tiempo. En ningún momento le dijo de dónde hablaba. Años después, Yolanda encontraría una publicación brasileña -denominada Clamor y referida a episodios de violaciones a los derechos humanos en Argentina y Brasil-, que indicaba de la muerte de una joven de apellido “Torrada”, en un enfrentamiento en la localidad bonaerense de Avellaneda. No coincidía el apellido ni el nombre, pero sí el número de documento y la fecha. El hecho estaba registrado el 2 de septiembre de 1977. El mismo día en que tuvo el último contacto con la hermana.
Fuente: Rebeldes y Ejecutores