“No fue ficción”

Por Alfredo Vitale

Fue Don Arturo Illia, ese gran Presidente argentino que en su corto mandato (12/10/1963-28/06/1966), impedido por un nefasto golpe de Estado organizado por militares y otras fuerzas políticas, quien promovió como nunca antes la educación y la salud pública; disminuyó notablemente la inflación y la desocupación, dio lugar a una amplia libertad de expresión, además de ser el primero de los Presidentes en comerciar con China (venta de trigo), y fue quien obtuvo de la ONU la Resolución 2065, que apoya nuestro reclamo por las Islas Malvinas. Promovió la fabricación de medicamentos en Argentina, instauró el salario mínimo, vital y móvil, entre otras cosas.

Pero, observemos más detenidamente su vida común o doméstica.

Siendo Presidente de la Nación, su esposa Silvia Elvira Martorell Kaswalder, se encontraba afectada en su salud. A ella debía realizársele un tratamiento médico de alta complejidad en Estados Unidos, y pese a sugerencias de algunos de sus ministros, don Arturo rechazó utilizar los fondos reservados, que como presidente podía hacer, para costear el mismo, pero sí vendió el único auto que tenía para que así pudiese recibir esa atención especializada.

Luego de su derrocamiento a manos de los generales Alzogaray, Onganía y otros, le fue ofrecida custodia y vehículo oficial para retirarse de la Casa Rosada, pero fiel a sus convicciones, se negó y pidió a uno de sus secretarios, dinero prestado para pagar un taxi que lo llevase.

Nunca tuvo custodia alguna, caminaba libremente por las calles, sólo demorado por la gente que paraba a saludarlo y abrazarlo.

Don Arturo, luego de cesar en su mandato no tuvo chofer ni auto oficial, utilizaba el transporte público, en especial el de la conocida línea de colectivos 60.

Al rechazar la pensión de Presidente de la Nación, aunque siguió ayudando desde su profesión de médico a los más necesitados, sin cobrarles nada, se mantuvo trabajando en la panadería de un amigo. No fue un ex presidente con hoteles, ni fortuna de dudosa procedencia.

Muchos de sus por entonces detractores, luego de ver el grave error cometido desde sus campañas difamantes y luego con el golpe de Estado, reconocieron haberse equivocado y algunos llegaron a pedirle perdón.

Aunque ya fue tarde.

A 50 años de su derrocamiento, bien vale, tan siquiera detenerse por un instante y analizar el panorama que atraviesa nuestro país.

Hoy se dan situaciones diferentes que surgen de repugnantes hechos de corrupción: donde aparece alguien tirando bolsos con millones de dólares hacia un convento; donde los que robaron a más no poder dicen ser perseguidos políticos; donde se comprueba que al gobierno anterior lo que más le preocupa no es haber perdido las elecciones, sino que en realidad dejaron de tener la fuente mágica de dinero fácil proveniente del Estado.

En los pasados 12 años hubo una justicia que invernó como los osos, pero que repentinamente, parece haberles llegado la primavera para que despierten y nos digan “aquí ha pasado algo”.

Aunque claro, están los que siempre reclamaron justicia, pero hoy niegan someterse a ella, y con papelón de por medio a la vista, hay personas que no son medidas con la misma vara que el resto de los argentinos.

No fue ficción, en Argentina existió un hombre llamado don Arturo Illia, llamado el “apóstol de los pobres”.

Creer que Messi solo y su alma pueden hacernos ganar un campeonato mundial, es como el disparate de pensar que un solo hombre puede poner la República en marcha.

Con un país devastado, donde el actual gobierno se encuentra trabajando a destajo para salir del infierno hacia donde contra nuestra voluntad nos llevaron un grupo de corruptos; hoy, es imperativo reflotar como ejemplo de vida a aquellos buenos ciudadanos que con honestidad sirvieron a la Patria.

Las buenas personas nunca mueren, por el contrario, viven en los corazones de quienes los quieren, y como en el caso de Don Arturo Illia, vive en el de aquellos argentinos que reconocen y admiran su vida y su obra.

Que el pasado 4 de agosto sirva para recordar que Argentina ha tenido y tiene verdaderos patriotas, y que éstos deben ser la brújula que oriente el camino a seguir.

Los valores republicanos no pasan de moda, ni son propios de sectores de izquierda o de derecha.

No siempre deben ganar los malos.

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