La escuela Alem reflota saberes ancestrales en busca del ayllu

Por Daniel Tirso Fiorotto (*)

La búsqueda es otra, y más que invento suena a recuperación. En la Escuela de adultos “Leandro N. Alem”, de Paraná, no se habla del éxito ni del triunfo sino de la complementariedad. No se habla tanto de la inserción en un sistema esquivo como del retorno al paisaje, a la naturaleza, en comunidad.

Lo que vemos en la Escuela Alem es una exploración. Allí los docentes y estudiantes van creando la casa común, se involucran, y la historia milenaria y el sentido del ayllu se muestra como un imán para esa gran familia que dice Pachamama y pone energías para esa reconexión.

No todas son flores, claro, porque el sistema anda en otra cosa. Pero en esta columna nos proponemos señalar el clima, que deja ya traslucir diálogo, buena onda, otro vuelo. Y veremos que esa trama no queda allí sino que estimula otras experiencias para completarse.

Somos una red

“El Buen vivir se percibe en los modos de relacionarse, relacionarnos. El cuidado y el autocuidado forman parte de la vida cotidiana de esta comunidad, basado en el apoyo mutuo, en la solidaridad y en la complementariedad de las tareas escolares implicadas en el proceso de enseñanza –aprendizaje”, comentan a diario Uno el rector de la escuela Alem, César Baudino, y la asesora pedagógica Tania González Segura, en un texto en el que analizan el proyecto del establecimiento ubicado en calle La Paz, a pasos de la Peatonal San Martín.

Nadie duda que desde las usinas del vivir bien en Bolivia, en Paraguay, llegan las ondas y nos ayudan a reencontrarnos con nosotros mismos. En medio de estas experiencias, la Escuela Alem vio caer a un fogonero de estas doctrinas, Evo Morales, y acabamos de saber de la muerte en el Paraguay de un estudioso como pocos de nuestras naciones, Bartomeu Melià. Y bien: estas manifestaciones como la de la Escuela Alem son en alguna medida el legado de aquellos estudios, aquellas prédicas que echan luz sobre nuestras culturas.

“Somos una red, un Ayllu, que necesita tramar con otras ‘escuelas ayllu’ y así surge en el 2015 la Red de Escuelas Nocturnas (REN) visibilizando un derecho para el estudiantado: jardines maternales para las escuelas nocturnas. En ese trayecto ayudamos a conseguir el boleto estudiantil secundario gratuito”, señalan como logros palpables.

Torneo con participación

“La REN –a través de sus Ayllu- crece potencialmente año a año en la organización; por ejemplo del torneo de voleibol para mujeres y varones que cursan sus estudios nocturnos, movilizando a todas las comunidades, propiciando la incorporación de estudiantes en la modalidad. Este torneo se sustenta en la organización compartida, no en la competencia tan arraigada social y correlativamente a los mecanismos de las lógicas capitalistas; por lo contrario se sustenta en la reciprocidad entre iguales, la unidad en la diversidad y la complementariedad. Se transforma en un momento de despliegue comunitario, en el cual compartimos diferentes propuestas lúdicas-pedagógicas-comunitarias, partes del dispositivo de enseñanza aprendizaje de una escuela y sus Ayllu, en constante transformación”, dicen Baudino y González Segura.

En lo práctico, hay un torneo, hay intercambios, hay hamburguesas para todos los estudiantes que participan, trofeos hasta donde alcanzan.

En verdad, la temática del vivir bien y buen convivir se despliega desde hace años pero lo del ayllu es más reciente y en desarrollo, se incorporó al vocabulario de la comunidad educativa en este semestre entre docentes con gran aceptación, al punto que propusieron inscribir en la remera de la escuela “Ayllu Alem”.

Como decíamos: hay clima, y a principios de 2020 trabajarán ya con un acuerdo escolar de convivencia.

Tensión constante

“Este entramado, de reconocimiento de lo ancestral como parte de nuestro devenir histórico, nos construye, nos devuelve identidad, nos interpela para continuar en este diálogo que posibilita la producción de subjetividad también desde este anclaje”, dicen los docentes y en sus palabras se nota el tránsito de expresiones habituales de su formación hacia tradiciones menos frecuentadas en las academias.

“Como institución educativa, el Buen Vivir se traduce en el aprendizaje de la conciencia del respeto y un modo diferente de vincularnos con la naturaleza. Como parte de ella”, insisten.

A modo de ejemplos de participación, apuntan la presencia en la llamada “ronda de los martes”, con el reclamo de liberar nuestro territorio de insecticidas y herbicidas usados en la agricultura de escala.

También han promovido conversatorios de la temática con científicos del movimiento de la Ciencia Digna como Damián Verzeñassi y Rafael Lajmanovich, diversas investigaciones del estudiantado, un panel debate titulado Con la soja al cuello, con la presencia de las madres de Ituzaingó – Córdoba-; además de proyectos escolares de soberanía alimentaria y economía social, entre otras iniciativas en desarrollo.

“El obstáculo es el mismo sistema que se reproduce en el sujeto escolar, la tensión es constante en esta escuela y su propuesta, algo que su alumnado, equipo docente y comunidad educativa perciben y aun así estamos convencidos que es posible una transformación para las generaciones venideras”, concluyen.

Para el buen vivir

El proyecto educativo institucional deja por escrito este consenso: “Para mantener al estudiantado, dentro de nuestras posibilidades intramuros y dejando en claro las grandiosas y decisivas dificultades extramuros, venimos llevando a cabo varios dispositivos, estrategias, proyectos y acciones centralizadas en el estudiantado que generen condiciones de alojamiento institucional. ¿Qué estamos proponiendo? Las Escuelas para el Buen Vivir parten del Pacto de la escuela con la comunidad en un diálogo intercultural hacia una vivencia educativa intercultural. Esta construcción implica procesos eminentemente participativos con los estudiantes, familias, comunidades, autoridades (rector/a, vicerrector/a, supervisor/a, etc.) preceptores/ras y docentes desde sus experiencias y propuestas que aportan a la construcción de una Escuela respetuosa de la lengua, de la cultura propia del alumnado como derecho, de la solidaridad, la complementariedad, la emancipación, las potencialidades reales de las personas y los territorios, todo en equilibrio. La vida en comunidad –se lee- es la base de una Escuela para el Buen Vivir, asumiendo que las diferentes actividades productivas y sociales son fuente de aprendizaje. La escuela se construye, genera y gestiona participativamente con todas y todos los actores locales recuperando saberes y haciendo uso de las potencialidad propia de forma creativa e innovadora, promoviendo mayor responsabilidad desde los gobiernos locales con los/as estudiantes que son el presente y el futuro de nuestros pueblos y territorios para un Buen vivir”.

Trabajo en grupo

La participación de los estudiantes, la organización de eventos entre todos, la apertura para los gestos de solidaridad con los vecinos; los directivos fogonean el sentimiento de pertenencia y resaltan los encuentros con apertura a las iniciativas de los distintos cursos, incluso con comidas, bailes, etc.

Ayllu es comunidad, trabajo en grupo, familia, expectativas e historias comunes, integración de distintas manifestaciones de la vida (arte, economía, juegos, saberes). Es lógico que un establecimiento urbano, y del centro, ve complicadas las aspiraciones porque no está en el monte, no está junto al río, no hay allí una relación estrecha con el suelo, en ese ambiente que por sí solo inspira, acompaña. Pero la familia de la escuela Alem no sabe de imposibles.

“La vida en comunidad es la base de una Escuela para el Buen Vivir, asumiendo que las diferentes actividades productivas y sociales son fuente de aprendizaje”, se lee en el Proyecto Educativo.

El ayllu tiene su paisaje, su historia, sus códigos. La escuela Alem busca con mucho cuidado empaparse de ese ambiente, y dicen sus protagonistas que la experiencia primera entusiasma. Consultar, conocer, escuchar, tender puentes, por algo empezaron y hacen, precisamente, escuela.

(*) Publicado en diario Uno de Entre Ríos

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