La tapa de Clarín, el día que el contingente de refugiados laosianos llegó a la Argentina (Septiembre de 1979)
F. B.
(De ANÁLISIS)
Huir de la guerra, la pobreza y el abandono total. Huir sin nada, o apenas, con la tímida esperanza de conocer algo un poco mejor.
Así llegó Cantan Moungot y su familia a la Argentina, procedentes de Laos. Laos no es un país más. No es un país cualquiera; se trata de la nación más bombardeada de la tierra.
Cantan Moungot, su esposa y sus dos hijos no vinieron solos. Arribaron a este suelo con un numeroso contingente de laosianos. Entre 1979 y 1981 llegaron a nuestro país 293 familias surasiáticas, de las cuales 266 procedían de Laos.
Ese número de familias asiáticas arribó a la Argentina, luego que la dictadura militar intentara “limpiar” su imagen ante el mundo.
Repasemos lo que dice el informe «Refugiados del sudeste asiático en la Argentina: 30 años de historia», confeccionado por el Ministerio del Interior de la Nación en 2012: «La decisión del gobierno de aceptar a un contingente de personas refugiadas resultaba una situación propicia para difundir una imagen internacional que lo mostrase respetuoso de los derechos humanos, las diferencias raciales o religiosas”.
De esa forma, nacía la mayor inmigración laosiana en Sudamérica. Los nuevos refugiados se instalaron –principalmente- en la provincia de Misiones, pero también llegaron contingentes a varios pueblos de la provincia de Buenos Aires. Y la familia de Cantan, a Viale, Entre Ríos.
No les resultó para nada sencillo instalarse en Argentina. Si bien habían logrado huir de la guerra y el hambre que reinaba en Laos, de repente se vieron en un territorio extraño, casi huérfanos, en un suelo lejano y desconocido.
De vietnamitas y laosianos
Un viejo álbum de fotos que llegó a nuestras manos tiempo atrás, lleva por nombre: “Refacciones del Hogar de Viale para la llegada de familias vietnamitas”. En la serie de fotografías se observan importantes ampliaciones de la cocina, construcción de varios pabellones y nuevos baños del Hogar de Jóvenes, institución que actualmente pertenece al COPNAF.
Es que no sólo fueron personas provenientes de Laos quienes se refugiaron en Argentina aquellos años. También llegaron 21 familias de Camboya y otras 6 de Vietnam.
Por algún motivo, las familias vietnamitas fueron ubicadas en otras provincias argentinas y ninguna de ellas llegó a esta parte de Entre Ríos, tal como estaba previsto en un primer momento.
“Esas reformas en el Hogar se hicieron para la llegada de familias surasiáticas, pero finalmente nunca arribaron a Viale”. Lo contó hace unos años don Chacho Sanabria, quien se desempeñó durante años en el Hogar de Jóvenes “Roque Sáenz Peña”.
No vinieron familias vietnamitas a Viale. Pero sí una procedente de Laos…
En el barrio
Cantan logró escapar de Laos cruzando el río Mekong, a pura brazada, esfuerzo y desesperación. “Siempre nos contaba aquella historia tremenda de cómo pudo huir de su país. Él escapó a Filipinas, donde conoció a la que sería posteriormente su esposa y con la que llegaría luego a la Argentina”, recuerda la vialense Mirta Ulrich.
En Viale, la familia de Mirta y la de Cantan se hicieron muy amigos. Los hijos de ambos jugaban todo el día en el barrio Centenario. Eran tardes de pelota, cunetas, charcos y autitos de madera.
“Cantan y su esposa siempre nos contaban que habituarse a la Argentina les llevó tiempo, mucho tiempo. En Ezeiza, cuando llegaron, el gobierno de entonces (plena dictadura militar) los esperó con arroz y pescado. Pero ellos casi ni comieron los primeros días. Es que si bien el arroz era su principal alimento, en Asia lo preparan de manera totalmente distinta a como lo cocinamos nosotros”, cuenta Mirta.
Bombas, no juguetes
La historia de Laos es durísima. Y detrás de su tragedia se esconde, Estados Unidos. Algunos datos para entender la situación: Sobre Laos cayeron durante una década bombas como lluvia. Aviones estadounidenses lanzaron más de 2,5 millones de toneladas de bombas entre 1964 y 1973. Causaron un número indeterminado de muertes y obligaron a la población a desplazamientos masivos o a vivir bajo tierra en busca de protección.
Muchas bombas no detonaron e increíblemente siguen allí, amenazantes, generando más muertes. Según cuenta Adrián Foncillas, casi la mitad de los 20.000 muertos desde el final de la guerra han sido niños que las confundieron con juguetes.