Luthier de su propia historia

Por Daiana Leiva para ANALISIS DIGITAL

La mañana lluviosa del viernes llevó a esta cronista a la calle Domingo French y Villaguay a buscar a aquella persona que en el barrio tiene fama de artesano de la música. Quizá en otras partes de Paraná y del país le llamamos luthier pero Luis Ángel Zapata parece sentirse más cómodo con el primer término. Es que en su habitación de trabajo, decenas de instrumentos musicales totalmente artesanales combinan con la mini-biblioteca repleta de libros y métodos musicales. Guitarras de todos los tamaños, flautas, quenas, charangos, instrumentos desconocidos, violines y un viejo piano son la decoración de aquella sala que no disimula la pasión de Luis por la música autóctona.

Luis Zapata nació en Diamante en 1932 en el seno de una familia de músicos, comenzando por su abuelo que tocaba la guitarra y el bandoneón y siguiendo por sus padres y hermanas. Así, se convirtió en músico por naturaleza debido al contacto permanente con diversos instrumentos que tenían en su hogar. Ello no fue suficiente porque además estudió en la Escuela de Música de Santa Fé y realizó cursos de melodías etnográficas en el Instituto de Musicología en Buenos Aires. Luis asegura que le gusta mucho estudiar y profundizar en los conocimientos de cuestiones que le interesan.

A los seis años, a raíz del traslado de su padre que era jefe de correos la familia se mudó a Paraná y se instalaron en el antiguo barrio “La Bolsa” ubicado al final de la calle 25 de Junio. “Había mucha gente extranjera, eran albañiles, sastres, empleados del tranvía, todas personas muy trabajadoras” – cuenta Luis mirando hacia arriba cómo si estuviera viendo a cada una de ellas, también recuerda cuando los adultos del barrio se juntaban a escuchar radioteatro en las casas de aquellos pocos que tenían una.

Su pasión y entusiasmo por la música se dejan entrever a cada minuto cuando habla de sus creaciones, las muestra, explica y hace sonar dulcemente, como si algún don especial se hubiera posado sobre él y brindado la magia de tocar cada uno de ellos, aunque sean todos distintos. Todos tienen su historia y Luis las recuerda completamente sin dudar en reproducirlas cuando es buena la ocasión. “Ese erke que ves ahí, lo traje de Jujuy en el tren, fue todo una odisea porque medía 3 metros y me las tuve que ingeniar, ahora lo acorté porque sino no me entraba en la habitación”– cuenta entre risas mientras señala el instrumento de caña con un doblez en la punta hecho de latón que casi llega al techo. Lo mismo hizo con el Birimbao (trompa de boca); la guitarra hawaiana; las quenas; el pinkullo y con la colección de tres mil tangos que eran de su suegro don Cagnani.

La historia de este Luthier no sólo estuvo atravesada siempre por la música; además trabajo durante 40 años como empleado del correo y telégrafos, lo que le permitió viajar a distintas ciudades del país realizando cursos técnicos y perfeccionándose al punto de ocupar un puesto mayor al de aquellos compañeros que le habían enseñado el trabajo. Confiesa que esa situación y el estar encerrado en las oficinas le incomodaban muchísimo. También el telégrafo que usaba lo acompaña en su habitación de recuerdos, aún se acuerda de los códigos y no ha perdido la habilidad en sus dedos como para enseñarle a cualquiera.

Además, don Luis tiene cinco hijos frutos del amor de una relación que hoy tiene más de 50 años y con la cual compartió muchas aventuras, como por ejemplo la de ser mago, y lo cuenta con cierta timidez. Asegura que empezó con unos trucos para niños acompañado por dos de sus hijas pequeñas. Como es su estilo, siguió aprendiendo y con ello recorrió algunos escenarios haciendo trucos ya más complejos y con una escenografía que también guarda en la habitación. Don Zapata también tiene otra función muy importante, la de ayudar a muchos jubilados del interior de la provincia a realizar tramites que deben realizarse en nuestra ciudad. En el ANSES, Luis ya es uno más cuando por las mañanas concurre a “darle una mano a los viejitos”.

A pesar de los 79 años que tiene don Zapata, cuenta que le gusta mucho utilizar internet, lee los diarios, se comunica con tres de sus hijas que viven en el Bolsón (Río Negro) y se interioriza mucho más sobre cada instrumento que debe reparar o construir. También se define como “un peligro” utilizando la impresora, ya que cualquier curiosidad la imprime y así no le rinde nada la tinta. Por otro lado, y considerando que ya no es obligatorio a su edad, sigue yendo a votar y dice que lo pone muy contento ver a la juventud participando de la militancia, como el lo supo hacer alguna vez. “Yo en la época de la dictadura militaba para el ATRA (Asociación de Telegrafistas de la República Argentina), y se vivía con mucho miedo, tuve muchos amigos que desaparecieron. Por eso veo muy bien que se estén haciendo los juicios del Hospital Militar” –aseguró esta vez un poco más melancólico que lo habitual.

No por mucho tiempo don Luis puede dejar de hablar sobre la música, será que la tiene tan dentro que todo le hace referencia a ella. Por eso cuando habla de su familia no puede dejar de nombrar a sus hermanas: María Juana y América. Con ellas compartió desde muy joven la pasión por la música y las danzas tradicionales, así organizaron una compañía de arte folklórico en la cual enseñaban a tocar instrumentos; las coreografías típicas de cada estilo musical y hacían giras dando a conocer la música litoraleña. De allí también surgió su oficio de luthier, recuerda que empezó a mediados de los ’70 arreglando algunas guitarras de amigos pero se interesó más en la construcción de ellas. De su amistad con algunos profesionales y con la ayuda de varios libros –que recuerda estaban escritos en alemán e italiano- empezó a realizar quenas y algunos pinkullos hasta que se animó a construir instrumentos más grandes y complejos, interiorizándose de cada uno en el lugar de origen. Hoy, no debe quedar ningún instrumento que Luis no haya construido, y no sólo para él, sino también para aquellos que se los encargan y que expone los domingos en la feria de Salta Y Nogoyá.

Para los que pensaban que la música es sólo para algunos pocos que crecieron con ella, Luis nos ha demostrado que en los libros y en el investigar lo que nos interesa, podemos aprender cualquier cosa: a crear; a soñar; a enseñar y sobre todo a vivir haciendo lo que nos gusta y hace feliz.

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