Por Oscar Llano (*)
En un contexto de reconfiguración económica, las Pymes se ven obligadas a revisar no sólo su realidad interna sino también el entorno en el que operan. Durante los últimos años, el financiamiento estuvo marcado por una lógica defensiva: cubrirse frente a la inflación, acceder a dólares financieros o adquirir activos como resguardo. Hoy, ese escenario cambió.
El crédito ya no debe pensarse como herramienta de protección, sino como un instrumento para crecer. Financiarse sin un objetivo claro, puede ser riesgoso en un contexto de tasas reales positivas y márgenes más ajustados. Las decisiones deben estar alineadas a
objetivos concretos: una inversión productiva, una mejora operativa, o un salto de escala.
Este tipo de decisiones exige información y planificación. Muchas PyMes no cuentan con equipos internos que puedan analizar en detalle las condiciones del mercado, los elementos disponibles o la sostenibilidad financiera de un crédito. Es aquí donde el asesoramiento integral cobra relevancia: ya no alcanza con ofrecer productos, hay que acompañar a la empresa en el proceso de diagnóstico, diseño y ejecución de su estrategia financiera.
En este sentido, la figura del asesor cumple un rol cada vez más necesario ya que ayuda a responder preguntas clave, compara alternativas, anticipa riesgos y construye soluciones a medida. Esto es aún más relevante en un ecosistema Pyme sumamente diverso que incluye desde pequeños monotributistas a empresas con cientos de empleados. Cada caso requiere una mirada con conocimiento técnico, y una comprensión profunda del negocio subyacente, porque el perfil de cada Pyme (su tamaño, sector, localización o momento de desarrollo) exige un enfoque específico.
La reciente recomposición de precios relativos, la desaceleración en los niveles de inflación y el redireccionamiento de las expectativas abren un nuevo escenario para las empresas y plantean preguntas clave: ¿Conviene invertir ahora o esperar? ¿Qué instrumento se adapta mejor a mis necesidades? entre otras.
En ese contexto, detectar oportunidades y alinear el financiamiento a la dinámica del negocio resulta fundamental para transformar la deuda en inversión y la inversión en crecimiento. Así, la educación financiera cumple un rol central: permite conocer la amplitud de herramientas que ofrece el mercado que son muchas y diversas.
Otro factor importante a señalar es el recambio generacional que atraviesan muchas pequeñas y medianas empresas. Las nuevas generaciones traen una mentalidad distinta: más proclive a evaluar opciones, digitalizar procesos y trabajar con indicadores. Quieren
eficiencia, pero también claridad y acompañamiento. En definitiva, buscan financiamiento que no solo sea accesible, sino también estratégico.
En este proceso de crecimiento, es importante que desde el sistema se generen incentivos concretos y condiciones reales que faciliten el acceso al financiamiento. Hoy tenemos la oportunidad para visibilizar estas necesidades y fortalecer el vínculo entre empresas, entidades financieras y asesores. Es momento de construir un ecosistema que no solo acompañe, sino que potencie: que ayude a las Pymes a animarse, a planificar y a dar el próximo paso con respaldo y confianza.
(*) Vicepresidente de Mills SGR y Director Comercial de Mills Capital Group, publicado en Ámbito