Malas noticias para pedófilos con sotanas

Luis María Serroels
Especial para ANALISIS DIGITAL

No nos parece ocioso añadir esta columna a la infinidad de carillas publicadas en la versión gráfica y en la página digital d ANALISIS durante 16 meses, donde la justicia también ha debido destinar muchas fojas en su tarea investigativa, donde se revelan el hondo dolor e impotencia de las inocentes víctimas y sus familiares. Muy tardíamente, en diciembre de 2013, el abusador emitió una declaración en la que se queja de que “quieren crear la imagen de un monstruo”, se proclama “inocente” y alude a un “complot” en su contra “con fines económicos”. Si su inocencia fuera tan sólida y diáfana, ¿porqué huye de los tribunales donde se rotula el expediente como delito de “corrupción de menores agravada por su condición de educador”? (los casos ventilados hablan de unas cincuenta víctimas de entre 13 y 15 años de edad). Fuentes autorizadas dan cuenta de que los relatos recibidos hablan de escenas realmente escalofriantes.

¿Cuán fuerte es la certeza de Ilarraz sobre su falta de responsabilidad, para haber permanecido oculto y demorado 15 meses en referirse a tan graves imputaciones en un documento, cuando debería hacerlo bizarramente ante jueces y fiscales? Emplea a modo de endeble alegato la mención de que “fui reconocido y apreciado por muchísimos seminaristas” pero debe advertírsele que no es precisamente por estas relaciones que está siendo investigado, sino por el terror que instaló en sus víctimas de por vida, marcadas por un estigma imborrable cuyas llagas no cauterizarán jamás.

Poco valor tiene que se informe por estos días que el antecesor de Jorge Bergoglio, Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) expulsó en los últimos años a 400 sacerdotes a los que se les acusó de pedofilia, cuando su deber incluía sobre todo disponer que en cada diócesis se los lleve de las orejas ante los estrados judiciales. Ya hemos dicho y repetido que una institución que admite errores y sanciona públicamente a quienes la mancillan, robustece su alta imagen. En cambio cuando los hechos se ocultan deliberadamente y sus autores son tapujados, se pierde prestigio, confiabilidad y honorabilidad.

No se puede ignorar que los nuevos pasos blanqueadores de graves situaciones que lesionan la moral, tienen relación con el pedido del Comité de la Organización de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, exigiendo al Vaticano medidas mása con tundentes contra los abusadores.

La política iniciada por Francisco es genuina y no responde a ideas marquetineras porque el tema estuvo siempre presente en sus punzantes homilías y constituye una cuestión central en su acción papal. A propósito, resolvió crear una comisión especial permanente para investigar casos de abuso sexual por parte de consagrados de la Iglesia. El Papa acaba de afirmar que “hay que avergonzarse de los numerosos escándalos que se han producido en el seno de la Iglesia. “Pero ¿nos avergonzamos –se preguntó–, de tantos escándalos que yo no quiero mencionar singularmente pero que todos sabemos cuáles? Escándalos en los que algunos han tenido que pagar caro. ¡Y eso está bien! Se debe hacer así. ¡La vergüenza de la Iglesia! Y explicó que los responsables “no tenían una relación con Dios, tenían una posición en la Iglesia, una posición de poder y también de comodidad, pero no la palabra de Dios”.

A Francisco le provoca una particular irritación la presencia del “cristiano corrupto” (laicos, sacerdotes y obispos) que se aprovechan de la situación y de sus privilegios. Si bien puntualizó que la Santa Sede nunca obstaculizó la acción de la justicia, es menester aclarar que en el caso de Justo José Ilarraz, al sustraerlo de la esfera tribunalicia las autoridades de la arquidiócesis incurrieron en encubrimiento, claramente tipificado por el Código Penal.

Nuestro Papa, al decir de uno de sus cercanos colaboradores, tiene un amor muy fuerte por la infancia y lo demuestra en numerosos gestos. Uno muy especial por cierto es precisamente su cruzada frontal contra el flagelo del abuso sexual en todo el mundo y que, como desgracia, tienen también la autoría de integrantes del clero. Los casos conocidos son “la vergüenza de la Iglesia y emblema de corrupción”, definió sin retaceos días pasados en una de sus más severas condenas. Está claro que numerosos obispos tienden a no colaborar con la justicia local y muchas conferencias episcopales no se han preocupado en elaborar líneas de lucha contra la pedofilia.

Es por ello que la jerarquía del clero paranaense no quedará en la historia por su vocación de justicia, sino por haber sido parte activa de un perverso ocultamiento que la colocó a nivel de las culpas del imputado. Unos y otros aguardan quedar amparados bajo el paraguas salvador de la prescripción.

Si los habitantes de la Curia de Paraná hubiesen actuado oportuna y diligentemente en defensa de la moral cristiana y el cuidado de la inocencia maltratada nada menos que en un instituto de formación de los futuros pastores, hoy estaríamos hablando de justicia terrenal y disfrutando de las garantías de la no impunidad que llevan a una condena ejemplar y aleccionadora.

La Congregación para la Doctrina de la Fe, en una Carta Circular remitida a todas las conferencias episcopales recomendó escuchar a las víctimas y sus familiares y además, esforzarse en asistirlos espiritual y psicológicamente (¿este documento no arribó nunca a nuestro país?). “Si el caso es muy grave –destaca la Congregación-, se podrá remitir directamente al Papa para que, sin juicio previo, expulse del clero al sacerdote”. En Paraná, se lo protegió.

Muy contradictoria fue en su momento la postura de la perito psicografológica vaticanista Rosella Mónaco, quien tras leer las denuncias mecanografiadas de los seminaristas de esta región, concluyó que estos no mentían pero que confundieron las manifestaciones de cariño y afecto que Ilarraz les prodigaba (tan afectuosas eran que la jerarquía lo terminó enviando muy lejos para siga esparciendo su particular forma de demostrarlo en otras latitudes). La perito Mónaco ¿se avendría a aceptar pasivamente los modos de manifestar cariño del cura Ilarraz en la intimidad, sin confundir larvadas intenciones?

Hay un filme, El silencio de los Inocentes, que después de muchos años continúa generando fuertes elogios. En el caso que abordamos, el silencio de los culpables y encubridores sigue impactando en el seno de la sociedad entrerriana. No está demás reiterar la frase de San Gregorio Magno, Papa y doctor de la Iglesia: “Debemos evitar el escándalo. Pero si el escándalo se produce por la verdad, antes que abandonar la verdad se debe permitir el escándalo”.

Edición Impresa