Y lejos de dejar confusión, aclaro que esto no busca ser un guión de película porno homosexual. La relación dolor/herrero no tiene connotación sexual, a pesar que seguramente los lectores lo asocien porque para el sexo mal pensado hay libertad, pero para el sexo liberado cuesta un poco bastante más.
Hace dos, tres meses ese herrero estaba trabajando en mi casa. Tenía como misión cambiar el portón del garage, puesto que hasta el momento había que ingresar a la casa, abrir cuatro trabas, pasar al guardia cárcel y lograr abrir la puerta de hierro impenetrable (como in/abrible) con dos idem mas atravesadas por su cuerpo. Pero como la paranoia aleja de la realidad a los sujetos, tanta seguridad no dejó ver que cualquiera que debía ingresar por dicho portón debía anunciar con bombos y platillos a la desierta 4 AM que iba a ingresar en aprox. 5 minutos a su casa, abriendo el portón desde adentro en lo que sería una realmente situación propicia para los compañeros chorros que buscan subsistir. (Ahí les dejo en evidencia otro prejuicio impuesto por el sentido común).
Como les decía, el herrero había sido contratado para cambiar el portón. Y se le había pagado la suma de 3000 pesos como seña, para comprar los materiales necesarios. El problema fue que el muchacho entrado en años los recibió y después se desapareció por 3 meses aproximadamente. Claro está que la situación altera a cualquiera, pero debo decir que yo iba en primera y en casa iban en 5ta a fondo.
Apareció luego de un tiempo, con un ojo operado y encontré la excusa que justificó que yo creía en el. Siempre creí en el, me había dado cuenta que tenía el freno de mano puesto. Acá adentro, sirvió para que de alguna forma reconozcan sus prejuicios por ser trabajador, de piel oscura y proletario, aunque lo hicieron de manera diferente y no tan profunda.
¿Qué pasó? El tema es que después de haber traído los materiales y su ojo roto, volvió a pegarse unas vacaciones de 1 mes estableciendo así la imposibilidad máxima de su defensa. No obstante, no abandoné mi trinchera hasta que llegaron las 36 horas que se concretó la obra, pero aquí es donde empieza el dolor.
Me levanto una mañana temprano para ir a cursar y militar y mi abuela me recibe con la cara sonriente (cosa difícil) diciéndome: “¿sabés quién está trabajando? El herrero”. Le sonreí con ganas y le dije: chau!
Paso por el garage, lo miro y establezco un diálogo con él, el primero. El me brinda sus explicaciones interpretando que mi presencia sería intimidatoria. Era lógico, todas habían sido en ese sentido. Pero logró entender a partir de la segunda, tercera frase que insistí en otro sentido, y pudimos tener otro tipo de diálogo. Me despido cordialmente y el sigue en su trabajo.
Mi día fue atravesando como siempre, bastante ocupado (no) siempre en cosas que importan demasiado, pero de almuerzo en cualquier lugar. Llegado el atardecer primaveral retorno a mi hogar y me encuentro con la sorpresa de que el herrero seguía trabajando con lo poco de humanidad que le quedaba. Entro a mi casa y le pregunto a mi abuela, que con un mínimo de congoja me responde que no quiso comer nada.
De inmediato con sándwich en mano fui a echarlo a la casa al muchacho. Inexplicable como el dolor, ya instalado y amoblado, era su cara de cansancio. Entre sus pocas palabras, pesadas como juicio, me dijo que: “quería terminar el trabajo hoy” y en ese momento toda la violencia empleada de arriba hacia abajo me cayó sobre la espalda, pecho y cabeza. ¿Por qué si esta mierda no es violencia, que carajo lo es?
Nudo en la garganta, luego de que logré despedir al herrero, entro, miro la nada puesto que si miraba se desataba y subo a mi habitación, llamo a Agustina y me echo a llorar.
Dos, tres meses pasaron para que ese dolor tenga el valor de ponerse en letras. Tuvo que aparecer recién, en el pos de una tormenta que fue el único tema de conversación. Tuvo que pegarme una cachetada recordativa que me ponga en eje y me haga asumir la vergüenza ajena (y propia) transformada en pena infinita.
Sobre el Autor:
Juan Cruz Butvilofsky nació en Paraná en 1987. Es periodista y estudiante de Comunicación Social en la Universidad Nacional de Entre Ríos; se desempeña en los medios de comunicación en distintos roles: productor, redactor y conductor.