El incómodo Bunge cumple 100 años

Mario Bunge

 

Por Américo Schvartzman (*)

Este sábado 21 de septiembre Mario Bunge arribó a sus 100 años. El físico y matemático argentino que es considerado como el filósofo de la ciencia más importante del mundo, nunca estudió en una carrera de filosofía, y es sin embargo autor de una obra monumental, calificada como la única propuesta contemporánea de un sistema filosófico. Algo así como un Aristóteles, un Kant, o un Bertrand Russell de nuestra época.

Bunge, quien vive en Canadá desde hace más de medio siglo, en sus memorias escritas a los 95, se muestra como lo que ha sido: un decidido militante contra la falsedad y la hipocresía que esclavizan a la humanidad, lucha que llevó adelante en los dos mundos en los que siempre se sintió ciudadano pleno: el de la ciencia y el de la filosofía. De allí el título de su autobiografía: “Memorias entre dos mundos”.

Para Bunge en un sentido amplio todas las personas filosofamos. Pero en cuanto a la actividad específica, es partidario de una filosofía científica, una filosofía que sea no solo “exacta” (es decir que use términos claros y precisos) sino también coincidente con el conocimiento en manos de la ciencia y la tecnología de la época. Parece razonable ¿verdad? Sin embargo, su prédica no tiene mucho éxito en el mundo de la academia argentina, se la puede considerar casi nula entre periodistas, igual a cero en la política y algo más difundida y respetada, apenas, entre la ciencia.

¿Por qué? Porque Bunge es muy incómodo, inquietante y provocador. A tal punto que un blanco principal de sus posiciones críticas es la misma filosofía, a la que considera contaminada de dogmatismo, creencias indemostradas y oscurantismo. Bunge se define, o mejor dicho, define a su filosofía, como realista, cientificista, materialista y sistemista; quizás eso no diga mucho para quienes no estén familiarizados con la filosofía, así que digamos rápidamente qué sostiene:

Que la realidad, todo lo que existe, es material, y es inteligible, es comprensible; que hay varias formas de relacionarnos con la realidad pero que de todas la que mejor conocimiento nos da sobre aquella es la investigación científica. Y no cualquier disciplina es ciencia: tiene que ser capaz de someter sus afirmaciones a los requisitos mínimos que establece la comunidad científica. Además dice que todo lo que existe, todas las cosas sin excepción son sistemas o partes de un sistema.

Que como sistemas tienen propiedades que sus partes, por separado, no tienen. Y en cuanto a lo ético, dice que hay hechos y verdades en ética, es decir que hay cosas que están mal objetivamente; se guía por la máxima “Disfruta de la vida y ayuda a otros a vivir una digna de ser disfrutada” y además sostiene que a cada derecho le corresponde una obligación pero también a la inversa.

Uf. Y es, apenas, un intento de empezar a describir el pensamiento de Bunge, que está en la inmensa obra escrita, en especial en los ocho volúmenes de su Tratado de Filosofía Básica; pero creo que se puede intuir que quiere dar respuestas razonables (y compatibles con la ciencia) a todos los que considera verdaderos problemas filosóficos. Eso, en suma, es un sistema filosófico.

Y esas respuestas, y ahí está el asunto, le caen muy mal a distintos sectores, por ejemplo a quienes cultivan esas disciplinas a las que califica directamente como estafas: las pseudociencias, como parapsicólogos, tarotistas, adivinos o buscadores de OVNIS; pero también pone ahí cerca a la economía neoliberal, a la filosofía existencialista o al psicoanálisis, en la misma categoría que la astrología o la parapsicología; también refuta con dureza pero con datos los principales mitos de los sectores que detentan o han detentado el poder, como las oligarquías latifundistas, industriales o financieras, y también las burocracias estatales o sindicales, y por supuesto las religiones organizadas; es implacable, siempre con argumentos claros y comprensibles, contra filósofos consagrados como Heidegger, a quien trata de “macaneador” y se ocupa de recordar que fue funcionario nazi, pero también cuestiona al dogmatismo marxista y exhibe que opera de la misma manera que un pensamiento religioso. Podríamos decir que Bunge como filósofo no se ha dedicado a buscar amigos precisamente.

Una frase típica de Bunge acerca de este tema: “Los científicos y los filósofos tienden a tratar la superstición, la pseudociencia y hasta la anticiencia como basura inofensiva o, incluso, como algo adecuado al consumo de las masas (...) Primero, la superstición, la pseudociencia y la anticiencia no son basura que pueda ser reciclada con el fin de transformarla en algo útil: se trata de virus intelectuales que pueden atacar a cualquiera —lego o científico— hasta el extremo de hacer enfermar toda una cultura y volverla contra la investigación científica. Segundo, el surgimiento y la difusión de la superstición, la pseudociencia y la anticiencia son fenómenos psicosociales importantes, dignos de ser investigados de forma científica y, tal vez, hasta de ser utilizados como indicadores del estado de salud de una cultura”.

Así que Mario Bunge cumple 100 años de impresionante labor. Y este cumpleaños lo encuentra en plena actividad: este mismo año publicó un novedoso artículo en el sitio cientifico Springler.

Ojalá este cumpleaños centenario, que le dará algo de la atención que merecería, sirva para que muchas más personas en la Argentina, en especial periodistas, docentes, investigadores, científicos y politicos, empiecen a leerlo. Creo que ése sería el único homenaje que se acercaría al tamaño de su aporte.

(*) Esta columna sale los viernes en la radio de la UNER bajo el título "Filosofía y otras cuestiones que no le interesan a nadie".

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