Por Luis María Serroels (*)

Cuando a un chico le dan un chirlo por la cola, siempre responde “¡no me dolió!”. Es muy difícil que al gobierno provincial no le hayan dolido los chirlos que en forma de urna revolotearon por la Casa Gris de Entre Ríos.

Sea aceptado que el gobernador tiene importantes realizaciones que exhibir dentro de sus planes de gobierno, pero lo que le sucedió al candidato Enrique Cresto (sostenido por éste) no es para jactarse ni batir palmas.

Muchos –quizás millones- se olvidaron de esmerilar y ajustar ciertos resortes tras las PASO de septiembre. Es lo que el sentido común sugiere. Todas las bancas son legítimas aunque no todas ostentan suficiente barniz.

No es un exabrupto gratuito del presidente Alberto Fernández, anunciar que “hoy empieza la segunda etapa de nuestro gobierno” (sería útil que se nos muestre cual ha sido la primera).

Hubo alguien que arrasó con la mayoría de las boletas (Rogelio Frigerio) con 432.314 votos (54.52%), en tanto otro quedó segundo con guarismos alejados (Enrique Cresto): 250.895 votos (31.64%). Una diferencia clara y contundente, muy sobre las estimaciones y cálculos con las que soñaba el oficialismo.

Quedó claro que el ombligo político, tarde o temprano, siempre sabe dónde ubicarse. Cuando días pasados desde el Tesoro Nacional se emitieron claras órdenes para abastecer de capitales a determinados Estados provinciales, muchos advirtieron que la oxigenación financiera resultaba primordial para asistir eventuales dificultades a la hora de enfrentar las urnas.

El moderado saldo de votos del oficialismo entrerriano (tan sólo se ganó en el Departamento Feliciano) no puede dejar de llamar la atención. En septiembre y noviembre se dieron acontecimientos que fijaron en Entre Ríos derrotas tal vez inexplicables pero reales que calaron profundo.

Buscar líneas de explicación no es fácil, en tanto a horas apenas de iniciarse la votación el gobernador Bordet, el sábado 13, daba prácticamente sobreentendida la victoria. Estos fueron deseos de ocasión que animaban al candidato oficialista. Y desde luego es erróneo ligar el fracaso final, estando de por medio la tarea y planes cotidianos que desarrolla Gustavo Bordet.        

Si bien hubo quienes trataron con displicencia la abrupta caída del oficialismo, serán sus consecuencias las que deberán analizarse tarde o temprano a la luz de nuevos acontecimientos, que descarnada y razonadamente deberán sopesarse.

En charlas de café no se dejó pasar que hay dos hipótesis que flotan en el aroma político entrerriano. Las fuertes relaciones trazadas con el residente de la Casa Gris y el mandatario de la Casa Rosada, trascienden lo mero institucional. Alguien se arriesgó a suponer que tras el final del segundo ejercicio de gobierno no resulte extraño empezar a conocer mejor la cima del  poder nacional que anida en Balcarce 50. Y a nadie podría sorprender.

No es lo mismo estrenar una banca de la Cámara Baja cubierta de votos ganadores, que hacerlo bajo el rótulo de una derrota irremediable.

Quizás el resultado electoral tan categórico de Rogelio Frigerio, abra todas las compuertas de la política entrerriana más aceitadamente. Hubo quien no atinó ni supo mejorar sus posibilidades en la segunda vuelta, sino todo lo contrario. Allí se debe examinar la raíz de la caída, más allá de que Bordet no interrumpe su agenda regular.

No se puede forzar el destino y transformar los errores en aciertos. Cuando Bordet lanzó su frase esperanzadora en la tarde del sábado último, lo hizo con los mejores augurios. Pero Cresto no lo logró. Cosas de la política.

(*) Especial para ANALISIS