La doble “F” de aferrarse al poder

(Dibujo Alfredo Sábat. La Nación)

(Dibujo Alfredo Sábat. La Nación)

Por Luis María Serroels (*)

Ciertamente esto no es un asunto grato ni una porfía llevada por quienes se sienten atacados por la oposición. Merece ser revisado en tanto significa un problema institucional. Un gobierno con tantas desviaciones y en especial enfrentado por el grupo manejado por el vástago del matrimonio del kirchnerismo, más suele parecerse a la oposición que al oficialismo.

Allá por el 5 de marzo de 2019 surgió un juego urdido destinado a recuperar el poder,  entonces en manos del macrismo. Nada impediría los encontronazos otrora peligrosos.

La sorpresa mayúscula se dio cuando la fórmula ideada surgió mediante un apellido igual y hasta con planes armoniosos (eso fue lo que pareció al principio). 

En política las miradas no siempre están preparadas para la sinceridad sino sólo para las conveniencias. Los acuerdos que emanaron entre ambos Fernández sabían que se tornarían quebradizos. Uno que se había alejado del almíbar de los cargos políticos y sembró de ofensas  por una emisora a quien conoció los laureles del poder más elevado, en tanto que el otro terminó con disculpas de ocasión.

Fue en ese marzo que ambos vieron el momento de diseñar la forma de recuperar el esplendor del poder. Pero ninguno pudo probar el sabor de la sinceridad. Hoy, en camino hacia 2023, ninguno recuperó la sonrisa que nunca fue sincera.

La actualidad exhibe una realidad triste y peligrosa, aunque no  ignorada en tanto cada uno de los Fernández siempre tuvo una carta bajo la manga. Cada uno sabía que nunca sería posible construir un plan capaz de unificar sus ideas.

Lo que la ciudadanía no parece advertir es que cualquier avance de Cristina destinado a desplazar al Presidente, ella tendría un manejo que la Constitución le indicaría, pero el peso en su espalda no podría soportarlo si los jueces al final se apegan a nuestras leyes. Los Fernández jamás lograron engañar a la ciudadanía y menos entre ellos mismos, máxime que los acuerdos de ocasión endebles caen bajo el garrote de las mentiras acumuladas. Si CFK no está de acuerdo con los planes del mandatario, mal que mal debería dar un paso al costado.

Un movimiento de ajedrecista es una cosa, y otra los modos de evadirse de las leyes. Cuando Cristina Fernández elucubra el plan de gobierno en 2019, pergeñó las formas del camino hacia la Casa Rosada y quién mejor acreedora para saldar aquella deuda moral que estaba sin resolver.

Claro está que ese dúo F tendría que ser un estadista de primera categoría y ello significaba mover las mismas fichas al lado del Presidente y hasta ejercer todo cuanto alguna vez ejerció lo que se llama “primera dama”, aunque finalmente desgastada y desteñida por las malas artes, sean mejor dicho: corrupción.  

Palabra grave y trastornadora para los enfermos pero nunca para los corruptos sempiternos encarnados en la política. Ciertos gobernantes son enamorados del dinero ajeno. Primordialmente un juego de poder descarado, preparado para asegurarse su futuro en arcas de otro país.

¿Cuántos años lleva ya Cristina Fernández atada a los tribunales de Comodoro Py , sin haber conocido una radicación firme que la instale en un domicilio colectivo? ¿Cuándo conoció el ámbito carcelario por dentro? Mientras los jueces y fiscales hacen su ardua labor, la viuda de Kirchner se ríe de la justicia habiéndole transferido el molesto hábitat a su socio Báez y algunos allegados sanguíneos apegados a tal “profesión”.

Y este dúo que en marzo de 2019 pergeñó el arribo al gobierno nacional y que escénicamente exhibió una redención necesaria aunque no sincera, hoy muestra un papelón de antecedentes raros de exhibir. El Fernández (Alberto) y la Fernández (Cristina), han enfocado mal un episodio imposible de disimular y vergonzante desde donde se lo mire.

Ella lucha contra la oposición y a la vez se convierte en oposición contra el primer magistrado. La imagen de CFK ya no puede levantarse fácilmente de su peligrosa postura, enfrentada con una realidad dolorosa que ella misma edificó. Al mismo tiempo el Presidente está enfrentado con quien le está “serruchando el piso”.  Al jefe de gobierno lo agobian sus propias contradicciones y le resulta muy doloroso remendar aquellos arreglos de marzo de 2019 con la mirada del poder fácil de desgastarse por ambiciones que ya no suman sino que terminan en un laberinto con sello K.  Con la ciencia política no se juega. Y con el Código Penal menos.

(*) Especial para ANALISIS

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