Adiós a Luis María, nuestro joven hermano mayor

Por Jorge Riani

(especial para ANALISIS)

Hay una foto que tomó allá por el último decenio del siglo pasado el recordado reportero gráfico Augusto “Flaco” Larrea, que muestra a Luis María Serroels corriendo velozmente.

Lo escoltan, por cada lado, Daniel Enz y Gustavo Vacaluzzo, también corriendo. Un poco más atrás se los ve a Víctor Fleitas y a quien firma estas líneas, en carrera hacia la misma dirección, de frente al reportero gráfico y a toda velocidad.

Siempre me gustó la singularidad de esa imagen que el Flaco logró gracias a que no tuvo necesidad de sumarse a la repentina huída. Allí, Luis María ocupa la centralidad del cuadro.

Recuerdo que el Flaco Larrea estaba, estoico y con su sempiterno cigarrillo en la boca, sosteniendo el paraguas que lo ponía a resguardo de la torrencial lluvia de verano que nos tomó de sorpresa en una guardia periodística. Por supuesto que se la ingenió para no dejar de sostener su Nikon ni un solo segundo.

No huíamos de las balas que se escucharon horas antes, ni del peligro de que se hiciera realidad el estallido de una garrafa que los presos de la Unidad Penal de Paraná, amotinados, venían anunciando para ser escuchados en sus demandas.

Corrimos debido a la lluvia. Corríamos para no mojarnos porque nadie se quiere mojar en una lluvia y, más todavía, porque nadie sabía a qué hora terminaría esa guardia periodística… como para andar hecho sopa. Guardia que solo sería postergada cuando se nos viniera encima la hora de cierre de edición. Eran esos años.

La textura de la fotografía tiene un gris que le aporta la lluvia como si fuera un filtro.

Estoy convencido de que la imagen logra graficar dos características salientes de lo que fue la vida profesional de Luis María Serroels: un periodista de ir a los lugares donde se producía la noticia y un maestro que corría a la par de los más jóvenes.

En esos años de la década del ‘90, los compañeros de cuadro de Luis éramos veinteañeros y a él se lo ve con su calvicie de siempre y la jovialidad también de siempre. La foto es en blanco y negro.

En estas horas en que Luis María termina de escribir los últimos párrafo de su biografía, nos viene bien esa imagen que convertí en un cuadrito para mi escritorio, para graficar las características de ese gran maestro que fue para nostros Luis María Serroels.

Luis tenía una energía admirable. Murió hoy, a los 82 años, siendo muy joven aún. Nunca dejó de ser joven. Por eso no le costó entender el ritmo y la necesidad de desacartonamiento que tenía el periodismo allá por la década de 1990 cuando se sumó al proyecto de la revista ANÁLISIS y fue uno más entre los jóvenes.

Tenía en sus espaldas una larga trayectoria como corresponsal del diario Clarín en Entre Ríos y un premio Santa Clara de Asis en su biblioteca cuando nos hicimos su colega, su compañero. Y jamás miró desde arriba de ningún peldaño. La transversalidad generacional le hacía tener amigos de todas las edades y de todas las épocas.

Este jueves, sus hermanos menores en este oficio, en esta profesión, sentimos necesidad de decirnos algo con la imagen de Luis María de fondo de relato. Cruzamos mensajes entre muchos nombres que pueblan nuestra agenda virtual como han poblado y pueblan aún nuestros días: Enz, Fiorotto, Londero, Tardelli, Boeykens, Alcain, Calderón, Meyer, Varela.

Como nos hemos valido de una imagen para hablar de Luis, nos valeremos de aquella otra foto, en color, tomada mucho más acá en el tiempo, donde aparecen Luis María Serroels, apretando una carpeta con un brazo y con el otro sosteniendo unos auriculares de radio. A su lado está Mario Alarcón Muñiz, calzando una boina vasca y pañuelo bordó al cuello. Recuerdo que los animamos a tomar una foto con dos periodistas muy jóvenes por ese entonces y que se integran a la imagen: Federico Malvasio y Sebastián Gálligo.

Los invitamos, cámara en mano: “vamos a sacar una foto; los jóvenes y los viejos”. Luis María respondió sin dudar: “sí, vamos a sacar la foto; ¿dónde están los viejos?”.

Su carisma, su inagotable sentido del humor y esa capacidad de contar cien chistes en cinco minutos, contribuían a su destino de eterna juventud.

Este jueves 15 de mayo de 2025 se fue junto a su Dios, al que honró como organista de capilla en muchos domingos de su vida, aportándole un sentido espiritual a la música, la otra pasión que lo llevó a actuar junto a Los Leñeros.

Se va un gran periodista, se va una persona buena, se va un entrañable amigo. Se va para dejarnos el recuerdo que nos acompañará hasta el momento en que nosotros emprendamos el mismo viaje que hoy le toca hacer a él, nuestro joven hermano mayor.

Hasta siempre, Luis María Serroels.

 

 

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