
La primera infancia abarca entre el embarazo y los 4 años de vida, y según el último censo realizado en la Argentina en 2010, 3.337.652 niños están en esta etapa, lo implica que un 8,3 por ciento de la población total del país es menor de 5 años.
"La tasa de pobreza por ingresos de los niños entre 0 y 4 años es mucho mayor que la referida a la población total: en el segundo semestre de 2014, 21,6 por ciento de los infantes eran pobres y 9,2 por ciento indigentes, frente a 12,9 por ciento y 5,5 por ciento respectivamente en la población general (tomando una línea de pobreza de 4 dólares al día y de indigencia de 2,5 dólares al día)", detalló.
El informe señaló que este diagnóstico también se verifica al observar otras formas posibles de medir pobreza: "en 2010 un 22,3 por ciento de los niños de hasta 4 años vivían en hogares con necesidades básicas insatisfechas (NBI), frente al 12,5 por ciento de la población total (INDEC, 2010)".
Malena Acuña, del Programa de Protección Social de CIPPEC sostuvo que "a pesar de que la pobreza se ha reducido en los últimos años, se ha profundizado su infantilización, fenómeno que también ocurre en el resto de América Latina". "Mientras en 2003 la incidencia de la pobreza por ingresos para la primera infancia era 1,4 veces mayor que para toda la población, en 2014 esta relación aumentó a 1,7", puntualizó.
Según el análisis "este fenómeno es reflejo de que los ingresos son menores para las personas con hijos". Al respecto, precisó que en 2012 el 48,6 por ciento de las madres y 47,6 por ciento de los padres que vivían con sus hijos formaban parte del 30 por ciento de los hogares con menos ingresos per cápita familiar, mientras que solo 12,5 por ciento de las mujeres y 11,7 por ciento de los hombres sin hijos pertenecían a este grupo.
"Esta tendencia se fue acentuando con el tiempo: en 2006 los porcentajes de madres y padres que vivían junto a sus hijos y formaban parte de los hogares de ingresos más bajos eran menores: 44,3 y 42,1 por ciento, respectivamente", comparó.
A su vez, el estudio alertó que "en niveles socioeconómicos más bajos encontramos mujeres que han sido madres más tempranamente y con más hijos". Para Acuña, "la realidad socioeconómica y los patrones reproductivos suelen estar vinculados: así se genera una relación circular entre demografía y desigualdad. Si la situación inicial fue desfavorable, se generan ciclos viciosos en las que las familias quedan atrapadas de generación en generación".
"Revertir la infantilización de la pobreza y su profundización implica un arduo desafío en el largo plazo.Sin embargo, debe ser abordado ya que las condiciones de vida precarias en la primera infancia no solo atentan contra el buen desarrollo de los más pequeños y el ejercicio de sus derechos, sino que también contribuyen a una reproducción de la desigualdad", concluyó la investigación.