Abran juego: algunos anticipos de las elecciones 2019

Por Carmen Úbeda
Especial para ANÁLISIS DIGITAL

“Las paredes oyen”, enseñó hace siglos sabiamente Juan Ruiz de Alarcón. En este caso, la pared se había corporizado y sin quererlo se constituía en la fuente personal de quien escribe. Es de suponer que, dada su calidad de intruso, sólo escuchaba palabras sueltas: estrategia…, tácticas…, 32 puntos…, “los perdonables…”, “los racionales”, “los del medio”…, divididos…, demasiado parecidos…, ajuste ruin… Hasta que con claridad, mayor volumen y un clamor bullicioso, se oyó “una oposición unida…” Hubo algunos golpes en la mesa y un vocabulario incierto que se inclinaba más bien a la negativa. Luego, los murmullos continuaron más secretos que nunca. Uno de los del grupo le señaló a la de cabellos cobrizos algo serio que el informante sintió con claridad pero sin saber a qué se refería: “Eso es una confesión… no es todavía el momento de decirlo”, “Francisco y Juan lo saben”, le respondió.

Por otra parte, el catalogado como el más intelectual de los presentes, amante de la poesía, atento a cada uno de los gestos, de los movimientos y de las palabras dio signos de haber escuchado, por lo cual expresó: “Tenés que ser vos, no hay otro, los votos son tuyos”, y continuó hablando, pero esta vez de modo muy sordo.

El vacío casi absoluto hizo más desmesurado el grito procaz: “¡La puta madre ¿no vamos a encontrar a otro?, no quiero volver…, pero quiero estar!” Durante la conversación, la interpelada se mostraba fuerte, enérgica, segura, aunque algo de esa masculinidad adquirida por el ejercicio del poder se quebró como la cáscara del huevo y literalmente se derramó la clara. “A mí déjenme allá, cerca de él y de los chicos… vos tenés que seguir con esto, che”, le dijo al más joven. Y repentinamente, volvió a gritar con toda la respuesta del eco dada por el vacío “¡Qué están dejando estos hijos de puta y también ustedes que no sé qué mierda hicieron en la oposición! ¿Qué oposición? ¡Una bolsa de pelotudos!” El, para ellos, invisible testigo manifestó a la fuente que advertía en la protagonista un rápido deterioro respecto de los días anteriores. Lo veía en sus rasgos demacrados, en sus ojeras y en su boca amargada (palabras casi textuales del informante que por breve tiempo prestó servicios en el Instituto Patria, así lo afirmó). También se supo que en esa oportunidad, ninguno de los presentes mencionó los casos judiciales hasta que el más allegado recordó los fueros, no las causas y, en esa ocasión, ella le respondió con los párpados casi cerrados: “Eso lo sabe Dios, él y Francisco… Además, me importa un carajo… en cualquier momento el Gordo se da vuelta como una media. Es una justicia a la carta, hoy un menú, mañana, otro”, dijo textualmente. (Esta conversación fue reconstruida con mucho esfuerzo dada la discontinuidad de lo escuchado por lo que no debe considerarse textual).

Lo transcripto y comentado en los párrafos anteriores está sujetos a versiones diferentes o deben relativizarse ya que la fuente es una y el chequeo resultó imposible. De cualquier manera, y apelando al lugar común de que “nadie resiste un archivo”, quien escribe utiliza un corpus con los discursos y las cadenas de la ex Presidenta Cristina Fernández de Kirchner que hacen coherente la conversación escuchada. Cercana a la finalización de su mandato, en el acto de abril de 2015 donde se mostró la susodicha con los precandidatos, por cadena nacional, expresó: “Espero que quien me suceda continúe haciendo bien las cosas, así no me van a necesitar ni a mí ni a nadie en 2019 (¿se refería a sus propios compañeros y a Daniel Scioli?). Fue a raíz de que Juan Carlos Molinas, titular del Sedronar, le pidiera en una solitaria operación clamor que vuelva en el 2019, a lo que ella le respondió textualmente: “Yo espero que no, lo de 2019. ¿Sabés por qué? Porque significa que después de mí va a venir alguien que va a seguir haciendo más y mejor las cosas y por lo tanto no me van a necesitar ni a mí ni a nadie en 2019”. Ése era su anhelo apoyado en la certidumbre de ganar, el que después se convertiría en una ilusión fallida. De todos modos, aquellas palabras constituían y constituyen hoy la advertencia de no querer volver a la gestión. Gracias al conocimiento, no sólo de quien proveyó esta información sino de los más allegados hoy y cercanos antes del 2015, Cristina Fernández envuelta en la prosapia Kirchner sería capaz de éstas y otras declaraciones en la intimidad de los suyos atribuidas por el informante porque, según ellos, cuando se toca el tema candidaturas, se manifiesta incómoda y no faltó el que dijo haberla escuchado murmurar con mucha ira “me están obligando”. Su verdadera ilusión personal y meta política es convertirse en la “emperatriz de la consulta”. Algo así como “Cámpora al gobierno, Perón al poder”, la dama sibilina de una nueva Puerta de Hierro en el corazón del fin de mundo: una “perona”.

Opinadores propios y ajenos confrontan mediáticamente por los menos dos a tres veces diarias sobre la candidatura de CFK: “Va a ser candidata”, “No quiere ser candidata”, “No va a ser candidata”… Otros, incluidos consultores de cierto prestigio, aseguran que tendrá en vilo a los argentinos hasta último momento, afirmando que Macri actúa en espejo. Este último observando los movimientos de ella y, con una desesperación encubierta, enviando a su ministro del Interior a negociar con los “portadores sanos del peronismo” (sic Enrique Zuleta). Metáfora que merece una inmediata digresión: el periodismo tampoco ha encontrado su límite para la ofensa, la difamación y el agravio. ¿Qué quiso decir este “todólogo”? ¿Que el resto de los peronistas son portadores enfermos? ¿Es el peronismo en sí mismo una enfermedad que durante mucho tiempo fue vergonzante para quien la portaba? Francamente, una canallada quizás más injuriosa que las vertidas por la oposición hacia el oficialismo.

Ella siembra la incertidumbre como una estrategia muy pensada en el ámbito de su soledad. El, por tres razones: porque lo hace ella, porque, a pesar de su tozudez, teme que la política económica fracase y porque sus más de 20 puntos de caída pueden no ser remontables, aunque consiga 100 clones de Durán Barba. Él lo sabe, baraja estas alternativas, conoce el caldeado ánimo social, pero está encerrado en su rudimentaria teoría del derrame y atrapado por los compromisos internos y externos. Los últimos actos del Ejecutivo han sido más propios de un virreinato que de una República soberana, pero de eso sabrá discernir el ciudadano. Ella también sabe e igualmente conoce los naipes que no la favorecen en el juego: tiene 30 para el envido (sus seguidores cautivos), pero con un siete le teme al truco (casi el 70 por ciento de imagen negativa). Dicen sus dos interlocutores más canosos (largos años alejados de ella y hoy de diálogo periódico) que, cuando no la traiciona la egolatría, reconoce que sola no puede. He ahí su mayor problema porque en su vocabulario cotidiano abunda la palabra traidores. Le resulta claudicante lograr la unidad de hecho o tener que ir con ellos a unas PASO, como ya lo demostró en la última elección creando Unidad Ciudadana. Íntimamente sabe que sola es muy difícil, máxime cuando no dispone del aparato del Estado, pero no lleva su nombre de reina en vano porque también le es difícil atenuar su autocracia. Entonces, prefiere adelantarse y “abdicar” (no postularse) antes de que se lo pidan, aunque los operadores utilicen las más sutiles escaramuzas para lograrlo.

“…Hay que ver si ella quiere ser nuevamente candidata…no estoy tan seguro. Cuando tenía que postularse para la banca del Senado, en un aparte me dijo ‘No quiero ser senadora… tendría que ir Randazzo’ y ahora presumo que le pasa lo mismo, me refiero a su intención, no al candidato que podría surgir (palabras más, palabras menos)”, manifestó Eduardo Valdés en un conocido programa del trasnoche. De todas maneras, esta mujer tan sometida a las opiniones más encontradas, sigue manteniendo la centralidad para las propias fuerzas allegadas y para el oficialismo. Sigue manejando el juego y se siente necesaria en todos los espacios.

Fuera de los cenáculos, las operaciones interminables, las despreciables hipocresías, hay una patria algo más que agrietada. No es simplemente una grieta la que separa al pobre de toda pobreza, del rico de toda riqueza, es una herida sangrante que no cierra con peligro de gangrena. Una infección letal que no sólo arremete contra los tejidos inmediatos sino, como analogía del caso, contra todo el cuerpo social. Sin llegar a consideraciones temerarias, se está enraizando una nueva lucha de clases, aunque este concepto suene como una obsolescencia marxista, con singularidades propias del siglo XXI, en especial en los países emergentes.

Resulta inviable pensar o presenciar esta lucha entre los escasos ricos y los multitudinarios pobres. Lo peor es que se da entre “los sin nada”, contra “los con algo”. La comprensión de los más aventajados para con aquellos nada favorecidos es ardua. Suele convertirse en un hecho irremediable, por lo menos en lo inmediato. Requiere un cambio cultural (que nada tiene que ver con la retórica de Macri), no como un subproducto de la oligarquía sino como un hallazgo progresivo que vaya desdibujando las intolerables desigualdades o las mínimas diferencias que separan sectores cercanos, exageradas por una situación económica asfixiante.

Todo lo expuesto, o esto último, es de pleno conocimiento para las organizaciones territoriales de CFK o sesgadamente para los timbreros del Presidente, pero es difícil creer que esté internalizado con misericordia en ellos mismos (“A ellos les cuentan, pero no lo viven”, dijo una mujer solidaria de un comedor barrial).

Aparentemente, el cronograma electoral del próximo año está definido (agosto, octubre, noviembre, en junio deben estar presentados los precandidatos). Falta algo más de un semestre ¿podrán los precandidatos supuestos, los presuntos o los imprevisibles, trabajar en pos de una promesa y una propuesta que no se contrapongan? La antinomia Macri- Kirchner es lo de menos. Lo insoslayable es que el ciudadano sujeto de elección (no objeto) esté adecuadamente informado, se dé un tiempo para la reflexión y analice las consecuencias de su voto. Entonces si Cristina o Mauricio van a ser o no candidatos ¿es importante? Lo único que importa para la Nación es que el pueblo deje de estar en ayunas, conozca y recuerde la trayectoria de los que se postulen y sus equipos, no vote por “anti” sino por convencimiento y entienda que la defensa de sus derechos está en sus manos o en las de quienes elige para que lo represente. En este orden, el periodismo tiene la obligación republicana de convertirse en docentes cívicos y no en operadores partidarios.

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