El plantel de Rosario Central consumió la primera mañana de trabajos en La Cumbre conectado a la máxima exigencia. El despertador sonó para todos a las 7.30 y luego de un sustancioso desayuno, la tropa recorrió con ropa de fajina los casi cinco kilómetros del camino que conduce hacia La Estancia del Rosario.

El punto inicial de la hoja de ruta contemplaba hacer el viaje de ida caminando para estudiar el terreno. En ese tránsito se los vio al entrerriano José Anronio Chamot, físicamente impecable, charlar con Pipo Falaschi y Cuffaro Russo, a don Ángel Tulio Zof, técnico canalla prenderse en la movida junto al doctor Campillo, y al resto de los muchachos serpenteando entre bajadas y subidas pronunciadas para que la vuelta no los encontrara con la lengua afuera.

Una vez llegado a destino, las filas mutaron en un tropel de jugadores en el que todos respetaron las distancias y ahí sí que la mayoría transpiró la gota gorda al ritmo de las pulsaciones. Todo bajo la atenta mirada del profesor Horacio Vigna y sus ayudantes Julián Schinner y Carlos Gazitano, quienes se adelantaron al trayecto final y cronometraron con precisión quirúrgica los tiempos que registraron los muchachos.

"La ventaja que tiene este grupo es su juventud. Por eso todos se movieron en los tiempos que más o menos tenían establecidos. La idea de este primer trabajo es que a la ida fueran conociendo el terreno porque es un recorrido de ripio y pendientes muy pronunciadas, y a la vuelta se exigieran al máximo", resumió en pocas palabras el profesor Vigna la rutina cumplió el grupo ayer por la mañana.

El escenario de la segunda puesta serrana del día fue en la Villa Bautista, un complejo ubicado en Villa Giardino y que tiene un par de canchas disponibles para que los planteles que optan por La Cumbre realicen los movimientos con pelotas.

Precisamente esa fue la elección de don Ángel y Cuffaro Russo para la cita vespertina. ¿Qué hicieron los muchachos? Nada de otro mundo: se pasaron un buen rato pegándole a la pelotita, con ejercicios de coordinación y técnica individual.

Mientras un grupo la tenía atada al pie, el resto se dirigía hacia otro sector de la cancha y fortificaba los músculos con pesas. Los únicos que cumplieron con una tarea específica fueron los arqueros Hernán Castellano, Cristian Álvarez y Jorge Broun, quienes se revolcaron de lo lindo con los trabajos diseñados por Gustavo Flores.

Y ya que se mencionó al entrenador de arqueros canalla, hay un detalle que se observó ayer y que pinta de cuerpo entero su profesionalismo para encarar el laburo. Es que el tipo está en el mínimo detalle. Por eso ayer mientras entrenaba a sus discípulos, puso una filmadora para que le retratara cada uno de los ejercicios.

El telón de la jornada se bajó con un picado informal de todos contra todos, donde el resultado quedó reducido a una mera anécdota. Un detalle de la precariedad con la que se jugó fue que la mayoría se acomodó adentro de la cancha en puestos improvisados y los hombres más peligrosos del equipo que usó pecheras azules fueron sorpresivamente dos de los más veteranitos: el Flaco Chamot y Petaco Carbonari.

Fuente: La Capital.