Memoria Frágil y las misteriosas desapariciones del arquitecto Zappegno y el contador Abib

Amado Abib y Mario Zappegno

El contador Amado Abib y el arquitecto Mario Zappegno desaparecieron sin dejar rastros.

De ANÁLISIS

Siempre resultaron muy extrañas las desapariciones de dos profesionales que cumplían funciones en Paraná y que de un día para el otro fue como se los tragara la tierra, en zonas no muy distantes uno y otro. Tales los casos del arquitecto Mario Zappegno y del contador Amado Abib, desaparecidos en la última administración de Sergio Montiel.

El arquitecto

Zappegno, empleado de la Dirección de Arquitectura de la provincia de Entre Ríos, desapareció el lunes 14 de febrero de 2000, en horas de la noche, al parecer en proximidades de la mencionada ciudad.

Había llegado a Crespo para residir, después del fallecimiento de su exesposa, Liliana Trembeki -con quien se había divorciado en abril de 1998- y así hacerse cargo de sus hijos. Hasta un tiempo antes, había residido en Paraná y estaba decidido a encarar otra vida, comprarse una casa y apostar al crecimiento de sus hijos.

Ese día de febrero el conocido arquitecto salió de su casa, después de la jornada laboral en la capital entrerriana. Pasó por su domicilio y volvió a irse en su automóvil Polo, color bordó, modelo 97. No llevó ningún bolso, ni otros elementos de importancia. Solamente se fue con la billetera y sus documentos personales. Tampoco llevó su teléfono celular. Porque todo indicaba que retornaría a su casa de Crespo esa noche, donde hacía cerca de tres meses estaba viviendo, en calle Alberdi al 1400. Pero nunca más volvió. Desaparecieron Zappegno, su vehículo, sus pertenencias. Ni siquiera había retirado el dinero de su sueldo por el mes de enero en Arquitectura.

“Mario no se hubiera ido sin decirle nada a su madre”, aseguró Mercedes Porqueres y recuerda una anécdota como compañera de trabajo: “Fuimos a un congreso juntos y llamaba todos los días a su mamá. A él algo le pasó, no se fue solo”.

El abogado Eduardo Ruda de Crespo, cuenta que asistió a los hijos de Zappegno para solucionar cuestiones civiles. “Hay un trámite que se llama ausencia con presunción de fallecimiento. Es un procedimiento que se inició en Juzgado Civil y Comercial 1 en Paraná. Después pasó a un Juzgado de Familia”.

El periodista de Paralelo/32 Luis Jacobi, contó qué supo de la desaparición. “Había teorías. Un año después de la desaparición ubicamos a su hermano y no había descartado la teoría del suicidio. Pero en esos casos queda rastro, el cuerpo no se puede ocultar. Lo otro es que alguien lo hizo desaparecer, y parece que en Entre Ríos es fácil hacer desaparecer”.


Mario Zappegno.

“Nadie se va dejando documentación personal como dejó Mario Zappegno. La jueza de Instrucción Susana Medina de Rizzo dijo a los hijos que lo buscaron por todos lados y no lo encontraron, que se hizo rastrillaje por bosques y Bajada de Núñez a Bajada Grande”, acotó Ruda.

La familia de Zapeggno hizo la denuncia ante la Comisaría de Crespo de la Policía de Entre Ríos y la investigación judicial quedó en manos de la entonces jueza de Instrucción, Susana Medina de Rizzo. La denuncia de la desaparición la radicó su madre, Nelly Mari de Zappegno. La magistrada fue quien ordenó un rastrillaje en la zona de los bosques lindantes al Arroyo Sauce realizados por el Cuerpo de Policía Montada y Canina, el 27 de Marzo de 2000. También hubo una visualización aérea de la zona y se hizo un relevamiento y rastreo de la costa, desde la Bajada de Nuñez hasta Bajada Grande. Pero no hubo ni un resultado al respecto.

Doña Nelly Zappegno reconoció, algunos años después de la desaparición, haber hablado con personal policial de María Luisa y extraoficialmente, un uniformado le llegó a mostrar un libro de guardia en el que se confirmaba que su hijo había sido desviado de su tránsito por la ruta 12 y llevado a esa dependencia policial. Aunque su estadía -según habría determinado la Justicia- no fue asentada en los libros de guardia del destacamento. Al parecer, el tema de fondo giraba en torno a una situación personal que involucraba a Zappegno y tenía relación con un efectivo policial. Pero jamás se avanzó en profundidad.

“Recuerdo que fue una conmoción y un llamado de atención porque no se podía determinar qué había pasado. Los informes dan cuenta que no hubo ningún tipo de resultado positivo en la investigación. Hacer desaparecer una persona en sí, no debe ser fácil; pero hacer desaparecer una persona, el auto y todo, la verdad que es sumamente extraño. Si bien estaba vinculado al área de Arquitectura de aquella época, no puedo decir que se haya comentado que tuviese alguna relación la desaparición con su trabajo en el Estado. Nunca se pudo confirmar nada”, recordó Enrique Carbó, ex ministro de Gobierno.

“A mí me parece que se trató de un operativo no improvisado, con gente con estructura que se lo llevó a otra parte, hizo desaparecer el auto, aún si lo llevaran marchando por la ruta, como no hay control. No se halló nada”, subrayó Jacobi.  

El contador

Un 13 de febrero de 2003, casi tres años después de la desaparición del arquitecto Mario Zappegno, también desapareció sin dejar rastros, el contador Amado Abib. El conocido profesional, ex funcionario del exgobernador Raúl Uranga, tenía 85 años, era un reconocido dibujante y un gran jugador de casín. Se lo vio por última vez en la zona del paraje de Colonia Guemes, en el norte del departamento Paraná.

Silvia Abib, la hija, recordó la última vez que lo vio. Remarcó que nunca apareció nada, ni objetos personales, ni las llaves del auto.  

“Salió ese día y no regresó. La familia se preocupó. Se encontró el auto en un paraje ubicado entre Cerrito y Hernandarias, en un camino vecinal, en un caserío. Ahí había una comisaría. Se hicieron pericias en el auto y no había nada. Se investigó, se consultó a la gente del caserío. Se hicieron rastrillajes con mucha gente pero nunca se encontró nada”, contó el abogado José Carlos Ferrari, representante legal de la familia Abib.

Hugo Paloma, el nieto del contador, recordó cómo fueron las primeras horas tras la desaparición y el comienzo de la búsqueda. “Encontraron el auto en Güemes. Me fui con el comisario de Hernandarias. Encontramos al policía Chajud del destacamento donde estaba el auto. Era un lugar con barrio. Vinieron los peritos. Nos sorprendió que el auto estaba cerrado con llave, el freno de mano puesto, no estaba empantanado. Se dejó ahí, se cerró y se fueron. No había pisadas. Lo llevaron con una grúa a la Comisaría de Hernandarias. Rompí el vidrio de atrás para revisar el baúl. Sacaron  huellas internas y no encontraron nada. Con la Policía recorrimos las casas. La gente vio pasar el auto pero nunca volver. No encontramos nada. En el momento de la desesperación no lo ves, después te das cuenta que ahí no fue nada, que eso estuvo armado”.

A pesar de los operativos policiales que se realizaron en los años que siguieron al suceso, y conducidos por el juez Héctor Toloy, nunca se llegó a una pista concreta. Días después de la desaparición, el auto de Abib, un VW Gol, fue encontrado por la Policía en un campo cercano a Hernandarias, pero no había rastros del empresario. Los vecinos lo habían visto ingresar al paraje Güemes, pero luego perdieron su rastro. El coche estaba en un badén con barro, cerrado con llave, pero no se notaba que se hubiera empantanado ni tuviera algún desperfecto. Supusieron que el contador podría haberse sentido descompuesto y bajó del coche para perderse en la descampada zona. Lo buscaron con perros adiestrados, con centenares de cadetes de la Policía, lo intentaron desde el aire, pero era como si se lo hubiera tragado la tierra. Nunca más se lo volvió a ver. Y el trasfondo de la cuestión policial en los hechos, volvió a aparecer. Pero tampoco se profundizó.


Amado Abib. 

Silvia Abib recordó el año pasado a Cuestión de Fondo (Canal 9 Litoral) que el vehículo no tenía ninguna huella dactilar. “Era imposible. Es obvio que lo limpiaron. Siempre se dijeron muchas cosas falsas de él, pero ni siquiera tenía plata. Era jubilado. Siempre, mi teoría fue que algo tuvo que ver el comisario de ahí, por la forma que limpiaron las cosas, no había huellas, es un trabajo de alguien que sabe”.

“A ese personal después lo trasladaron a otro lugar”, marcó Ferrari. “No había un hilo donde empezar para investigar. Tengo una concepción muy real de todo proceso de investigación, no hay delito perfecto, sino investigación imperfecta. No en este caso, pero nunca hubo nada concreto. Al tiempo, una sospecha que podía llegar a estar sepultado en un campo camino a La Paz. Se investigó, no se concluyó nada. Ahora, el año pasado se encontraron restos. Después a las resultas dio negativo. Es un gran misterio. No sabemos ni vamos a saber que si a él lo agredieron ahí, o en otro lugar y llevaron el auto ahí”.

 “A lo mejor levantó a alguien, lo vieron con dinero. Discutieron, le pegaron, lo desmayaron, lo hicieron desaparecer y después el auto apareció ahí. Porque ese camino no tiene salida, desemboca en un campo. Justo estaba en una bajada de un pequeño arroyito. El auto estaba perfectamente cerrado. No había nada. Me llevó a dudar que el hecho hubiera podido realmente suceder ahí”, dijo Ferrari.

Hugo Paloma remarcó que el personal que investigaba era cambiado con frecuencia. “Siempre que llegaban a algo cambiaban de personal”, puntualizó. “Esto fue algo armado, bien armado, y no fue en ese lugar donde se encontró el auto. Es algo que tenemos por dentro y lo vamos a llevar siempre encima. Él fue una persona de bien. Nunca vamos a poder llegar al fondo por cómo se manejó. Hay gente metida que es pesada, que saben hacer las cosas y con los pocos recursos que tenemos, es difícil ir contra eso”.

Veinte años después, el escenario es el mismo. Nunca se avanzó en ningún dato en la Policía ni la Justicia entrerriana. Nadie más se preocupó por lograr el esclarecimiento de los hechos y dar cierta paz a las familias. Los dos casos quedaron impunes, sin respuesta alguna, con el mismo punto de partida.  

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