
Por Luis María Serroels (*)
Días pasados en ocasión del dilatado juicio abreviado (más se parecería a un oxímoron) al ex legislador y gremialista José Allende y cuya denuncia fuera sacada a la luz por Daniel Enz, fue oportuno también abordar la situación del dos veces gobernador entrerriano, ex diputado provincial y ocupante de una banca del Congreso Nacional, Sergio Urribarri.
Los altos funcionarios nacionales nunca iban a permitirle zozobras a quien está en una situación muy incómoda en los estrados judiciales.
Es un magnífico doble-blindaje diplomático aunque, no obstante, ya no correrán los fueros como otrora. Las oportunidades que el periodismo le dio para demostrar su eventual inocencia, las desperdició. Y no debe olvidarse que las causas que lo involucran son varias y graves. Quizás olvidó que ocupar cargos diplomáticos en dos embajadas simultáneas (Israel y Chipre) no significa disponer de amparo que le evite enfrentar a los tribunales ordinarios. No existe fuero alguno que lo libere de sus imputaciones al margen de la ley. La simple palabra desde miles de kilómetros y con la negativa verbal como documentación, no tiene valor. Nunca lo tuvo, más aún ante las probanzas de los letrados halladas para ser sometidas a la justicia. Ninguna representación argentina en el país que fuera, puede oficiar como salvaguarda del Poder Judicial.
Pero el tema que merece remarcarse, se relaciona con la multiplicidad de capacidades, entre ellas, como miembro de nuestra cancillería.
¿Es válido instalar dentro del cuerpo diplomático a alguien carente de la preparación exigible, como si el Presidente de la Nación dispusiera de atribuciones para ello? Pero existen otros métodos muy “cristinianos” que consisten en sacarse de encima a los jueces molestos.
La curiosidad lleva a saber el conjunto de requisitos que rigen para todos los interesados (con o sin prontuario). Una consulta nos indicó que debe ser argentino nativo o por opción; tener entre 21 y 35 años de edad al 15 de noviembre de 2020; poseer título universitario de grado de validez nacional, correspondiente a un plan de estudios no inferior a cuatro años; poseer UNO de los siguientes certificados de conocimiento de idioma inglés Sistema Cabridge: First Certificate (Certificate in Advanced English). Certificado TOEFL de 550 puntos del PBT (paper based test) o 79 puntos del IBT (Internet based test) como mínimo. Certificado IELTS con un puntaje de 6.0 o superior. O en su defecto: conseguirse una recomendación del Canciller Ingeniero Agrónomo supletorio de Alberto Fernández. Está claro que cierta clase política no se informa adecuadamente o quizás subestima ligeramente lo que es el mundo de la diplomacia.
El tema que hemos abordado –y que adquiere gran importancia- nos ha servido de muestra para el libertinaje que reina en nuestra Cancillería al decidir designaciones en sitios de altísima responsabilidad y de probada inteligencia, virtudes y espíritu integrados.
El prestigioso periodista de La Nación, Sebastián Hadida, aborda la cuestión del servicio diplomático y deja interrogadamente que “¿Dónde está escrito que ser diplomático llevar una rutina plácida, de banquete en banquete, con todos los conforts de una vida dedicada a la ostentación y los placeres refinados? En cualquier caso, la vocación por el decoro y el arreglo a las formas protocolares es parte de las reglas de juego que debe aprender el diplomático de alto rango para saber moverse en un entorno en el que mandan las buenas maneras, con el objetivo de cultivar relaciones fructíferas y permanentes con personalidades notables de la comunidad internacional”.
Dice que “antes de recalar en una embajada, el sueño de cientos de jóvenes con vocación de servicio, hay una serie de etapas que superar. Las pruebas son tan exigentes que la mayoría debe dar un paso al costado, bajar la cabeza y dar media vuelta atrás. La buena noticia es que se puede llegar a través de una buena carrera”.
Cancillería es uno de los pocos – si no el único- bastión de la administración pública nacional con ingreso meritocrático a través de concursos públicos.
El examen de ingreso del instituto de Servicio Exterior de la Nación (ISEN) es el portal a través del cual se da comienzo a una carrera fascinante. La condición para emprender esta travesía es que el pasajero cuente en su equipaje con una carrera universitaria no menor a cuatro años y dominio certificado de idioma.
¿Qué preparación específica en diplomacia, alto grado de capacidad negociadora, espíritu conciliatorio, alta percepción de los hechos que puedan amenazar las buenas relaciones y entre capacidades exhiben los futuros embajadores escogidos por nuestra Cancillería? Desde luego que nadie puede enfrentar semejante responsabilidad por el sólo hecho de mediar un decreto.
Ya hemos dicho que Philippe Cahier sostiene que la “la diplomacia es la ciencia de las relaciones y de los intereses respectivos de los Estados entre sí”. Y en otro sentido, “la ciencia y el arte de las negociaciones”.
Quien acepta ser designado embajador sin conocimiento alguno y quien lo nombra, también careciendo de la debida idoneidad, cometen un acto de irresponsabilidad. Sergio Urribarri y Daniel Scioli, frustrados presidentes, hallaron consuelo en la diplomacia. El arte de sortear situaciones sin saberlo.
(*) Especial para ANALISIS